CARLOS VARELA NÁJERA
Hay un momento en el cual ustedes no piensan suficientemente, estoy persuadido de ello, porque ustedes viven en él, como en vuestra atmósfera natal, si puedo decir, lo que se llama: el aburrimiento. Ustedes quizás jamás han reflexionado bien hasta qué punto el aburrimiento es típicamente algo que llega incluso a formularse de la manera más clara, como que se quisiera “otra cosa”. Bien se pueden comer m… pero no siempre la misma. Todo esto, son especies de coartadas, de coartadas formuladas, ya simbolizadas, de esto que es esta relación esencial con “otra cosa” (Jacques Lacan).
La pandemia que azota el orbe mundial se ubica en un más allá del principio del placer, pudiéramos decir, en un pánico con rostro de goce, la raza humana ha sido capturada por un virus letal, que nos somete al capricho de Tánatos. Aunque muchos nieguen el virus, otros mueren a causa de eso inexistente, difícilmente podríamos hablar de una sugestión masiva, sino de un hecho que cobra vidas, aunque haya opiniones y sentencias diversas como afirmara Nietszche, o como el viejo Chroback, dijera, el hecho de que se niegue no significa que no exista, (esto con respecto a la cosa sexual). Innegablemente he conocido amigos que han perdido a sus seres queridos, incluso pacientes, que han sucumbido a esta pandemia, dejando un rastro indeleble de dolor y frustración.
Freud el “odiadoamado” supo siempre que las fuerzas de la naturaleza doblegarían las fortalezas del narcisismo, éste se apropia de nuestros cuerpos, es otro virus no menos mortal ese narcisismo, siempre deja secuelas, uno de ellos mortífero, pensar que somos el centro, el más sabiondo, el más bello, el indestructible, el deseado por toda la gente, al que todos le deben rendir pleistesía, secuelas virulentas cuya impronta subyace en lo inconsciente al hacernos creer que somos inmortales.
Y aunque hay diferentes teorías que hablan del origen de este virus desde el famoso libro digital Sopa de Whuan hasta Bill Gates y la 5G, estas teorías conspirativas quedan en lo nebuloso del mito que luego se vuelve mitote, otra es la realidad, lo humano diezmado, no sin señalar la función mercantil y capitalista que en algunos lugares encarecen los materiales necesarios para dar protección al sujeto. Freudianamente pudiéramos decir que es la naturaleza vuelta contra la propia persona, como una de las reglas de la operatoria pulsional, sistema maquínico que nos pone contra la pared y nos goza.
Saber que estamos determinados por el otro le ha costado muchas críticas al psicoanálisis, pero indudablemente frente a este otro virus que amenaza, tenemos que quedarnos en casa, ya que el Covid-19 está en nuestra búsqueda para contagiarnos, es algo del orden del terror, estar acechados por el enemigo invisible. Esto da vida a cualquier creencia religiosa, ya que estamos en espera de ser capturados, fagocitados por ese virus mortal, me recuerda la película de ciencia ficción El demoledor con Sylvester Stallone y Sandra Bullock, ya que en esa época no existía la relación sexual, ¿dónde he escuchado eso? era cosa del pasado, y besarse podía contagiarse, de tal suerte que la pulsión se satisfacía de un exceso de memoria, pues esta ciencia ficción, no está muy alejado de nuestra realidad viral, porque el futuro aparece muy incierto, ya que siempre estaremos amenazados por el otro…que puede infectar.
Uno de los factores que aceleran el contagio es el no hacer caso a la autoridad, la función de autoridad queda desoída frente al imperativo superyoico de goce, pareciera que el imperativo que implica una suerte de renuncia al placer debe ser cuestionado, tal como Gerardo Arenas lo anuncia. De igual modo, ese imperativo de lavarse las manos plantea Arenas aparece como una enfermedad, el higienismo en su máxima expresión, Gerardo analiza el concepto de aburrimiento ya que frente al imperativo ¡quédate en casa! aparece el aburrimiento, Gerardo Arenas, citando a Lacan sostiene que el aburrimiento es signo de que estamos habitados por el deseo de otra cosa, el aburrimiento es signo de un deseo de diversión, un deseo de romper la rutina, entonces habría que quedarnos en casa y que el aburrimiento abra las puertas al deseo de otra cosa.
*Doctor en educación, Lic. en psicología