FRANCISCO PADILLA BELTRÁN
Un comentario muy usual en el medio cultural y político es sobre la rivalidad de todo tipo entre los ciudadanos de estas dos ciudades. Cuando el río suena, es que agua lleva. Veamos si se cumple el dicho o es falsa percepción. Comencemos de manera figurativa y literal. En el deporte, en el béisbol es conocida la rivalidad histórica de los dos equipos que hace que la fanaticada se encienda en las tribunas. Don Agustín de Valdez y Herberto Sinagawa, narran en sus respectivos libros, que esta se inició hace tiempo, cuando se enfrentaban Los tacuarineros y Venados en la Liga de La Costa de Pacífico. Al calor de estas contiendas se compusieron dos canciones emblemáticas que fueron los himnos de batalla de ambas aficiones y equipos: Culiacán del “negrumo” y Mazatlán de Gabriel Ruiz.
Hubiera sido interesante que Dorados de Sinaloa estuviera también en la primera división y se enfrentara al Mazatlán F.C, para ver las reacciones de ambas aficiones.
Entre los políticos a veces se establecen discusiones a partir de la presunción de que el municipio de Mazatlán es donde más alternancia de partidos ha habido. Los mazatlecos lo presumen. Además, muchos de los conflictos electorales que han tenido el epicentro en el puerto, al haberse resuelto en la capital han generado molestar. Lo mismo pasa cuando las decisiones económicas que los afectan se deciden desde el centro del Estado. Hoy que nos gobierna un mazatleco, se oyen voces de que el más beneficiado con la obra pública es el puerto. Entre académicos, sobre todo los historiadores y cronistas de ambas ciudades cuando escribimos sobre la historia de Sinaloa siempre tratamos de defender el terruño, de resaltar sus bondades. En fin, se aprecia cierta competencia por ver qué ciudad es mejor. Y esto es bueno.
Creo que esta rivalidad tiene sus raíces en la historia de nuestro estado, fundamentalmente en el siglo XIX, que fue cuando Mazatlán se perfiló como una ciudad importante y comenzó la rivalidad por la hegemonía. Veamos:
Como sabemos Culiacán es la ciudad más antigua en el noroeste, fue “fundada” el 29 de septiembre de 1531, durante el periodo colonial se convirtió en un asentamiento importante y en la puerta de entrada de los soldados españoles y las órdenes religiosas. La actividad minera y el comercio la transformaron y se fue perfilando como un punto de referencia en el mapa del país.
En 1793 se pidió al rey la categoría de ciudad, en 1824, tras crearse el Estado de Occidente la capital deambuló por Cosalá y Rosario (dos localidades a las que la minería les había dado cierto estatus de importancia) y finalmente se establece en Culiacán y al separarse Sonora y Sinaloa se confirma a ésta como capital. En la primera mitad del siglo XIX, su estatus como capital era incuestionable, la élite y sus pobladores pensaban que esa prerrogativa les correspondía por derecho de antigüedad y por su importancia política y económica.
Pero resulta que a finales del siglo XVIII y principios del XIX, a partir de una población de pardos (mulatos) que servían de vigilantes en lo que se conocía como las islas de Mazatlán comenzó a tomar forma un centro de población. En 1814 era ya un puerto que daba cabida y resguardo a fragatas, corbetas, bergantines y goletas que llegaban con fines comerciales. Según el cronista de Mazatlán Enrique Vega, por decreto oficial el Mazatlán de los mulatos, se abrió oficialmente al comercio interior y exterior en 1820 (en 2021 está cumpliendo 200 años). Aún así, todavía en 1830 tenia muy poca población como para que adquiriera el nombre de ciudad.
Otro investigador Mazatleco Jesús Antonio Lerma Garay, cita un diario publicado en 1842 por el Gobierno de la República en el cual se describe el crecimiento y la importancia que comienza a tener el puerto:
“Mazatlán es una población, que como por encanto, parece que ha brotado de las aguas: no hace muchos años que esto era un desierto, un yelmo selvoso, que no manifestaba a los ojos del viajero más que el aspecto imponente de su agreste naturaleza. Unos cuantos jacales era la única morada de los pocos habitantes de este puerto y hoy la Villa de los Costillas tiene una extensión de más de una milla de diámetro, con cómodos y elegantes edificios. Una población de ocho a diez mil almas y la gran concurrencia de viajeros nacionales y extranjeros que frecuentan este puerto.
Fue este desarrollo, que, en esa misma época, se convirtió en cabecera de la demarcación. Su ubicación geográfica y geopolítica, así como su desarrollo económico traído por el desarrollo minero y las casas comerciales, la mayoría extranjeras, despertó el interés de las autoridades administrativas y políticas locales y del país. Basándose en la constitución local de 1852 se hizo un reordenamiento político y administrativo, según el mismo cronista oficial, desde 1850, debido al comercio la aduana era la mayor recaudadora del noroeste. En poco tiempo pues la ciudad se había transformado en un centro comercial y urbano importante y probable rival por la hegemonía del estado.
En mayo de 1852 se presentó la ocasión. Los comerciantes locales y nacionales de Mazatlán agraviados por los altos impuestos que el Estado representado por Francisco Vega (avalados por la legislatura) les cobraba protestaron y se creó una revuelta. La protesta tomó tintes de motín y el gobernador ordenó apresar a los dirigentes. En realidad, aseguran los investigadores, lo que había en el fondo era una disputa entre la élite comercial de Culiacán con la de Mazatlán y el contrabando descarado que practicaban estos.
Pero la sublevación continuó y dos meses después el gobernador al mando de un destacamento de soldados marcharon desde Culiacán para aplacar a los levantiscos. El coronel Pedro Valdés, encargado de la guarnición militar se unió a los inconformes y se aprestó a la defensa de la ciudad. El 11 de julio el enfrentamiento fue catastrófico para el gobernador, perdió la batalla y fue hecho prisionero, lo hicieron firmar un convenio para que devolviera lo recaudado y obtuviera su libertad. Ese mismo día Pedro Valdés y los comerciantes se reunieron para firmar un acta que ponía a consideración separar al distrito de Mazatlán del estado de Sinaloa, pero no fue aprobada por la federación.
El Plan del Hospicio proclamado en Guadalajara en la que se pedía la destitución del presidente Mariano Arista y el regreso de Santa Anna, le cayó como anillo al dedo a Pedro Valdés, se asumió como gobernador, y persiguió a Francisco Vega hasta derrotarlo, no sin antes saquear Culiacán. Esta pasó a ser prefectura en el decreto que trasladaba la capital a Mazatlán.
El 5 de febrero de 1857, al entrar en vigor la Constitución Política de la República Mexicana, Mazatlán aparece ahora como Prefectura del Distrito, el contenido liberal de esta ley dio origen a la guerra de reforma, y surgió el Plan de Tacubaya impulsado por los conservadores, al cual se inclinaron los mazatlecos, es probable que los republicanos se hayan llevado de facto la capital a Culiacán. Durante la intervención francesa Mazatlán seguía siendo un departamento y esta se transformó en parte del Imperio mexicano.
Derrotados los franceses y restablecida la república en 1867 el gobierno federal aprobó una ley que prohibía que las capitales estuvieran en los puertos. Culiacán, aprovechando la ocasión reclamó su derecho en base a su antigüedad, otros municipios como Elota, San Ignacio y Cosalá levantaron la mano, Mazatlán ya una ciudad cosmopolita se sentía con todo el derecho de que ahí se quedara, pero en 1873, Eustaquio Buelna, siendo gobernador del estado logró que la H. Legislatura declarara a la ciudad de Culiacán Rosales capital del estado de Sinaloa. No sólo la capital se trasladó sino también el Liceo Rosales dejando a los mazatlecos sin educación secundaria, acción que no debió de gustarles.
Durante el porfiriato las élites políticas y económicas de ambas ciudades trataron de transformar sus ciudades, la estabilidad política logró el desarrollo económico y urbano. En Culiacán los grupos de poder no se conformaban con que Culiacán fuera la capital por decreto, sino que esperaban que esta dignidad encontrara correspondencia en las formas espaciales urbanas y arquitectónicas. Pero la ubicación geográfica y geopolítica seguía favoreciendo a Mazatlán. La minería, el comercio nacional y extranjero y la industria de transformación hicieron de esta ciudad la más relevante. Pero además aquí residían la mayoría de las autoridades federales y la oficina principal de rentas.
Durante este mismo periodo Jesús Escobar suplió en dos ocasiones al gobernador Cañedo y como vivía en Mazatlán (1895) trasladó de facto la capital momentáneamente para allá. Lo mismo hizo el general Ignacio M. Escudero (1896) que también era interino, un mes duraron los poderes en el puerto.
Durante la revolución, circunstancialmente Mazatlán volvió a ser capital del estado; en 1912 el gobernador José Rentería cambió los poderes a Mazatlán antes de ser tomada por los zapatistas. Cuando el constitucionalismo tomó Culiacán, por órdenes de Victoriano Huerta se trasladó la capital al puerto, una vez desalojada la ciudad, Álvaro Obregón no designó gobernador, sólo jefe de armas, suponemos que la capital volvió a Culiacán. En la postrevolución; durante las elecciones de 1917, resultó electo el general Ramón F. Iturbe, siendo objetado su triunfo por los ayuntamientos de El Fuerte, Mocorito, Guasave, Ahome y Mazatlán porque supuestamente no tenía la edad requerida. Ante el conflicto el Congreso del Estado acordó trasladar los poderes a Mazatlán. Al final, como era de esperarse, Álvaro Obregón reconoció a Iturbe y la capital volvió a su lugar de origen.
Durante casi toda la primera mitad del siglo XX la ciudad de Mazatlán fue la ciudad más importante del estado, hasta que llegaron las presas y Culiacán se volvió el centro de un estado agroexportador y reconocido como el granero del país y con ello en la ciudad más importante. En la actualidad ambas ciudades compiten por ser las mejores, con aspiraciones modernizantes y que bueno que así sea por el bien del estado, pero en ocasiones siguen mostrándose esta rivalidad. Esto pudiera ser una suposición o percepción, pero lo dejamos a la valoración social.
* Presidente de la Crónica de Sinaloa,
Cronista oficial de la Cd. de Culiacán, Sin.