Por: Teodoso Navidad Salazar
Habíamos charlado por teléfono la víspera para concertar la cita. Desde ese momento supe, sin conocerlo, que sería una plática agradable. No me equivoqué. La mañana siguiente corroboré que se trataba de todo un personaje. Al ingresar a las instalaciones de la supervisión nos saludamos como si fuésemos viejos conocidos. La grabadora lo inhibió al principio, pero ya en confianza, lo acompañé a reencontrarse con sus vivencias.
Me describió entre otras muchas cosas, la comunidad de Aguapepito, sindicatura de Sataya, en el hoy municipio de Navolato, donde nació, el 26 de septiembre de 1943. Recordó los años de su más tierna infancia, los juegos con sus hermanos y niños de su “camada”. Los trabajo que pasaron sus padres, Manuel Guzmán Valdés y Guadalupe Cázares Ramos, para formar a la familia; el primero dedicado a las duras labores del campo y la segunda, a quehaceres de la casa y la crianza de los hijos.
Me comentó que fue el mayor de siete hermanos a saber: Berta Alicia, Reducinda, Gustavo, Guadalupe, Manuel y Veneranda.
El maestro Lino es un hombre enamorado de la tierra que lo vio nacer, basta con oírlo hablar de ella. Ahí estudió hasta cuarto año; señaló que los muchachos de ese entonces fueron muy afortunados pues tuvieron oportunidad de ser alumnos del profesor Toribio Medina Bobadilla, quien los impulsó a continuar estudiando. Nos envió a Culiacán. A unos les buscó acomodo en el internado, en la prevocacional y a otros, como fue mi caso, en la escuela Álvaro Obregón, donde terminé sexto año ya un poco crecidito. Dicho maestro dio seguimiento a nuestra trayectoria lo cual, a mí, me permitió concluir la secundaria en l
a pre vocacional, becado por tres años.
Más adelante, el maestro Lino, comenta…Terminada la secundaria regresé a casa para ayudar a mi padre durante un año. Era el mayor y consideré que me correspondía apoyar a mis hermanos, pues se les veía intención de estudiar.
La situación económica era difícil. Mi padre era muy responsable y valoró mi decisión; pensó que no era justo que yo me sacrificara de esa manera y realizando un esfuerzo extraordinario quiso que todos estudiáramos. No estudió el que no quiso. En ese entonces, mi hermana Berta Alicia, que siempre estuvo pendiente de sus hermanos y a quien consideramos como una segunda madre, pese a ser menor que yo, llegó un día a la casa y me dijo: ya te inscribí en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio- que era donde ella estudiaba- y tienes que ir.
Hasta ahí llegó el jovencito Lino Guzmán a recibir enseñanzas y consejos de maestros de la talla de Isidro Salas Barrón, Santiago Zúñiga, Berta Salas, entre otros. Hizo equipo de trabajo con otros estudiantes que como él, tenían deseos de superación, entre los que recordó a Loreto López Espinoza, Encarnación Obeso Gaxiola, Fortunato Palazuelos Lugo, Gonzalo González y Regino López Acosta.
Al ingresar a dicho Instituto, en 1964, obtuvo un interinato en el ejido Felipe Ángeles, del municipio de Ahome. Fue la prueba de fuego…cuando llegué, me sentí como un pajarito desprotegido…. Nunca había estado frente a grupo, pero los maestros y el director me apoyaron.
Con esa primera experiencia este joven aprendiz de profesor, asistió a clase los fines de semana y combinó la teoría con la práctica. Se dio cuenta que tenía madera para la docencia. Se apoyó en los compañeros que comentaban sus experiencias, intercambiaban estrategias metodológicas, dinámicas grupales y todos aquellos elementos didácticos que permitían mejorar su labor. Sus maestros del Instituto los sacaron de apuros en sus primeros escarceos magisteriales.
Luego vendría la plaza de maestro municipal, en el ciclo escolar 1964-1965, desempeñando su tarea en la comunidad de Las Bebelamas, sindicatura de Las Tapias en la zona escolar de la maestra Isabel Ánsar de Flores; posteriormente fue asignado a El Cedrito, sindicatura de Sanalona. Al terminar sus estudios, gracias a la gestión del maestro Erasmo Cantú Blanco, obtuvo una plaza Artículo 123 y el azahar lo llevó hasta la comunidad de El Sabino, municipio de El Fuerte, en septiembre de 1967, siendo supervisor el recordado y muy querido maestro Miguel Castillo Cruz. Al año siguiente llegó la tan esperada plaza federal, asignándolo a la comunidad de El Aguajito de Bajahui, municipio de Choix, de la misma zona escolar, donde laboró cuatro años.
En 1971, llegó a la comunidad de Montelargo, Navolato, cuyo supervisor era Guadalupe Ramírez Aguilar. Dos años más tarde el destino lo llevó a ser profeta en su tierra. Se le recibió con el afecto del hijo que, aunque ausente por la responsabilidad de su trabajo, nunca se olvidó de la tierra que lo vio nacer. Para entonces Guzmán Cázares era un joven maduro, con experiencia acumulada y se dedicó durante nueve años a desempeñar su labor con renovados bríos.
Estaba en casa, y eso lo comprometió a dejar huella, no podía fallar; ahí estaban sus padres, sus hermanos, parientes y amigos de su infancia, y echó abajo el dicho de que nadie es profeta en su tierra. En su pueblo natal fue un maestro muy querido, que lo llevó a apadrinar dos generaciones de estudiantes de primaria y una de ellas llevó su nombre, y fue padrino de la primera generación del jardín de niños de la comunidad.
En 1978, se estableció en Culiacán. La familia crecía y tenía necesidad de estudiar y mejorar. En esa fecha la autoridad dispuso su cambio encomendándole la fundación de la escuela Ricardo Flores Magón en Campo El Diez; ahí laboró otros nueve años. Por méritos propios obtuvo la plaza de director efectivo; otros tantos años desempeñó su trabajo en la escuela Patria del Infonavit Las Flores, en la ciudad de Culiacán. En 1981, obtuvo la doble plaza. Aprovechando su experiencia, el maestro Servando Reyes Romero lo invitó a trabajar a la supervisión medio tiempo primero, y posteriormente se incorporó con ambas plazas.
Cabe destacar que apenas iniciado en el magisterio Lino Guzmán contrajo matrimonio con la jovencita Rosario López Medina, quien será la compañera de toda la vida, ella es originaria de la misma comunidad de Aguapepito, y también incursionó en el magisterio. Procrearon seis hijos: Anabel, Lino, Fabricio, Jaime Misael, Alba Nidia y Briseida.
Nuestro entrevistado afirma que su esposa fue pieza muy importante en la formación de sus hijos, a ella le debe el que todos sean hombres y mujeres de bien, profesionistas que hoy sirven a la sociedad en distintas trincheras.
Al hablar de sus hijos, de su esposa y de su profesión, percibo que los ojos del profesor Lino Guzmán se nublan ligeramente por la emoción, su voz parece quebrarse, se hace más pausada y baja la vista momentáneamente. Con la voz entrecortada por los sollozos, comenta: Fueron años muy difíciles -me dice emocionado- mi gran satisfacción fue ser maestro rural. Haber podido servir a mi patria. Creo que valió la pena. No hice todo lo que quise, pero hice todo lo que pude para cumplir con la responsabilidad que se me entregó.
Ya repuesto del momento emotivo, me dice: Usted como maestro sabe que trabajar con niños es algo muy delicado, tener oportunidad de inculcar no sólo los conocimientos sino buenas costumbres, buenos hábitos y el amor a México, es algo que me llena de orgullo. Creo que aunque me hubiera gustado ser médico, no me equivoqué al ser maestro.
Invito a los maestros a que junto con los padres de familia trabajen en el rescate de los valores, en el fomento al hábito de la lectura, que se preocupen por los niños para que haya un México mejor.
A punto de tramitar su jubilación, el profesor Lino Guzmán Cázares se desempeña como Auxiliar administrativo de la supervisión escolar 07 a cargo del maestro Servando Reyes Romero (otro destacado mentor que no sólo ha destacado en la labor docente, sino en el impulso al deporte).
El maestro Guzmán sembró la semilla del conocimiento y el valor de la amistad; valores en sus alumnos y una buena labor social en las comunidades donde trabajó. Por ello hoy cosecha el afecto y respeto de padres de familia, de sus compañeros maestros y del personal de la supervisión donde hoy trabaja.
Lino Guzmán ha recibido innumerables reconocimientos de compañeros maestros, alumnos y padres de familia, amén de las medallas al Mérito Magisterial Rafael Ramírez, que otorga el gobierno del estado por los treinta años de servicio, así como la Ignacio Manuel Altamirano, con la que el gobierno de la república condecora a quienes han cumplido cuarenta años en el servicio educativo; pero la mejor satisfacción son los reconocimientos de sus compañeros y de sus alumnos- comentó finalmente.
* La Promesa, Eldorado, Sinaloa, julio de 2017
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