Por: Alberto Ángel El Cuervo
La fiesta se acerca… Prácticamente está en la puerta la celebración… Todo es un alboroto, los comercios abarrotados, los restaurantes y demás centros de diversión son hasta motivo de grandes pleitos por no darse abasto con tanta demanda… Yo, no puedo evit ar que la tristeza aparezca en mi rostro… En años anteriores, formaba parte de la euforia de esta celebración…
Este será el primer año que en vez de darle un beso la busque entre los ángeles que (quiero pensarlo así) me protejan… Será el primer año en que no podré hacer desde el escenario, la broma que ya era parte de una rutina en mi espectáculo…
—El 10 de mayo, es una fecha en la que gano muchas apuestas…
—Jajajajajajaja… ¿en las apuestas…?
—Sí, salgo a pasear del brazo de mi mamá y les gano la apuesta a aquellos que juraban que no tengo…
—¡Claro que tiene… Mucha madre y aquí estoy presente…!
Y la gente dejaba unir el aplauso a la carcajada por la ocurrencia de mi madre siempre recordada…
Siempre necesaria… Siempre protectora… Siempre comprensiva y consejera cierta y certera… Siempre…
Siempre… Este será el primer año en que le cante a todas las madres en su día menos a la mía… O quizá sea mejor decir que le cantaré también pero mi canto irá a buscarla a otro plano… A otra dimensión… A otra realidad…
Siempre es de importancia primordial la figura materna… Desde todos los puntos de vista. Pero en el caso de nuestra cultura cobra una dimensión muy grande y particular. La figura materna en México ha sido incluso motivo de estudios filosóficos, literarios, inspiración de poetas y cancioneros, pintores y en general de todos los trabajadores del arte… Así, basta con que busquemos en el acervo poético para encontrarnos con una infinitud de obras dedicadas de una manera o de otra a la figura materna… Incluso en fechas en las que supuestamente no se festeja a la madre, ella siempre está presente… Aquellas noches mágicas de las navidades en casa de la abuela, era infaltable el momento en que Mamá Candita callaba a todos para poder escuchar en su enorme mueble que contenía una enorme cantidad de bulbos para captar y transmitir la también infaltable interpretación de Manuel Bernal, el declamador de América, ese poema que invariablemente motivaba que todos, terminaran bañados en llanto en la intención un tanto masoquista que parecía una intención volitiva y consciente porque quizá el no llorar bajo el influjo de “El Brindis del Bohemio”, pudiera significar que no había en el hijo, la sensibilidad necesaria para corresponder el amor materno… Por contagio o por la razón que fuere, yo buscaba el abrigo de los brazos maternos y ahí daba rienda suelta al llanto cuando Manuel Bernal llegaba a la cúspide de su interpretación declamada… “¡Por mi Madre! Bohemios, /por la anciana que piensa en el mañana /como en algo muy dulce y muy deseado,/ porque sueña tal vez, que mi destino me señala el camino/ por el que volveré pronto a su lado…” y al terminar, sólo se escuchaban los sollozos generales…
Los abrazos a la abuela, a la esposa, a la mamá y las palabras-promesas porque siempre siempre “te voy a amar… Siempre, mamá…” y en ese momento, yo abrazado a mi madre, lo que más deseaba era regresar el tiempo y volver a aquella mecedora donde mi cansancio infantil se abandonaba en sus brazos escuchando la voz de dulzura incomparable canturreando… “señora santanaaaaa…/ por qué llora el niñooooo…/ por una manzanaaaaa…/ que se le ha perdido…/
—Mami…
—Dime mi amor…
—¿Es cierto que los niños también se mueren…?
—Pues, sí… Pero no pienses en eso…
—¿por qué…?
—Porque es mejor que pienses en que te faltan muchos años para vivir muy contento…
—Y después… ¿Nos morimos enojados…?
Y mi madre, siempre acorralada por mis preguntas, daba por terminada la plática diciéndome “mejor ven, vamos a bañarte y luego te voy a cantar mientras te estoy meciendo en la hamaca para que se te quite el calor…”
Y ahora… ¡qué hago ahora…! ¿Cómo hago para recuperar esos cantos, esa protección, ese sentir que nada podía pasarme si mi madre me cantaba… Cómo hacer para poder abandonarme al sueño de hamaca sin pensar en nada sabiendo que al despertar ahí estaría ella…? El arraigo materno tan exacerbadamente nuestro, dijo el maestro Octavio Paz, se debe en parte a que los mexicanos somos por herencia, hijos de padres abandonantes… Los atavismos culturales que continúan firme y profundamente arraigados en el común de la población son resultado de los hechos de que la mujer fue seducida y poseída por el hombre que vino del mar y después la abandonó impíamente y se vieron en la necesidad de cubrir los roles maternos y paternos en nuestro México mestizo, nuestro aquel México colonial. Por ello, la fijación y la ponderación extrema de la figura materna, de su amor, su consejo, su autoridad y ese inmenso temor a faltarle porque se cumplirían las amenazas infernales que acechan constantemente al mal hijo… Esos atavismos, nos dijo el maestro Paz en su libro “El Laberinto de la Soledad”, nos han convertidos en unos hijos de la chingada como una carga… Porque los padres abandonantes sirvieron para hacer que la madre se rajara, se abriera y se la chingaran… Por eso un insulto gravísimo en el mexicano es que alguien le diga que es un hijo de la chingada, porque le va a remitir necesariamente al momento filogenético del abandono por padre del padre conviertiendo a los hijos así, en unos hijos de la chingada… Habría que terminar con esos atavismos, dicen muchos sociólogos y psicólogos sociales… Habría que arrancar de raíz esos sentires y pensares que no nos permiten crecer maduramente para poder ser triunfadores y dejarnos de una vez por todas del sentimiento derrotista que nos envuelve, de ese pavor a enfrentar la figura paterna y triunfar sobre ella para reivindicarnos y ser felices dejando de representar a esos hijos de la chingada que se mantienen con miedo y culpar mil impidiendo su crecimiento… Quizá tengan razón… Quizá estén equivocados… Pero ¿qué importancia puede tener el razonamiento filosófico y psicosocial que nos lleve a esas conclusiones cuando se trata de valorar el valor, el significado profundo de la entrega de la madre mexicana a sus críos? ¿Qué puede saber mi psicoterapeuta acerca de la enorme necesidad que brota en mí cuando recuerdo el cántico de mi madre en aquella mecedora cuando me sentía absolutamente protegido…? “A la ruru neneeeeee…/ a la ruru yaaaaaaaaa…/ duermase mi niñooooooo…/ duérmaseme yaaaaa…”
Hace ya muchos años, me encontraba en el estudio de grabación con mi querido y admirado amigo Humberto Cravioto… Estábamos grabando nuestro primer disco a dueto y primer disco con acompañamiento de banda sinaloense… La canción en turno esa “Cariño verdad”; Humberto, por alguna razón, se veía se sentía extremadamente conmovido al estar interpretando esta canción…
—¡Por ti abandone a mi madreeee/ y solita la dejéeeeeee/ sin preocuparme siquiera/ sí tenía que comeeer…
—¡Listo, queda, vengan a escucharla, pero creo que quedó estupenda, muy emotiva toma…
Y al entrar a la cabina a escucharnos, El policía de aquel estudio Cristal de Polygram, entró con rostro compungido… “Señor Cravioto, tiene una llamada urgente… Puede tomarla aquí en la extensión del estudio…”
Humberto contestó y solamente vi que una lágrima le escurría por la mejilla… “tengo que irme… Mi jefecita acaba de fallecer…” Me conmovió mucho, logicamente. Pero hoy puedo decir que no alcanzaba a comprender en ese momento lo que significaba realmente la ausencia materna. Pasarían muchos años para poder tener claro lo que esa vivencia podía motivar en el corazón… Murió mi padre, mi viejo amado y admirado y el dolor se hizo rancio en el alma… Mi madre aprendió a vivir sin su “novio” su amor, con una tristeza callada continuó su camino al que por momentos gritaba que deseaba abandonar… 65 años juntos… Una eternidad… Aquella niña que no conoció más amores que los de mi padre, su esposo, por momentos era un fantasma a la espera de cruzar al otro plano… Y vino su despedida… Y su ausencia golpeó de una manera inimaginable a los cinco hermanos… No hubo culpas, porque siempre le amamos y nos dejamos amar y proteger por ella, siempre hubo ese contacto y esa charla… La dejamos ir amorosamente… Juntos… pero este será el primer día de las madres que pase sin ella… Nunca más podré tener su voz bellísima y tierna cantando “señora santanaaaaaaa/ señor san Joséeeeeeee…/ por qué llora el niñoooooo…/ que yo no lo seeeee…” Vaya esto a manera de homenaje para ti con todo mi amor y esta gran necesidad de tu canto en mis insomnios, Mamá.
* Intérprete, compositor, pintor