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La Cultura Tecnológica; Artefactos, Lenguajes y Re-Significaciones en Educación

Por domingo 14 de abril de 2013 Un comentario

Por Fidencio López Beltrán*

La-CulturaRecordemos que el invento de la imprenta en 1449 por Gutenberg (1398-1468), entre otras muchas cosas, provocó que pensáramos en diversas transformaciones en la vida social, en la educación, en la economía y en manejo de la información y de las comunicaciones de todo tipo. Luego, pero con una mayor fascinación (y en algún momento con marcado rechazo a lo nuevo y desconocido), cinco siglos después el Internet, se convierte en algo fenomenal para la inteligencia militar, para la industria, y para los negocios locales, regionales y por supuesto, para el comercio internacional; posteriormente, algo de eso le sucede al campo educativo.

La imprenta y tecnologías interactivas-virtuales, son dos lenguajes y como tales son instrumentos que como tecnologías modernas que también lo son, debieron haber revolucionado la visión y la práctica de la educación de nuestro tiempo, pero a pesar de sus grandes aportaciones, han sembrado dudas y grandes polémicas en el campo psicopedagógico. Una tercera tecnología, el lenguaje presencial (también llamada tecnología mayeútica socrática), sin duda, es la más antigua y la más humana, pues también es un instrumento mediacional y como tal, es social. Reconociendo que esta última se mantiene vigente en la enseñanza y en toda acción humana, que a pesar del paso de los siglos y frente al vertiginoso desarrollo de la imprenta y el internet, como las dos tecnologías educativas más apantallantes, ha sido despreciada por algunos analistas y profesores, sin profundizar en las implicaciones de la cultura educativa. Ya Sócrates puso en el centro de este análisis a la pregunta y a la respuesta como el mejor método didáctico para fomentar la heurística, la reflexión y la formación desde la comprensión de los significados y resignificados de lo humano.

Comúnmente, entendemos a la tecnología como artefacto y desde esta visión, acudimos a los objetos de manufactura humana, es decir, a los instrumentos cosificados que las personas elaboran y producen artificialmente, desde el hacha, la rueda, el machete, el martillo, hasta el mechero, el microscopio o el más refinado aparato de cómputo o de laboratorio científico, como son los microchips; ó bien, como ejemplo podemos pensar en equipos y software que en la disciplina psicológica son muy útiles para valorar el estrés, las pruebas psicométricas que permiten valorar la inteligencia, las actitudes y rasgos de personalidad o hasta la Cámara de Gesel que ayuda a realizar investigación y en su caso, llevar a cabo algún programa de intervención psicoterapéutica.

En educación también podemos comprender a la tecnología desde sus dispositivos como lo son el libro de texto impreso, el aula tradicional, el viejo pizarrón transformado ahora el pintarrón con sus marcadores y pantallas interactivas (gracias a sus ventajas pudimos evitar la urticaria y las alergias que provocaba el gis); ó que decir de las sofisticadas plataformas telemáticas y el software educativo que integra múltiples aplicaciones para favorecer los procesos de aprendizaje en aulas o en sitios virtuales (o en b-learning model), de lo que ya nadie dudaría de su posible utilidad, y menos de su deslumbrante evolución y transformación objetiva en los últimas décadas.

Entonces cuando de tecnología hablamos, solemos referirnos explícitamente a algún aparato manufacturado y paradójicamente, no reconocemos su esencia social que es lo que lo hace humano y con ello, genera y es generado por las (re) significaciones produce ese instrumento, que es el lenguaje. El lenguaje presencial como discurso sonoro y óptico en clase, muy poco lo comprendemos como tecnología. Bien sabemos que es el ser humano el único que produce tecnología y ésta, al igual que la ciencia, es un producto de la cultura y del desarrollo histórico social. También reconocemos que gracias al lenguaje humano, somos capaces de alterar deliberadamente a la naturaleza misma, y para ello, usamos a la inteligencia, mostrando en ella que al ser humano le es inherente una tecnología propia, que en sí, es el lenguaje mismo en sus diversas manifestaciones comunicativas, o medios de los que se vale para expresarse. Pero el hecho de que casi nunca, el lenguaje hablado sea concebido como dispositivo mediacional (aun cuando no sea un aparato manufacturado por el ser humano) es ante todo un proceso y un instrumento intelectual que juega el papel de mediador frente al mensaje-contenido, que es producido por un hablante y decodificado por quien no solo escucha, sino resignifica ese mensaje del otro dependiendo del contexto y su historia, eso sin duda, lo hace más rico que cualquier instrumentos mediacional (como es la computadora o el simple procesamiento de la información por cualesquier canal) y ese proceso, está vinculado dialécticamente al pensamiento, y ambos, lenguaje y pensamiento, siendo procesos cognoscitivos altamente complejos y sofisticados, son también producto de la historia y la cultura.

La-Cultura2Por ello, en la Psicología profunda, se recupera la subjetividad como lo más valiosa de la dinámica humana, que supera la simple descripción de la conducta observable y de los dispositivos artificiales; desde ahí reconocemos que el lenguaje sonoro va más allá de la palabra hablada (pues el primero, puede incluir al canto y su música), y además, está articulado a lo corporal, cuyas señales manifiestas en alientos, sonidos y sabores, son decisivas de la interacción personal y más aun, cuando se trata de abordar los procesos de educación y de formación de las personas.

Por ello, vale la pena preguntarnos de qué tecnología hablamos, y cómo entendemos a la tecnología como cultura tecnológica en la enseñanza. Si a estas tres tecnologías, la del lenguaje presencial (mayéutica socrática), la de la imprenta gutenberiana y la interactiva- virtual, traducidas en los modelos didáctico-pedagógicos, por cierto antes expuestos en este semanario cultural (Sic. La voz del Norte:147;10-02-13), las comprendemos como producción cultural y social para el desarrollo humano, es decir, para el crecimiento de la persona en el sentido emocional-afectivo y moral, y no solamente en lo intelectual-racional, como comúnmente lo hacemos, podemos desde esta perspectiva propia de la Psicología Cultural, plantear alternativas a la concepción dominante y de los mitos que la tecnología, como dispositivo artificial, ha incubado y se ha colectivizado en nuestras mentes; mentes que gracias a las tecnologías del mercado han convertido a grupos sociales en una mayoría de consumidores de las nuevas tecnologías destinadas a la imagen y a lo artificial como destino del nuevo plan de vida, confundiendo la información con el conocimiento y a la imagen con el saber; y como un supuesto, afirmamos ahora, todo esto es parte de los rasgos de las nuevas identidades de las sociedades que primero consumen y luego existen y la cultura tecnológica ahí está bien cimentada.

Entonces, no sólo debemos entender por tecnología a los dispositivos materiales producidos por la inteligencia humana, cosa que si bien es cierto lo hemos aprendido del sentido común y/o de las ingenierías y de sus enfoques clásicos de las ciencias naturales y exactas, debemos reconocerla como una herencia cultural sumamente valiosa y decisiva para las condiciones en las que ahora debemos facilitar el aprender, el aplicar y el generar conocimientos científicos; pero insistimos que la tecnología no sólo se reduce a dispositivos artificiales, sino que las tecnologías son ante todo lenguajes diversos, cuya principal atributo es otorgar no sólo significados y significantes, sino sobre todo resignificaciones a la existencia misma, propias de la vida subjetiva de toda cultura, que a fin de cuentas es eso lo que permite la objetividad que la civilización y la cultura en general, pretenden alcanzar.

Cabe hacer mención del Psicólogo ruso S.L. Vygostki, basado en la Psicológía Científica hace un siglo, demostró que el Lenguaje (y sus leyes semióticas), es un proceso intelectual superior, que ante todo es un instrumento humano mediacional. Es decir, el lenguaje es también además de ser un proceso cognoscitivo de suma importancia para el ser humano, es la cultura misma, es una tecnología que gracias a la creatividad humana y a que también es un lenguaje, representa a la envoltura material del pensamiento que tal cual lo señalaron filósofos Marx y Engeles, y científicos de la psicofisiólogía como lo es Iván Pavlov (Nobel en 1904).

Por lo tanto, recuperemos de los diversos lenguajes y de sus tecnologías, las ventajas y su pertinencia social, cultural y educativa de la que estemos hablando, para que hablemos en primer lugar de lo humano y de social en contextos y prácticas socioculturales determinadas, luego pensemos en el para qué de esas tecnologías, de tal manera, que cuando hablemos de cultura tecnológica, ubiquémosla en su dimensión humana cuyas resignifcaciones e implicaciones son altamente superiores al hecho de visualizarlas como simple instrumento o artefacto innovador, como a muchos ciudadanos les sucede hoy día.

*Doctor en Pedagogía/UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

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Un Comentario

  • Karim dice:

    Estimado Dr. Fidencio acabo de terminar de leer su publicación «La cultura tecnológica». Muy interesante reflexión que permite entrarle a un resignificación sobre el «tecnocentrismo» con el cual se le asocia el uso de las TIC.

    De ahí que le comparta un artículo que recientemente publiqué en la Revista Mexicana de Bachillerato a Distancia de la UNAM.

    http://bdistancia.ecoesa

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