Por: Sylvia Teresa Manríquez
La libertad de decir las cosas
I
A los hombres, a las mujeres
que aguardan vivir sin soledad,
al espeso camaleón callado como el agua,
al aire arisco (es el aire un pájaro atrapado),
a los que duermen mientras sostengo mi vigilia,
a la mujer sentada en la plaza vendiendo su silencio.
En fin, diciendo ciertas cosas reales
en una lengua unánime, amorosa;
a los niños que sueñan en las frutas
y a los que cantan canciones sin palabras en las noches
compartiendo la muerte con la muerte,
los invito a la vida
como un muchacho que ofrece una manzana,
me doy fuego
para que pasen bien estos días de invierno.
Porque una mujer se acuesta a mi lado
y amo al mundo
Poema “Donde sólo se habla de amor”
de Juan Bañuelos
Marzo se fue, y se llevó al poeta mayor Juan Bañuelos, tenía 84 años. Tuve oportunidad de platicar varias veces con él. Recuerdo la primera vez que charlamos, en Hermosillo en junio de 2010, estaba entusiasmado con el trabajo de las y los escritores sonorenses; además, decía que la gente de Sonora le conmovía porque sentía que entraba en contacto con el público en cada lectura.
Agradeció todas las puertas que se abren en nuestro estado para que vengan diferentes voces de otras partes del país y del mundo. Reprobaba que algunos escritores y escritoras tuvieran que callar debido a la censura. Por eso le parecía muy importante el hecho de que Sonora convoque a las y los creadores a reunirse y compartir lecturas, trabajos y puntos de vista, porque es síntoma de madurez de la gente de estas tierras; y esperaba que los gobiernos se den cuenta de esto y apoyen más a eventos culturales como los encuentros a los que él acudía.
En noviembre de 2013 se le rindió homenaje en el Encuentro Iberoamericano de Escritores “Bajo el
Asedio de los Signos”, en Ciudad Obregón y se reeditó el libro Espejo humeante, que en 1968 le hizo acreedor al reconocimiento mexicano más importante en poesía, el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes.
En Ciudad Obregón Juan Bañuelos reflexionó sobre su propio trabajo, dijo que tuvo oportunidad de ver lo que ha hecho en su poesía, completamente arraigada a su pueblo indígena de Chiapas, a Centroamérica, reflejando una problemática que se ha multiplicado por todo el país.
Estaba consciente de que nos tocó vivir los años del desorden, el atropello y las catástrofes más desorientadoras que hemos vivido y de que, por fortuna, todo es cambio, por eso creía en la humanidad, en la libertad y en la verdad.
Por la filosofía se sabe y por la poesía se nace, decía Bañuelos. Proponía una poesía de visiones, que hiciera germinar la actitud revolucionaria hacia la adversidad, una actitud que cambiaría al mundo.
Según este poeta, nadie es verdaderamente artista hasta que se libra de la mediocridad del ambiente, de la vanidad y del entusiasmo barato. La poesía de hoy debe ser una violencia organizada en contra del lenguaje poético anquilosado, que está al servicio de una clase en decadencia en el poder, decía.
Se sentía víctima y cómplice del verdugo, lleno de humillación pero también de ira, se sabía poeta de su tiempo, cronista de un mundo ávido de pan y de concordia, dejando su obra poética como testimonio.
Tenemos que escribir, me dijo Juan Bañuelos, con la verdosidad que necesita México, que nos llene de concordia y de esperanza, para mantener la libertad de decir las cosas.
II
Y es que cuando poeta muere se siente como si también la esperanza amenazara con irse porque se apaga una voz que construía puentes con las palabras, más que armas. Pero cuando se asesina a un periodista, una periodista, las letras no alcanzan para formar puentes. La sensación es de opresión, impotencia, desamparo; y cuando cierra un periódico porque no existen las garantías ni la seguridad para ejercer el periodismo crítico, como publicó el diario “El Norte” en su primera plana, se siente orfandad, desahucio, como si la impunidad estuviera a punto de sepultarnos.
Se secuestra la libertad de decir las cosas.
* Autora y productora Radio Sonora