Por Juan Diego González*
Las tardes de mayo son perfectas para el blues. Precisamente por eso acepté la invitación a la presentación del libro “Sirenas al ataque: mujeres y el rock en México”, de la poeta, compositora, rockera e investigadora Tere Estrada. El lugar fue el auditorio de la Arboleda en la Casa de la Cultura de aquí de Cajeme.
El sitio está precioso, a un lado tiene las canchas de futbol y al otro la piscina municipal, que por las tardes, al perderse el sol, sus aguas cristalinas se quedan quietas porque los bañistas ya se han retirado. Tere Estrada es una representante del rock mexicano con una larga trayectoria. Por ejemplo: ha tocado con el inconcebible Javier Bátiz, Astrid Hadad y Julieta Venegas. Entre sus discos mencionamos “Azul transitando a violeta” (kct 1990); “Encuentros cercanos conmigo” (1997, Discos Luciérnaga/Metztli); “Lotería de pasiones” (2003 PyP); “En vivo 2006” (Dual Disc/PyP), entre otros. Y su música la ha llevado a Europa, Asia, Estados Unidos y por todo México.
Vino a Cajeme a presentar su libro, pero también a tocar, porque como ella misma lo dijo: “Somos músicos ganando el pan de cada día, con mucho amor y orgullo de vivir en México”. La primera parte de su salida al escenario fue comentarnos sobre el libro “Sirenas al ataque” (Editorial Océano, 2008) y luego su concierto de blues-rock excepcional y cálido.
Su publicación es el resultado de una investigación que duró diez años: “Siempre se habla de los rockeros mexicanos pero ¿y las mujeres… no hay o qué?. Por eso me propuse conocer más sobre ellas y descubrí anécdotas muy importantes, por ejemplo sobre Gloria Ríos, una de las primeras en difundir el rock. Ella era texana de padres mexicanos. En la frontera conoció a Pedro Infante…a quién ¿no?… pues que se la trae al D.F. Y una vez aquí, Gloria hace una mancuerna excelente con Adalberto Martínez “Resortes” y entre los dos ponen una academia de danza y ahora sí a bailar rock and roll”.
El libro también menciona a Las Chics. “Esta banda es de 1964. Resulta que las integrantes hacían doblajes de películas extranjeras y un día deciden formar un grupo de rockanroleras. También están incluidas Las Marijets… un caso muy interesante porque ellas eran egresadas del Conservatorio de México pero se hicieron rockeras, viajaron por diversas ciudades del país y también en Estados Unidos. Allá se quedaron y dos integrantes se casan en Hawaii y luego forman el mariachi hawaino”.
El libro es un recorrido desde los 60 hasta la actualidad, con las figuras femeninas más representativas del rock mexicano, ubicadas en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. “Esta publicación no pretende ser exhaustiva… a cada lugar donde se haga música le corresponde escribir sobre sus artistas, divulgar su música, eso es la cultura popular, porque a fin de cuentas el rock es cultura”, afirmó Tere Estrada.
Más o menos así terminó la presentación del libro “Sirenas al ataque” y los instrumentos ya ansiosos por dominar el escenario, cobraron vida en manos de sus intérpretes. En la guitarra –y obviamente la voz- Tere Estrada, en el bajo Darío Federico, con la batería Gustavo Rivero, en el piano Jaime Cruz, en el violín Jazmín Rivera y el sax Miguel Covarrubias.
Con la noche llegó el canto de la sirena. Un blues rítmico y juguetón dio inicio al concierto. “Arenas movedizas” se llama la canción. El violín destacaba porque te estrujaba la piel y la dinámica voz de Tere se volvió pasado, como aquel pasado aventurero de Odiseo intentando volver a Itaca y salvar a su amada Penélope, no sin antes sortear los peligros de las sirenas que acechaban bajo las olas:
“Tu corazón es caldera agujereada
por los que no te han correspondido
y tu sigues de aferrada…
mantienes el calor con un cerillo”.
Con la rola “Oye chava” se adueña del auditorio y al grito “En Obregón las mujeres si rifan” los chiflidos y alaridos de aprobación rebotan en los árboles. El público se encendió y empezó a moverse en sus asientos. Con el mismo entusiasmo siguió “Sirena hechicera”, cuya letra describe la vida amorosa de una sirena y su forma de atrapar hombres:
“Suavecito y despacito,
quiero saciar tu apetito
suavecito y despacito
escucha mi voz… es un bálsamo de amor.”
Luego vinieron “La sufricienta”, “Cocodrilo”, “Torbellino de entregas” y “Corona de muertos”. Las notas del sax, acopladas con el bajo se metían por los orificios nasales para golpear directamente el cerebro. Era imposible no moverte con la música de Tere Estrada, como si el hechizo de las sirenas flotara sobre las aguas de la piscina y su influjo dominara el auditorio.
“El amor ruge como un león” es un homenaje al amor invisible que nos pasa por un lado: “El amor ruge como un león/ lo sabe el niño de pecho/ el preso en día de visita/ el alcohólico en doble AA… El amor ruge como un león/ los siente el migrante ayudado/ el moribundo sereno/ el enfermo que abandona el hospital…/ El amor ruge como un león/ ¿Hasta cuando dejaré que su sonido me traspase?/ ¿ Hasta cuándo dejaré que su estruendo me redima?”.
El concierto terminó de manera fenomenal con la rolita “Cachondo man”. La letra nos describe a un místico del sexo que guiaba a las mujeres en el arte de las relaciones amatorias. Aplausos y chiflidos que inundaron la noche. Tere Estrada y sus músicos se ganaron al público. Precisamente con su propuesta musical viajó el año pasado al místico Katmandú en Nepal, para representar a México en una serie de conciertos.
Con esta presentación, la rockera visita por segunda ocasión Sonora. Antes estuvo en Hermosillo en el 2004. Ahora fue invitada por María Trinidad Ruiz; Directora de Cultura Municipal de Cajeme y con apoyos de Conaculta se realizó el evento.
Al subirme al carro, empecé a tararear un nostálgico blues. La música merodeaba mi cabeza, como si la voz de una sirena me convenciera de perderme en el mar de la noche y salir en busca de la isla de los ensueños.
*Docente y escritor sonorense.