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UN MAGO EN EL CHAPETEADO

By martes 15 de diciembre de 2020 One Comment

TEODOSO NAVIDAD SALAZAR

Siempre que pienso en el ejido, no puedo sustraerme a las vivencias de mi breve estancia en el mismo. Digo breve porque breve es la vida; solo viví allí, siete años de la más tierna infancia con recuerdos imborrables. Más que malos momentos por las carencias y necesidades en las que crecimos los chicos de esa generación, por los magníficos momentos en que fui feliz con mi familia, mis amigos y mis maestros; entre ellos que recuerdo con cariño a Catalino Ávila Gómez, quien me enseñó a leer y a escribir, Antonio Tirado Guzmán, Eustolia Payán Salomón y otros, que de manera interina pasaron por las aulas, pero no menos importantes: Miguel Ángel Rojas Manzano, Alejandro Carrillo, Ludivina (no recuerdo sus apellidos). De todos ellos se guardan los mejores momentos.

No puedo pasar por alto a mi maestro de párvulos y después en primer año, Catalino, quien en muchas ocasiones se quitaba el cinto para hacerse respetar. Era un adolescente nuestro querido maestro, no creo que haya tenido los 16 años. Así es que siendo yo, un niño de 6 años muy inquieto, también, me quitaba el cinto y lo enfrentaba, demostrándole que no le tenía miedo; algunas veces nos dimos algunos cintarazos; él, por supuesto riendo por mi atrevimiento infantil, sin embargo nunca fue más allá de seguirme el juego, sin lastimar, jamás, a nadie. Nunca imaginé que ocho o nueve años después yo también haría mis primeras prácticas en esta profesión de educar. Recuerdo mi escuela con dos aulas; los cuatro grados: dos en cada salón.

Eran años en que los grandes agricultores consolidaban exportaciones de hortalizas, con el empleo de cientos de jornaleros venidos del sur del país. El Ingenio azucarero de Costa Rica y Eldorado también empleaban decenas de operarios en tres turnos y muchos jornaleros de manera temporal en el corte de caña. Las luchas agrarias estaban en su apogeo. El Chapeteado (oficialmente Ejido Mezquitillo), había sido dotado de manera provisional, siendo su primer comisariado ejidal don Ramón Castañeda; transcurrirían muchos años para obtener la resolución presidencial. Recién había petrolizado la carretera Culiacán-Eldorado, por donde transitaban tractores y camiones de carga. Pocos hospitales y pocos médicos; insalubridad, desnutrición y enfermedades en la población. Gran parte de la educación elemental se cubría con plazas municipales, con esa categoría llegaron al ejido los maestros mencionados antes.

Corría el año 1965, cursaba yo, primer año de primaria. Por ese tiempo llegó a la escuela un personaje que llamó la atención de todos los niños; su aspecto desgarbado y descuidado, daba la idea de alguien que anda buscando algún apoyo económico. De momento no supimos qué platicó con nuestro maestro. Con el correr de los días se despejó la incógnita. Un lunes antes de iniciar clases, el maestro Antonio Tirado Guzmán, reunió a los niños de los cuatro grados para informarnos que el lunes próximo, tendríamos una función con un mago. Aquello causó regocijo y extrañeza; no conocíamos un mago. Por lo que más de alguno preguntó qué era eso.El maestro contestó que era un artista, un personaje que hacía trucos de magia. Que aparecía y desaparecía algunos objetos, cantaba, bailaba y traía un muñeco que hablaba. Todo aquello sorprendió más aun. ¡Éramos niños!

Informó que el costo era de veinte centavos para ver actuar al mago; qué de las ganancias obtenidas un porcentaje sería para la escuela y con ello compraríamos escobas y gises. Aquello fue realmente un acontecimiento. Más allá de las funciones de cine que llevaban los húngaros, nunca hubo un espectáculo de esa naturaleza en el ejido. Nunca antes ningún niño había visto a un mago.

Llegó el día tan esperado. Tengo fresco el recuerdo de la alegría de mis compañeros. El personaje montó, supe después, un teatrino. Sacó de un veliz un muñeco que causó gran admiración entre los espectadores. Cantó el mago, después el muñeco, y viceversa. El muñeco abría desmesurada la boca dando la impresión de que cantaba. El mago le dijo al muñeco –primero cantaré yo, luego tú cantarás al revés lo que yo canté. Vagamente recuerdo que cantaron esto: “Tómale y llévale; llévale y tómalecantó el muñeco. “Este jarro de atole”-cantó el mago”. El muñeco contestó- “de atole yo te enjarro”. Todos reímos con esa y otras ocurrencias del mago y el muñeco. Pero lo más asombroso muchos de nosotros, era que el muñeco hablaba; era algo que no entendíamos los más ingenuos. Imitaron a José Alfredo Jiménez, Javier Solís, Pedro Infante, a nosotros nos pareció que en verdad los imitaba.

Después, el mago solicitó entre los niños un “ayudante” para realizar algunos números de magia. No faltó el voluntario. Desiderio Vázquez Méndez, a quien apodaban “El Comino”, por su frágil figura, y fue el seleccionado. Creo que estaba en cuarto año. Fuimos grandes amigos, lo recuerdo con mucho cariño (ya fallecido).

Todos quedamos a la expectativa. Después el mago pasó una cartera frente algunos niños que se encontraban en la primera fila y de las orejas les sacó algunos billetes de peso. Aquello fue la locura. ¿Cómo podía hacer aquello? Otro truco que asombró fue cuando el mago nos mostró dos tiras de papel de colores. Las mostró en lo alto, para que todos lo viéramos y llevó las tiras de papel a su boca, a la vez que daba un giro completo quedando de nuevo frente a nosotros, movió sus manos con agilidad y empezó a sacar de su boca interminables tiras de papel de colores, logrando los aplausos de todos.

Fueron muchos los números que nos dejaron maravillados. Pero todo eso llegó al climax cuando el ayudante del Mago, nuestro compañerito, El Comino, entró en acción.

El mago anunció en voz alta: Ahora nuestro amigo “Comino”, pondrá un huevo. El Comino se resistió, pero fue convencido por el mago, quien lo puso en cuclillas, imitando a una gallina, a la vez que ponía un pequeño canasto en sus “pompas”. Entonces nos dio instrucciones para que gritáramos todos a la vez: “puja Comino, puja; puja Comino puja; puja Comino, puja”. Nuestro compañerito seguía con destreza el juego, y respondía con pujidos que arrancaban las carcajadas de todos. -Puja Más fuerte Comino- decía el mago- y aquello siguió hasta que por fin después de grandes pujidos un huevo de gallina cayó en la canastita. Aquello fue increíble. Efectivamente era un huevo, que el mago enseñó a los niños, algunos lo tocaron, para comprobar que era huevo de verdad. Todos estallamos en risas y asombro. No tenía explicación para nuestras mentes infantiles.

Después nos dijo: nuestro amigo Comino hará “la chi” (es decir iba a orinar), a la vez que le preguntaba, quieres hacer pipí? No, -dijo El Comino, no tengo ganas. Entonces el mago le puso un embudo de lámina debajo de su barriga y El Comino empezó a orinar aparentemente. Por el tubillo del embudo, empezó a salir agua. ¿Cómo lo había hecho? Nunca lo supe. Claro que el truco le funcionó y por supuesto que El Comino, nunca orinó. Veíamos en sus trucos el movimiento de sus manos, pero nuestra vista no registraba su agilidad. Así sucedió cuando empleó una baraja y le pedía a su “ayudante” que sacara alguna carta en especial sin atinar, en cambio el mago acertaba cada carta, adivinando que figura saldría (cartas marcadas). Nos engañaba con facilidad (claro ahora lo sé),pero en ese momento disfrutamos de manera maravillosa aquella suerte de actos que ejecutaban las manos de aquel mago, que jamás volví a ver.

Todos salimos muy emocionados de aquella función que jamás se volvió a repetir en el ejido. Durante muchos días el tema fue la función del mago, pero sobre todo cómo había hecho para hacer que El Comino, pusiera un huevo y lo hiciera orinar.

* La Promesa, Eldorado, Sinaloa. Comentarios o sugerencias a teodosonavidad@hotmail.com

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One Comment

  • israel zarate aguirre dice:

    grandes recuerdos trae a nuestra memoria, gracias por contarnos esa parte que creo es de todos los que vivimos en el chapeteado y reitero mi admiración y orgullo de que usted fuera parte de ese pedazo de tierra que nos vio crecer en los tiempos que nos veíamos más que como vecinos parte de una gran familia , buen día

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