PRIMAVERA ENCINAS
Me encuentro frente a los volcanes Popocatépetl y el Itztaccíhuatl. Viajamos por la zona boscosa, que tanto me gusta a mí, que vivo en zonas áridas. En este tiempo recuerdo a la mujer más fascinante de las letras mexicanas, Sor Juana Inés de la Cruz. Nacida en Puebla en la época virreinal, como una hija bastarda, no conoció a su padre y vivió bajo el amparo de su madre y abuelo que le dieron una vida aceptable dentro de su condición.
Logró acudir a la corte de la Ciudad de México, donde brilló por su elocuencia y genialidad. Pronto fue evidente que poseía una inteligencia sobredotada, pues era capaz de discutir con diferentes eruditos sobre literatura, ciencia o filosofía, llamando la atención de la virreina.
Pudo haberse casado y tener descendencia, con lo cual es posible que jamás pasase a la historia, al dedicarse al hogar. Juana Inés tuvo que elegir entre la vida mundana y el conocimiento y eligió lo último. De vivir en el siglo XX o XXI pudo tener ambas cosas, pero en el siglo XVII esto era imposible, por lo que tomó los hábitos, al ingresar a la Orden de San Jerónimo en la Ciudad de México.
En aquella época, ingresar a un convento implicaba clausura, es decir, jamás volvió a salir a la calle. Previamente estuvo en la Orden de las Carmelitas Descalzas, un convento con reglas más estrictas donde no podía leer y mucho menos escribir. Sin embargo, aunque en el convento consiguió desarrollarse intelectualmente le privó de salir a contemplar la representación de sus obras teatrales en la ciudad.
La Clausura no debía romperse, sin embargo, mediante el locutorio, el cual era una sala dividida por unos barrotes, las monjas podían recibir invitados del mundo exterior y Sor Juana era muy consultada por literatos e intelectuales. Como la virreina era mujer, ingresaba al convento para conversar con ella, sin tantos contratiempos.
Al entrar al convento renunció a ser esposa y madre pero ganó en otros sentidos. Un esposo de aquellos años no le hubiera permitido escribir, y mucho menos publicar. Le habría exigido dedicarse a la esclavitud doméstica y la misma crianza, no hubiese tenido tiempo de leer.
A su modo fue libre por muchos años, al menos intelectualmente, a pesar de la clausura y las estrictas normas religiosas. Usó sus horas a su antojo, mientras cumpliera algunos deberes como la contabilidad y otros menesteres. Llegó a poseer una gran biblioteca de más de 4000 ejemplares.
Sus poemas y obras dramáticas salieron al exterior, obteniendo la fama, al grado que tarde o temprano, mermaron su libertad de acción, y al final de su vida sufrió de ataques, reproches, al grado que le impidieron volver a escribir y leer con la misma soltura, confiscándole libros y material.
Se dice que pudo burlar la censura y nunca paró de escribir. Continuó leyendo libros prohibidos y su actividad intelectual no cesó. Incluso se afirma que experimentó su sexualidad a su manera, es decir orientándolo a su propio sexo. Lo anterior no se ha confirmado, pero en todo caso, de ser así, debió enriquecer su ser en muchos sentidos.
Sor Juana era una mujer sumamente inteligente, pero también poseía pasiones e instintos como cualquiera. Sus escritos carecerían de energía vital si hubiese reprimido ese aspecto.
Escribió de numerosos temas, y en ellos podemos apreciar su inquieto espíritu. Se afirma que varios poemas amorosos se los compuso a la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, Condesa de Paredes a la que llamaba Lisi. En algunos utiliza el apelativo de Lisi en el mismo poema, en muchos no, y he aquí un fragmento, que se cree le dedicó a ella.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
Y Amor, que mis intentos ayudaba
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía
el corazón deshecho destilaba.
Estas palabras están llenas de entrega, pasión y deseo. Sean platónicas o no, muestran claramente la genialidad de la autora. En el fragmento de otro poema también podemos apreciarlo:
Si el imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Como mujer, Sor Juana sufrió de discriminación y represión, en especial de una de las figuras más cercanas, ni más ni menos que el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz quien llegó a hacerle la vida imposible.
En la correspondencia con Sor Filotea se puede apreciar el debate epistolar entre ambos, pues aunque suene paradógico, el sacerdote usó una identidad femenina para atacarla, como diciendo: de mujer a mujer te digo, estás actuando mal y nos perjudicas a todas con tus actitudes. Principalmente le criticaba su afán por el saber, y el estudio, pues una mujer no debía centrarse en temas filosóficos. Ella se defendió, como mejor sabía hacer, con su enorme genialidad, lo cual se plasma en las siguientes palabras en La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz:
“Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones –que he tenido muchas–, ni propias reflejas –que he hecho no pocas–, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: Su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aún hay quien diga que daña”.
Con cierta ironía ella defendió su vocación. ¿Cómo podría renunciar a su hambre por el saber? ¿A su facilidad para hacer un poema de lo que le rodea? ¿A su gracia para desarrollar una obra teatral?
Fue famosa en vida, y lo supo, a pesar de la clausura, a pesar de la represión eclesiástica. Su obra carece de fronteras e incluso trasciende las épocas. Su único delito: ser mujer. Renunció a la vida mundana, pero jamás a su esencia. Nunca dejó de escribir, aunque vaciaran su biblioteca.
Escritora y Lic. en Psicología