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El centenario carnaval de Mocorito

Por domingo 6 de marzo de 2011 Sin Comentarios

Por Juan S. Avilés Ochoa*

Junto al carnaval de Mazatlán, el de Moco­rito es uno de los más antiguos de Si­naloa, existen vestigios documen­tales de su conmemoración desde la última década del siglo XIX, como el que se desarrollaba en las rumbosas fiestas de la hacienda Tres Hermanos, fundada por Manuel, Pedro y Ramón Inzunza Gaxiola.

Enseguida doy cuenta del realizado en la villa de Mocorito en 1905.

En enero se integró el comité del carnaval, a celebrarse del domingo 5 al martes 7 de marzo, y quedo bajo la tutela de Aurelio M. Delgado como presidente, vicepresi­dente Pedro Inzunza, tesorero Manuel J. Esquer, vo­cales Antonio Echavarría y Miguel Moreno. La élite política y económica de la época, ni más ni menos. Finalmente, por diversas razones, Manuel J. Esquer quedó al frente de la or­ganización de la fiesta carnestolenda.

Dentro de los preparativos, podemos citar la presencia de agentes de la Cervecería de Sonora para participar en el desfi­le de carruajes a celebrarse el martes y en donde distribuirían diez cajas del sabroso líquido durante el recorrido.

En Mazatlán embarcaron el confetti y la serpentina que serán usados en el carnaval. El baile de fantasía que se ce­lebrará el lunes, sería en casa de Antonio Echavarría, para lo cual ha sido contratada la orquesta de Nío, muy conocida en la población.

El jurado que calificará el gusto artístico con que sean ador­nados los carruajes del carnaval, y que decidirá a cuáles corres­ponden los premios, será integrado por: Guillermo C. Wilkins, Carlos D.W. Smith y Guillermo Hiks, y se instalará en la plaza Hidalgo. Para la organización del desfile de carruajes del mar­tes se comisionaron a Serapio López y José Sabás de la Mora.

Como cincuenta niños están registrados para disfrazarse para los combates de calle. La prefectura del distrito prohibía, bajo penas muy severas, el uso de la harina, añil, etc. Además, las personas que fueran a disfrazarse, debían contar con el per­miso correspondiente, el cual erá expedido gratuitamente en la prefectura del distrito, de lo contrario no participarían.

Voz del Norte regalaba a sus suscriptores locales un volan­te de dos tintas, conteniendo los versos del papaquis, al resto de la gente se le vendía a un centavo en la imprenta.

A continuación se apunta una crónica de las fiestas del car­naval, extraída de las generosas páginas del periódico Voz del Norte.

El domingo a las cuatro de la tarde las comparsas recorrían las calles, la orquesta estaba instalada en el kiosco y una banda daba vuelta a la plaza Hidalgo, seguida de muchos disfrazados y de gente del pueblo. A las cinco de la tarde la concurrencia a la plaza Hidalgo era numerosa y los combates de confetti entre caballeros, señoras y señoritas tan frecuentes y reñidos, que en pocos momentos quedó el piso tapizado por comple­to. Caballos y mulas tiraban de muchos carruajes en los cuales iban señores y señoritas enmascaradas verificando un nutrido y constante fuego de serpentinas, el que les era contestado de una manera vigorosa de todas las puertas, ventanas y azoteas.

De repente, el sol pintó de amarillo las nubes que había esparcidas en el cielo y las sombras, como invisible e impalpable lluvia, comenzaban a descender envolviendo la villa en un turbante de crespones negros. A esas horas y en el casino hubo una batalla descomunal entre rusos y japoneses, en el que las señoritas derrotaron a los caballeros.

Al día siguiente, con el mismo entusiasmo, uno que otro nuevo disfraz de calle, las músicas tocando alegremente, constante guerra de confeti, inmensas serpentinas, pero au­sencia total de las principales señoritas quienes estaban alis­tándose para el baile de fantasía que dio principio a las ocho y media en la casa del prefecto del distrito.

El conjunto resulto armónicamente fantástico, sobre una alfombra y entre una lluvia de confeti y bajo los giros capri­chosos de las serpentinas, destacaban las esbeltas figuras de las bellas participantes, que haciendo derroche de gracia unas se lanzaban en el torbellino de un vals, otras se batían valientemente, formando bandos de rusos y japoneses entre los cuales la victoria era muy variable, pues tan pronto se veía correr derrotados a un grupo de nipones como veíamos decir­se el triunfo a favor de los moscovitas.

Eulalia Robledo representando la noche vestía traje de va­poroso tul y negro moiré, cubierto de refulgentes estrellas, era un símbolo perfecto de las sombras. El traje de coral es­taba admirablemente representado por Chata Avilés, fondo de raso verde mar, cubierto de finísima tela del mismo color, adornado de conchas de nácar y ramos de coral. Delfina Echa­varría llevaba un traje de fantasía, estilo de Hermon Francia. La señorita Jesús López y Pérez, de Gloria, con vestido blanco de vaporosa seda, bordada de lentejuelas plateadas.

Fany Guzmán, de cabellera blonda, ataviada de andaluza, falda roja y negra, torera de felpa negra bordada de áureas lentejuelas, y lucía sobre su cabeza rubia una elegante sevi­llana. Elisa Echavarría, personifica una bailarina, vestida de amarillo y rojo, con bordados de cañutillo y lentejuela, tur­bante de tela de oro y felpa libor, adornado con la simbólica estrella morisca. Parecía un hada de las mil y una noches.

Carlota Cota, con su traje de reina, de rosa pálido y cres­pón de seda, de bordados de oro y plata, semejaba la empe­ratriz del salón. Chayo Avilés, con su traje de primavera, de raso sembrado de flores rojas y ligero sombrero primavera con igual confección a la del vestido. Concha Valdés represen­taba el estío, traje crema ligero con flores purpurinas y dora­das espigas de trigo y sombrero. Rosita López disfrazada de húngara, su traje era de seda roja, adornado con petatillas de verde listón, dejando adivinar sus formas esculturales. Chuy López y Sánchez, otra guapa manola, de rojo y amarillo y es­taba sumamente graciosa.

María López encarnaba la “tarjeta postal”, traje claro y va­poroso, adornado de tarjetas postales colocadas artísticamen­te y un gran tarjetón en el busto. Carmelita Pozo, una bohemia suprema, lucía un traje negro, amarillo y rojo que le sentaba maravillosamente. María Aguirre, traje azul celeste, adornado de brillantes estrellas, parecía realmente el cielo del que era un perfecto símbolo. Carmen Sais y la señorita Clotilde Inzunza, vestían blancos trajes que realzaban sus encantos.

Catalina Avilés llevó un traje rosa y verde con letras platea­das y negras, representaba el alfabeto. Josefita Pérez llevaba un traje blanco y adornado con lindas golondrinas. Un ángel puro e inmaculado representaba Enedina Gaxiola, con fondo rosa, y alas refinadamente hechas. Cuca Moreno y Cuca de la Vega vestían trajes de seda roja con sombreros adornados de flores. Dolores Valdés vestida de seda, su traje estaba sembrado de hojas de vid bien reproducidas. Mercedes Valdés como “reina de corazones”, su vestido era blanco con rojos corazones. Ja­cobita Aldaco de española, traje de seda roja, torera de negro terciopelo y bordada de oro.

Entre los caballeros portaban traje de fantasía José Ma­ría Cañedo y Manuel Elenes Gaxiola, de representantes de la convención francesa; Lic. Luis Monzón y Luis Cota de eti­queta inglesa; Refugio Pantoja de Mefistófeles, Felipe Rive­ros –años después sería gobernador de Sinaloa– de Tío Sam, Ignacio Elenes Gaxiola de mosquetero, Carlos Cota junior de contrabandista, Francisco Serrano –llegaría a ser uno de los generales más importantes de la revolución mexicana– de mosquetero, Manuel Castro de pierrot, Luis Moreno de conde y Rafael López de torero. El baile amenizado por la orquesta de Nío finalizó a las cuatro de la mañana del martes, y a la una se brindó en honor del gran ausente Dr. Enrique González Martínez, a solicitud del prefecto Antonio Echavarría.

El martes, fue de llover y llover fuerte desde que amaneció hasta ya entrada la mañana. El viento frío, el cielo nublado y el continuo chispear de las nubes hicieron nacer la desconfianza de algunos de si se verificaría el paseo de carruajes, pero afor­tunadamente el tiempo mejoró visiblemente al medio día, por lo que se reanudó la tarea de adornar los carruajes.

A las tres de la tarde se cerró el comercio, se instaló la or­questa en el kiosco, en tanto que se organizó en la calle Porfirio Díaz, hoy Miguel Hidalgo, el desfile de carruajes. Al frente de la marcha iba banda, enseguida los corredores de a pie y en bici­cleta y seguían los carruajes adornados en el siguiente orden:

Primero el de las señoritas Juana y Catalina Avilés, de fo­llaje y vistosas flores, llevando a la niña Ernestina Inzunza vestida de bola de nieve. Enseguida el de las señoritas Jesús y Rosa López, con una elegante arpa eólica de bordones do­rados en la parte posterior y todo el adorno de flores y estre­llas. Después el de las señoritas Jesús y María López, de dos ruedas, aparentando una barca de vapor. En cuarto lugar el de las señoritas Francisca Guzmán, Elisa Echavarría y María Aguirre, acompañadas de Felipe Riveros. Este carruaje ganó el primer premio. Todo él estaba recamado de flores rojas y amarillo-oro, cojines de raso rojo, arneses forrados de raso rojo y con flores amarillas, producía una impresión magnífi­ca, añadiendo que las paseantes iban vestidas de arlequines con trajes amarillos y confección roja, lo que hacía aumentar un ciento por ciento la belleza de este carruaje. Seguía el de las señoritas Chayo, Elisa y María Avilés y de José María Cañe­do. Continuaba el de las señoritas Delfina Echavarría, Eulalia Robledo, Concha Valdés y Jacoba Aldaco. El adorno de este carruaje era rosa y blanco, verdaderamente artístico, todo pintado de blanco y dorado, con ruedas y fachada superiores a todas las otras, llevando delante una media luna donde se apoyaba la señorita Eulalia Robledo, vestida de noche y atrás una artística lira blanca con cuerdas de oro. Obtuvo el 2° lu­gar. En el siguiente sitio el de la Cervecería de Sonora, en que iba una torre de cajas y botellas de cerveza. Posteriormente muchos carruajes de particulares cerraban el desfile.

Al concluir la marcha, se ordenaron los carruajes en la ex­planada frente a la plaza Hidalgo y se les tomaron fotografías. El juego se hizo general, pero comenzó a lloviznar y hubo que refugiarse en el casino, en donde al son de un aguacero y de las brillantes notas de la orquesta se bailó alegremente hasta las nueve de la noche.

Son estos alegres y evocadores recuerdos del centenario carnaval de Mocorito, una de las fiestas más importantes del patrimonio cultural de los mocoritenses, que este año se ce­lebrará del 11 al 15 de marzo.

*Cronista de Mocorito.

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