Por: Faustino López Osuna
A Alberto Aguilera Valadez, Juan Gabriel, le sonrió la buena suerte y, también, lo persiguió la suerte mala. Aunque durante mucho tiempo se enfrentó solo a las disqueras en busca de que artistas consagrados le grabaran sus canciones, gracias al sinaloense Enrique Okamura que trabajaba con Eduardo Magallanes, entonces mandamás de la RCA, recibió la oportunidad de que él mismo grabara “No tengo dinero”. Y funcionó. Sobrevinieron varios éxitos más, tanto discográficos como en la radio.
Aunque su fuerte eran las baladas, empezó a llenar el vacío que en ese momento dejó la muerte de José Alfredo Jiménez, cantautor exclusivo de la propia RCA Víctor y se abocó a componer también canciones rancheras de muy buena factura, que en un principio le grabó Angélica María quien, igual que él, pasó de la balada al ranchero y a un género igualmente exitoso: la balada ranchera. Resultan gratamente memorables sus interpretaciones de “Tarde” y “Jamás me cansaré de ti”. No obstante el sin fin de piedras que tuvo que sortear en el camino, Juan Gabriel, con su enorme talento, se abrió paso en el competido campo de la canción mex icana.
No obstante, por la forma tan espectacular en que el autor de “Pero qué necesidad” remontó la fama, se especuló que contó con la admiración y la amistad del entonces presidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado, que le facilitó su definitivo lanzamiento con presentaciones privilegiadas en los más importantes palenques de la República (Feria de San Marcos, Feria Internacional del Caballo de Texcoco, Fiestas de Octubre de Guadalajara, etc.), un programa radiofónico de una hora diaria en cadena nacional; la millonaria contratación exclusiva desde España de Rocío Dúrcal, para la producción y grabación durante siete años de siete discos, con sus canciones, amén de su temprana incursión en el cine. (Justo es decir que fue la Dúrcal la que le consagró las mejores canciones, con su calidad de voz inigualable.
Ningún compositor mexicano tuvo jamás una intérprete exclusiva, durante casi 8 años seguidos. No fue sino hasta el sexto CD cuando hizo la inmortal versión de “Amor eterno”, con un arreglo perfecto de Homero Patrón. Juan Gabriel la grabó sin lograr igualarla).
Concediendo que el apoyo de Miguel de la Madrid no pasó de mera especulación, lo que sí se puede comprobar es que al siguiente año de dejar la Presidencia de la República, el expresidente alcanzó a asistir a la despedida de dos años de presentaciones de Juan Gabriel en el Forum de la Ciudad de México.
Toda la prensa capitalina da cuenta en páginas enteras en su sección de espectáculos, de la apoteosis en la que desde las mesas más cercanas al foro, en primer plano aparecían el expresidente De la Madrid y sus ex colaboradores Pedro Ojeda Paullada y Emilio Gamboa Patrón, entre otros, arrojándole, en medio de la prolongada aclamación del público, servilletas blancas al cantautor del “Noa Noa”.
Pero si Miguel de la Madrid fue amigo de Juan Gabriel, Vicente Fox Quezada fue el más feroz de sus enemigos (con poder). Todo se debió a que, como buen artista, el autor de “Caray” fue muy mal político. (Abro paréntesis: en los días del lanzamiento de Francisco Labastida Ochoa como candidato del PRI a la presidencia de la república, en una visita que hice a Ferrusquilla en su casa en Mazatlán, me platicó entusiasmado que le había compuesto un corrido de campaña al paisano y que el licenciado Jaime Labastida, de El Colegio de Sinaloa (al que él también pertenecía), le había dicho que se lo había mostrado a su hermano (candidato) y que lo iba a grabar Vicente Fernández; Ferrusquilla no solamente me mostró el texto del corrido (con letra palmer), sino que me obsequió una copia y lo cantó acompañándose de su guitarra. Lo felicité. Le agradecí su atención y me despedí. Cierro el paréntesis).
Y sucedió que, aparte de no permitirse a ninguna banda de música sinaloense tocar en los mítines de Labastida Ochoa, como un acto calculadamente devastador contra Fox, en todas las radios y actos labastidistas en el país, se escuchó el tema de campaña, pero no el de Ferrusquilla, sino el de Juan Gabriel: “Ni Temo, ni Chente: Labastida será presidente”, llevándose de corbata también a Cuauhtémoc Cárdenas, sacando de quicio al guanajuatense quien, deslenguado como él solo, herido en su orgullo, repitió hasta la saciedad durante el resto de su campaña, por toda la nación, que Labastida y Juan Gabriel eran “tal para cual”.
Para los que creen en la fatalidad, el destino hizo aquí de las suyas por partida doble: la derrota de Labastida estaba prefigurada en el menosprecio que se tuvo no solamente a la Tambora sinaloense para incorporarla a la campaña y al mismo Ferrusquilla, cuyo tema se descartó por el de Juan Gabriel. Todavía se recuerda el desangelado cierre de campaña del sinaloense en Culiacán, en el que sólo actuaron Pedrito Fernández (que traía de moda “Si te vienen a contar cositas malas de mí”, de Consuelito Velázquez) y el autor de “Querida”, con mariachi ambos. Nadie más.
Regresando a lo de la buena y la mala suerte de Juan Gabriel, como se ve, también le fue bien con Labastida. Pero Fox no lo perdonó. Ya instalado en la Presidencia, la Secretaría de Hacienda lo persiguió en sus declaraciones fiscales, escasearon sus presentaciones en los grandes palenques y optó por refugiarse en los Estados Unidos, donde decidió residir hasta su muerte.
Cabría agregar, como homenaje al genio de Juan Gabriel, que pocos sinaloenses saben que siempre mantuvo admiración y reconocimiento a lo nuestro: además de que fue un culiacanense, Enrique Okamura, quien creyó en él para su primera grabación, aparte de Eduardo Magallanes tuvo dos músicos y arreglistas sinaloenses de primera, desde sus inicios y hasta su final: Daniel López, guitarrista y director musical mazatleco y Manuel Cázarez, músico y arreglista, también de Mazatlán (El Roble).
En dos producciones extraordinarias que hizo, una a Rocío Dúrcal (antes de grabar con ella sus canciones propias) en la que incluyó la hermosa danza “Cuando dos almas”, de Fructuoso Gándara, de La Concepción, Concordia, y, otra, a Ángela Carrasco, seleccionando para ésta el bolero “Por qué no he de llorar”, del inolvidable mazatleco Fernando Valadez. Juan Gabriel, en la cúspide del éxito, vino hasta El Rosario a felicitar a Lola Beltrán la última vez que festejó su cumpleaños un año antes de su muerte.
Y regresó para acompañarla, también, en su sepelio. Igualmente, el creador de “Se me olvidó otra vez” no menospreció a la Banda sinaloense y, contrario a los que le hacían el feo por relacionarla con el narco, grabó sus canciones con la Banda El Recodo de don Cruz Lizárraga, incluyendo, como cortesía, el inigualable son del potosino Severiano Briseño, “El Sinaloense”, que tanto detestaba Ferrusquilla.
Descanse en paz.
* Economista y compositor