Por: José Carlos Ibarra
BEETHOVEN, al Municipio de Viena
el 1ro. de febrero de 1819*
En 1793, cuando Beethoven tenía 23 años, conoció la Oda de Schiller, y desde entonces, manifestó el deseo de musicalizarla “exaltando la alegría”, y a este respecto Max Steinitzer, uno de los estudiosos de la Obra del genio, dice: “De noviembre de 1823 a febrero de 1824, escribió su op. 125, que lleva por título “Sinfonía y coro final sobre la oda de Schiller a la Alegría, para gran orquesta, 4 voces de solo y 4 voces de coro. Dedicada al Rey Federico Guillermo III de Prusia”, la letra del 4o. movimiento es una adaptación no literal de Beethoven ven sobre la “Oda a la Alegría” de Friedrich Schiller. “El estreno de la Novena sinfonía tuvo lugar el memorable 7 de mayo de 1824, y fue necesario convencer a Beethoven, sentado de espaldas al público al terminar la obra, de que se volviese hacia él para que viese, oír al menos, el júbilo con que su creación era recibida”, aunque no faltaron críticos que dijeran: “La nueva sinfonía de Beethoven es algo monstruoso”. “El más grande de cuantos han intentado “interpretar” la Novena no cabe duda de que es Ricardo Wagner, quien redescubrió la obra para Dresde, copió la partitura de ella y derramó, según se cuenta, lágrimas de emoción a su simple lectura, lo que no es extraño, ya que el músico práctico escucha interiormente, al leer una obra musical, una ejecución ideal incomparablemente superior a cualquiera ejecución real”. Beethoven nació en Bonn el 16 de diciembre de 1770, y en 1792 se trasladó a Viena, en donde desarrolló durante 35 años, su genial obra musical, y como dato anecdótico cabe mencionar, que en ese lapso de tiempo, se mudó de casa en 30 ocasiones.
Los estragos de la sordera, empezaron a manifestarse a partir de 1796, y fueron minando dramáticamente su sentido del oído, hasta perder totalmente su capacidad auditiva, tenía a la mano una libreta de conversaciones, en la que tanto sus asistentes como las personas que lo visitaban, escribieran lo que querían decirle, de tal manera que todos esos sinsabores de su existencia, le causaban profundo abatimiento, pero gracias a su temple moral y admirable fortaleza espiritual, lo sostuvieron en los momentos de crisis, evitando que cayera en la desesperación, y él mismo dejó testimonio de ello, en carta del 6 de octubre de 1802, anexa al Testamento, dirigida a sus hermanos Carl y Joahnn, en la que les dice:
“Recomendad a vuestros hijos la virtud, porque sólo ella nos puede hacer felices, y no el dinero. Hablo por experiencia. Sólo ella me ha sostenido en la miseria a ella debo, tanto como a mi arte, no haber terminado mi vida en el suicidio”. La vida sentimental de Beethoven fue amarga y dolorosa, ya que mujeres por las que se sintió atraído, no estuvieron a la altura de sus nobles sentimientos, y grandeza de alma, a una de ellas Giullietta Guicciardi, la inmortalizó al dedicarle la famosa Sonata “Claro de Luna”, pero apareció un lucero que iluminó sus días tristes, y sacudió las fibras de su sensible corazón, en la persona de Josephine Brunswick, nueve años menor que él, que junto con su hermana Therese, habían recibido lecciones de piano de Beethoven. Mas no fue posible concretarse la relación, porque Josephine, pertenecía a la nobleza húngara, su padre era conde y su madre baronesa, por lo que ella contrajo matrimonio en dos ocasiones, con nobles, la primera en 1801 y tuvo 4 hijos y enviudó en 1804, vuelve a casarse en 1808 pero hubo separación en 1812, hubo tres hijas que quedaron a cargo del marido, por determinadas circunstancias. Entre los papeles y objetos personales, encontrados en la casa de Beethoven, después de su fallecimiento, había una apasionada carta de amor sin destinataria, de fecha 6 de julio (al parecer de 1812), conocida como “A la Amada inmortal”, que los estudiosos deducen, que se trataba precisamente de Josephine, ya que posteriormente se comprobó, que entre los años 1804 y 1809, se reanudó la relación entre ellos, ya que aparecieron 15 cartas de Beethoven y 7 de Josephine, las cuales fueron publicadas, Josephine murió en 1821. He aquí fragmentos de la famosa carta: “Ángel mío, mi todo, mi yo… tengo el corazón henchido de tantas cosas que decirte… ¡Ah, en donde yo estoy, tú estás siempre conmigo!… Lloro sólo de pensar que no recibirás antes del domingo, posiblemente, mis primeras noticias Te amo, como tú me amas; pero mucho más. ¡Oh, Dios! ¡Qué vida ésta sin ti! ¡Tan cerca y tan lejos! Mis pensamientos van hacia ti, mi inmortal Amada (Meine unsterbliche Geliebte), jocundos unas veces, tristes después, interrogando al destino, demandándole si nos acogerá benignamente.
No puedo vivir si no es contigo, porque de otra manera no vivo.. Nunca será de otra mi corazón. ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Oh, Dios mío! ¿por qué es preciso que se alejen los que se aman? Y sin embargo mi vida como al presente, es una vida de tristezas. Tu amor me ha hecho a un mismo tiempo el más feliz y el más desdichado de los hombres… ¡Está tranquila… está tranquila, y ámame! Ahora, ayer, cuál ardiente aspiración, cuántas lágrimas mías van hacia ti… a ti… mi vida, mi todo! ¡Adiós. ¡Continúa amándome, no olvides jamás el corazón dé tu amado L. ¡Tuyo eternamente, eternamente Mía, por siempre el uno para el otro!” Como consecuencia de un apresurado viaje, en pleno inviemo y en coche descubierto, contrajo pulmonía que se le complicó con cirrosis hepática, el diagnóstico de los médicos fue oscitis o hidropesía, sin remedio, murió el 26 de marzo de 1827, después de las cinco de la tarde, en medio de una terrible tempestad, fue sepultado en el Cementerio Wäring en la actualidad Schubert Park, en Viena, en su tumba se levanta un obelisco, y en la base el solo nombre del genio:
BEETHOVEN
De los retratos que se le realizaron en vida, es indiscutible que, con el que estamos más familiarizados, es el que le hizo el pintor Joseph Karl Stieler, en 1820, en el que aparece con la clásica melena, mirada penetrante, y en la mano una partitura. El 19 de enero de 1972, el Consejo Europeo, anunció la elección de la Oda a la Alegría, como himno europeo, e interpretado oficialmente el 29 de mayo de 1985, previos arreglos instrumentales del eminente director orquestal, Herbert Von Karajan, pero no sustituye a los himnos nacionales’, sino que “celebra los valores que todos ellos comparten”. Fuentes! ROMAIN ROLLAND “Vida de Beethoven” MAX STEINITZER “Beethoven”.
* Periodista y escritor sinaloense