Por: Claudia G. Chávez
Si me permiten en este espacio de “La voz del norte” estaré compartiendo comentarios de libros que he Claudia G. Chávez leído o presentado, desde mi diván de lectora. En esta ocasión será el libro con el que le rindieron homenaje en Perú al maestro ROBERTO ARIZMENDI.
Este libro de poemas, “Desafío contra el olvido”, va graduando en el espíritu gotas de nostalgia, de los años vívidos, brisas de esperanza en la sangre que corre en las venas y en la de los hijos del futuro, como el poema dedicado a Valerio.
Uno siente en la piel y en la memoria cada recuerdo, cada suspiro de lugares y personas que atraviesan las cuatro estaciones del ser humano. Todas las emociones se filtran en la piel del tiempo, y la vida extiende sus alas de colores infinitos, en este camino sin retorno.
Aquí donde el tiempo se trasmuta en mar, en viento, en horizontes o gotas de lluvia, todos ellos, infinitos, todos ellos termómetros de la vida, van descubriendo y contando cada historia plasmada en la piel de los años, en los aromas que en ese caminar serán descubiertos y recolectados paso a paso.
Aquí ser recolector de emociones o de trozos del ser, nos arma ante el vendaval de holocaustos persistentes en lugares tan desiertos de amor a la vida.
Aquí el calendario de la infancia deja para sembrar un futuro con la belleza de un jardín de paz, la esperanza germinada en cada gota de sangre, en cada flor donde el amor se pose, donde cada nombre, cada ser que nos ame y amemos, resuene siempre como música en el futuro, como canta este poema:
EN PRESENTE Y PORVENIR, TU NOMBRE (pag.29)
Para tu asombro, el tiempo; para tu voz mi tacto. Que no nos deje la historia sueños truncos y que la circunstancia no altere los presagios para construir con precisión los signos
de tu nombre.
Más hubo un verso, en el poema “búsqueda insaciable” (pág.34), que bailo en mi mente, verso irrepetible que lo dice todo:
Sólo el mar con cipreses
en testimonio horizontal del viento
reflujo impetuoso de las olas
océano que acuna historias volcadas
en cada admiración surgida del canto de las olas
y cada vista al infinito
Estas líneas, se quedaron como tatuaje en mi memoria el verso “sólo el mar con cipreses”, danzaba entre verso y verso que proseguía en la lectura. Y no me abandono ni en el final del libro. Y me di cuenta que así como el ciprés es considerado un árbol sagrado en numerosos pueblos antiguos, gracias a su longevidad, a su resina incorruptible y por su verdor persistente le llaman “árbol de vida” que evocan la inmortalidad y la resurrección.
El filósofo chuang-tse dijo: ”las heladas del invierno, no hacen sino resaltar con mayor esplendor la fuerza de la resistencia del ciprés, al que no consiguen despojar de sus hojas”. Simbolizaba la unión entre el cielo y la tierra.
Así cada poema apunta al infinito, aunque el vendaval de sortilegios se plasman en nostalgias y tristezas de este mundo, cada línea tiene su verdor, incluso en poemas donde el dolor, la desesperación, el cansancio de este mundo afloren, dentro de ellos existe ese corazón incorruptible fiel a la poesía que trasmite.
Esta poesía nos lanza a recobrar miradas en ciudades como el Tibet, la Habana, los andes, donde la lluvia cae de tal manera, que su humedad penetra los recuerdos y se expanden en el espíritu. Mas sin embargo siempre la fidelidad a sus orígenes, a la sangre de los abuelos erigida como monolito, en las venas, son la brújula para no perder el cauce. El relieve que la amistad labra en el alma hace recordar la tierra de donde los ancestros siempre nos hacen volver:
LLUEVE EN CAJEME (PAG.40)
En Ciudad Obregón este día, llueve.
Es como una fantasía.
Híbrido juego de tonalidades grises
y bruma de fiesta planetaria.
Ritmo lento, acompasado,
donde el tiempo suspende su carrera.
Apareces aquí, en medio de un diluvio
donde se engendra la esperanza.
El mundo toma aliento
de tu horizonte de bruma.
Mis pies se alimentan de tu lluvia.
cada gota que cae es un recuerdo
un beso dejado al azar en tus pupilas
y un brote de mar para tu amor ilimitado.
Bebo de tu recuerdo
y el tiempo se hace lluvia.
Sopla una brisa cálida.
Otras tardes nacerán de remembranzas
y seremos de nuevo aves-agua
para surcar el espacio,
descubrir otros colores
y construir nuevas ciudades.
Observo el caer de la lluvia
sobre la ciudad dormida.
Yo estoy despierto para sentirte
dormiré también, para soñarte.
Los invito a buscar y leer este libro, para que su poesía
siga fluyendo.
* Licenciada en Derecho y miembro del taller de lectura
“Después del café”