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EL NIÑO MÁS INTELIGENTE DE TODOS LOS TIEMPOS

By jueves 31 de diciembre de 2020 No Comments

ANDRÉS GARRIDO DEL TORAL

Olía a ponche y a heno, las luces navideñas acrecentaban la belleza de la villa de San Sebastián Bernal. Decidí retroceder más de treinta años de mi vida, acongojado por la nostalgia de ya no poder platicar con el padre Camilo Montes ni con doña Lulú Montes de Pedraza en torno al Nacimiento Monumental más bello de todo el estado de Querétaro, sito precisamente en el centro de la risueña villa, en la casona que habita Tere Montes viuda de Humberto Tomás, el hermano del gran sacerdote. Vislumbré por la ventanita que da a la calle para observar si todavía el nacimiento de referencia nos anunciaba al Niño Dios que sentenció desde el vientre virginal de su madre: “Yo Reinaré”.

Después de saludar a doña Tere y a su hijo me fui hacia los suburbios bernalenses y subí a la cima de la Peña de Bernal, cansado del tráfico citadino, harto de las redes sociales, pero sobre todo fastidiado de los intolerantes; es entonces que ascendí la montaña monolítica para conectar con el Ser Supremo y Él me contestara quién era el ser humano más inteligente de todos los tiempos. Guardaba para mí desde mi lejana niñez que eran Mozart, Goethe, Einstein o Leonardo da Vinci, pero aun así quise constatarlo con el propio Creador de todo el Universo. Al llegar a la Capilla de la Santa Cruz divisé Cadereyta, Ezequiel Montes, El Cimatario, Las Tetillas, El Mintehé y El Zamorano y esperé que anocheciera para contemplar la gran luna que se anunciaba para ese día. Vi aparecer al astro lunar en las crestas de las montañas cadereytenses y entre el frío viento y el baño de estrellas me quedé profundamente dormido, cuando de repente fui despertado suavemente por una mano firme, gruesa, arrugada y blanca, que correspondía a un hombre rubicundo y canoso, con barba nívea y ojos claros, arropado con túnica alba, quien al empezar a hablar me impresionó con su timbre tan bello como el de Víctor Alcocer, Jorge Alberto Riancho, Enrique Rocha o Juan Ferrara.

En lugar de infundirme terror, la grata presencia me dio tranquilidad y una gran paz interior, por lo que me froté los ojos lagañosos y le pregunté quién era y qué quería, a lo que el hombre me contestó que venía a responderme sobre mi interrogante de quién era el ser humano más inteligente de todos los tiempos en este plano terrestre. Se acomodó mi interlocutor sobre una gran piedra y empezó por diferenciarme los conceptos de culto, inteligente y sabio. El primero acumula conocimientos-dijo; el segundo es capaz de utilizar sus conocimientos para resolver problemas concretos y “el tercero aplica sus conocimientos con amor, en bien del prójimo”, lo que considero fue su conclusión tajante.

Después me dijo que “el hombre más inteligente de la historia administró su emoción con maestría, transformó sus lágrimas en madurez, usó el caos para esculpir sabiduría y entendió que el rico es quien hace mucho de poco y el pobre el que hace poco de mucho. Ese ser conoció las fallas y las locuras humanas como pocos, pero consideró a cada ser humano como único, enseñando que de todas las cosas que conquistamos en la vida las personas que amamos son lo más valioso”. Todavía tuve la impertinencia de preguntarle la identidad de tan formidable personaje y tajante me contestó: “le llaman Jesús”. Me explicó que con la avalancha de estímulos estresantes que Jesús vivió desde la infancia tenía muchos motivos para sufrir depresión y ansiedad pero consiguió controlar sus emociones, desarrolló una salud mental sólida y tuvo autocontrol en sus clímax de tensión. Me refirió que “como educador, El Nazareno tenía todo para fracasar al rodearse y escoger a un equipo de jóvenes con varios trastornos de personalidad y que le provocaron múltiples dolores de cabeza, empezando por Simón Pedro. Cristo, definitivamente, usó técnicas psicológicas modernas para transformar rústicas piedras en obras de arte, verdaderos apóstoles, formando pensadores y no repetidores de información”- me dijo el hombre con voz ronca y excitada, agregando que Newton y Einstein creyeron en Dios.

Le recordé a mi misterioso interlocutor que ya se acercaba la Navidad y éste sonriendo socarrón me dijo que “el mundo conmemora el nacimiento de un pequeño cuya personalidad no conoce y no sabe cómo se formó; ustedes los humanos están en una terrible etapa de mendigos emocionales”. Le supliqué me explicara eso último y con gesto duro me contestó “el aumento aterrador de la violencia, no sólo en los países pobres sino también en las naciones más ricas. Bullyng en las escuelas, violencia contra mujeres y niños, acoso moral en las empresas, agresiones sexuales, corrupción en la política, sabotaje en los mercados internacionales, pandemias, ochocientos millones de hambrientos, exclusión de inmigrantes, suicidios, homicidios y terrorismo provocan la hemorragia espiritual y física de la humanidad, la cual no han detenido sino que sigue en aumento”.

Se me quedó viendo con tristeza y prosiguió: “Está en curso una verdadera explosión de trastornos psíquicos y sociales y una de las grandes razones de esa catástrofe es el hecho de que la educación se ha vuelto excesivamente cartesiana, lógica y lineal, despreciando las habilidades socioemocionales capaces de proteger a la psique”. “Es un engaño creer que educar es bombardear a la mente humana con millones de datos: ser buen educador es enseñar a controlar los pensamientos, proteger la emoción, liberar la creatividad y volverse cada quien protagonista de su propia historia”- concluyó muy seguro mi visitante.

Tomando oxígeno con fuerza continuó diciendo que “Jesús soportó desde antes de nacer agresiones como la de su padre putativo, José, quien con toda la razón humana dudaba del verbo encarnado hasta que un ángel se lo explicó en sueños. Luego, el Niño Dios nació en condiciones paupérrimas a merced del frío y la pobreza material, para luego ser perseguido por las huestes carniceras de Herodes “El Viejo”, que querían encontrarlo y matarlo. Después, fue visto como locuaz y raro en su adolescencia por estudiar y pensar mucho, haciendo preguntas y dando respuestas dignas de los grandes pensadores de la humanidad, a pesar de su edad, cosa que le atrajeron envidias y enconos. Antes de empezar su misión se exilió al desierto cuarenta días con cuarenta noches a sufrir toda clase de tentaciones e inclemencias. Ya en su vida pública y a partir de los treinta años fue objeto de los más crueles tormentos físicos y psicológicos que un humano no puede soportar, incluyendo un momento de duda –muy humana debilidad- en el Huerto de los Olivos”.

Ante este cúmulo de argumentos sobre la fortaleza psicológica, espiritual y física de Jesús le interrogué por las habilidades de Jesucristo para ser considerado el hombre más inteligente y sabio de todos los tiempos y rápido me dio los indicadores siguientes:

“1.- Habilidades en la gestión de las emociones; 2.- Capacidad para filtrar estímulos estresantes; 3.- Competencia para romper núcleos de tensión y para reinventarse en el caos; 4.- Capacidad para liberar su imaginación y desarrollar su creatividad; 5.- Resiliencia y un umbral gigantesco para soportar el dolor y las frustraciones; 6.- Placer y capacidad para contemplar lo bello; 7.- Capacidad de pensar antes de reaccionar y capacidad de autocontrol; 8.- Capacidad de ser empático y de construir puentes impersonales; 9.- Habilidad para formar pensadores y mentes brillantes; 10.- Capacidad para ser autor de su propia historia, con consciencia crítica, nadie como él logró todos estos puntos con mayor éxito”.

Ante estas pruebas irrefutables tuve que reconocer que la inteligencia de Jesús es simplemente sorprendente y que las pruebas de estrés que él pasó no las soportaría un simple mortal, de la perrada, como yo. Admiro más sus habilidades emocionales y su autoestima para formar pensadores a partir de piedras brutas son tremendas. Conocía al hijo de Dios inculcado por mi madre y abuelos pero no al hijo de la humanidad. Ahora caigo –a mis 57 años- que nos equivocamos al no estudiar la mente de Jesús bajo el ángulo de la ciencia. ¡Dos mil años de grave error! El hombre anciano barbado me espetó con energía: ”Todos los ignorantes esperan encontrar en la psique de Jesús a una persona frágil, previsible, común, sin actitudes singulares, con una emoción sin brillo y un intelecto tosco, pero nunca se sintieron tan perplejos ante una inteligencia tan compleja cuando les cabe un poco de consciencia. Ustedes los humanos son unos mendigos emocionales que no comprenden que el Sermón de la Montaña dictado por Jesús es el mayor tratado sobre la felicidad y la prevención de trastornos emocionales de la historia. Jesús se anticipó dos mil años al hablar sobre prevención de enfermedades mentales y ustedes y sus científicos todavía están en pañales en esa materia”.

Al concluir estas frases el grande hombre se puso majestuosamente de pie y a manera de despedida me dijo que “los fantasmas mentales que más nos asustan son los que creamos nosotros mismos. A los que rompen la cárcel del egocentrismo, a los enamorados de la humanidad y que de alguna forma dan lo mejor de sí para que la especie humana sea más viable, inteligente, inclusiva y generosa es a quien les debes pasar mi mensaje Divo Peregrino buscador. ¡Ya no se hagan más sirenas mentales, Dios es amor!”.

Dicho esto, el Padre se envolvió en una vorágine de rocío y viento ascendiendo al cielo junto con el Espíritu Santo y me quedé más perplejo que nunca, por no decir otra cosa que lastime la vista y el oído de mis lectoras. Mi corazón vibró de gozo cuando comprendí que Jesús fue el Niño y es el Hombre más inteligente de todos los tiempos.

* Cronista de Querétaro y Doctor en Derecho

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