ADALBERTO GARCÍA LÓPEZ
Cuando pensamos en Sinaloa y la poesía, rápidamente vienen a nuestra cabeza la obra de Gilberto Owen, los periodos de Amado Nervo y Enrique González Martínez en Mazatlán y Mocorito, respectivamente. Pero qué ocurre en el territorio sinaloense después de estos autores, cuál es la aportación que Sinaloa hace a la poesía mexicana después de las primeras décadas del siglo XX. Creo que la poesía de Mario Bojórquez (Los Mochis, 1968) es la principal aportación de Sinaloa a la literatura nacional desde hace varias décadas, principalmente por una forma especial de pensar la poesía, una refundación del lirismo.
Con un pie en la tradición, Mario Bojórquez nos ofrece en El deseo postergado (Círculo de Poesía Ediciones, 2018) uno de los libros más álgidos de los últimos 30 años en la poesía mexicana y el libro de mayor potencia en la lírica estatal. Se trata del primer libro de un autor sinaloense que recibiera el Premio Aguascalientes de Poesía en 2007, es decir, el premio más importante en México para una obra inédita y que lo han merecido poetas como José Emilio Pacheco o Eduardo Lizalde, entre otros. También mereció en España el Premio Alhambra de Poesía Americana en 2012.
El deseo postergado se concentra en la procrastinación, la incapacidad de concretar las acciones que debemos realizar, es la figura de Tántalo que estira la mano y no obtiene lo deseado. Es una poesía del fervor, como bien apunta Alí Calderón al pensar en la modulación lírica de Bojórquez. Recordemos a Amado Nervo: “El deseo es un vaso de infinita amargura”. No cambia aquí, en este libro; el deseo no concretado es un adentrarse en el abismo que hay en el alma humana, es la condición atroz que obliga a repetir su sentencia:
Quieres llorar porque no tienes
Una frase de aliento que dispense
La ruina de tus huesos
Que sostenga tu espalda
En el abismo de la silla
Consumido tu corazón
Por sangre vuelta agua
Desastrado en su pulso
Te tiembla una pestaña
De esta fisura emotiva se despliegan una serie de temáticas: el retorno como una posibilidad de juicios negativos o desprecio, el inexorable paso del tiempo, la flaqueza de los intentos por cambiar el rumbo de lo vivido, la negación del amor, el destierro propio como única redención posible, el desastrado corazón que busca seguir en pie. Así, pues, el deseo inextinguible toma distintos rostros, se conduce por nuevos caminos en el ánimo del yo lírico. El mismo deseo que toma diversas máscaras es el que ajusta y aprieta el pulso del corazón, pero que no lo termina. Un decir renacentista que ahora, en vez de recibir el juicio de Dios, soporta el propio que es el más cruel, el menos misericordioso:
El hueco susurro de mi voz en nada altera al aire
Te respondo en un gesto ya estudiado
A qué agregar vanas noticias de un corazón desnudo
Si el bajo tono de tu voz aclara lo que yo ya no digo
Lo que nadie me dice
El deseo postergado, no concretado en la obra de Mario Bojórquez significa la fisura fundamental de la vida y, por lo tanto, el eje donde este universo verbal descansa toda su compleja y precisa maquinaria. Este es un libro que nos recuerda que la verdadera, la auténtica poesía siempre nos hiere con su luz y que casi siempre en la tristeza y el dolor se encuentra la belleza.
*Poeta sinaloense, traductor y editor