LETICIA DIAZ ACOSTA
Para los mocoritenses, amantes de sus raíces y fieles seguidores de sus tradiciones, preservar su historia y legados a través de celebraciones donde se conjuguen el pasado y el presente en un caleidoscopio cultural maravilloso, es un imperativo que los motiva en su cotidianidad y los distingue en la región y el mundo entero.
Dueños de hermosos edificios que imponen presencia a la llegada de los visitantes y perpetuadores de las más gratas tradiciones, los habitantes del pueblo se unen a la tarea implícita en sus vidas, de preservar cada una de éstas obras de arte y de revivir con amor y entrega las prácticas heredadas desde antaño, como homenaje vivencial del orgullo que los embarga.
Ejemplo vivo de ello es el templo de la Purísima Concepción, el cual comenzó a construirse por los Jesuitas e indígenas alrededor de 1594 y que tras varias etapas fue finalizado en el siglo XVII; el edificio representa una joya arquitectónica con más de 400 años de antigüedad, lo que lo convierte en un ícono, sobre todo porque lleva inscrito en sí mismo su magia: el nombre en honor a su Patrona, la Virgen Purísima Concepción, a quien, desde hace más de un siglo, tanto mocoritenses como foráneos le celebran su día cada 8 de diciembre con una gran fiesta, misma que es esperada con
entusiasmo y fervor.
Existe una leyenda en relación a cómo es que la Virgen fue elegida como patrona de los mocoritenses, en ésta se dice que hace muchos años, un grupo de sacerdotes trasladaba la escultura de la Virgen de la Purísima Concepción a una comunidad rural para que fuera honrada como la patrona del lugar, pero que al llegar a la Villa de Mocorito los agarró una fuerte tempestad y les fue imposible continuar su camino, por lo que, atribuyendo lo acontecido a una señal milagrosa, decidieron dejar a la Virgen en ese lugar, para que pudiera estar donde ella había decidido quedarse. Desde entonces, los lugareños la acogieron como su patrona, y celebran con júbilo su presencia entre ellos.
Días antes de iniciar el mes de diciembre, el pueblo de Mocorito se pinta de azul y blanco con miles de banderitas que adornan el atrio de la iglesia. Desde el día 25 de noviembre de cada año, se comienza con las actividades que habrán de dar realce y sentido de pertenencia a sus habitantes, quienes las llevan a cabo con inmensa alegría hasta culminar el 8 de diciembre con una misa solemne presidida por el obispo a la que asisten cientos de personas con gran fe y esperanza.
Cabe mencionar que esta festividad tuvo su momento de esplendor a mediados del siglo XX; en esos tiempos, la fiesta se llevaba a cabo solo el día 8 de diciembre, pero como era algo tan esperado con antelación por todo el pueblo, ese día todas las actividades se paralizaban, y la atención se centraba en la celebración, tan es así, que los hombres se concentraban en la plaza desde temprano para escuchar y deleitarse con los acordes de las múltiples bandas que con gusto acudían a tocar las mañanitas y diversas canciones a su hermoso y sublime objeto de veneración.
Las mujeres y niños se ataviaban con sus mejores galas, mismas que habían sido confeccionadas o compradas exclusivamente para ese momento solemne; disfrutaban del paseo de la Virgen alrededor del pueblo, de la misa, de la verbena popular, los juegos mecánicos y pirotécnicos, así como la convivencia social, todo dentro de un marco de respeto, valores, orgullo y alegría.
Terminado el jolgorio y algarabía donde grandes y pequeños disfrutaban con deleite, la fiesta se prolongaba para los mayores en la “enramada” que se instalaba en la plaza; elegantemente ataviados, mocoritenses y foráneos acudían a un precioso baile en dicho lugar, el cual era amenizado en todo momento por la emblemática banda Hermanos Rubio, que en algunas ocasiones estaba acompañada también por la Orquesta Ibarra de Guasave, Sinaloa. Con el paso del tiempo, este baile se volvió algo simbólico dentro de esta celebración.
Cuentan los lugareños que en aquellos tiempos la fiesta estaba dividida, ya que había un espacio para la gente pudiente del lugar (la alta sociedad), y otro para aquellos menos favorecidos económicamente; sin embargo, eso no era impedimento para que todos disfrutaran de gratos momentos en compañía de sus familiares y amigos.
Poco a poco durante el transcurso de los años, se fueron sumando más actividades que vinieron a enriquecer esta celebración; las peregrinaciones de la Virgen se convirtieron en una actividad que se comenzó a desarrollar dentro de las festividades y a la cual acudían muchos de los habitantes del pueblo; a la llegada del sacerdote José Jiménez Briceño, conocido como el “padre Pepo”, estas peregrinaciones fueron tomando forma y se volvieron
verdaderas romerias, las cuales se llevaban a cabo en los diferentes barrios del pueblo.
Las romerias, que siguen aún vigentes, inician a fines de noviembre y terminan el día 6 de diciembre; durante estos días el sacerdote y sus diáconos, visitan los diferentes barrios del pueblo, acompañados siempre por la presencia del profesor Víctor Rubio, su banda de jóvenes músicos preparados por él mismo para estos días, y los habitantes del barrio al que corresponde visitar; los feligreses llegan a la iglesia y trasladan a la virgen hacía el altar ya preparado en el lugar donde habrá de llevarse a cabo la homilía; cabe mencionar que todo esto se repite durante los 12 días, uno para cada barrio, y es esperado con gran entusiasmo por los vecinos.
El día 7 es destinado a la limpieza del templo y a la preparación de los adornos florales que se habrán de colocar para hermosear el lugar y dar marco a la Santa Misa que se realiza por la noche; al término de la misma, todos los presentes cantan las mañanitas acompañados de mariachi y bandas de viento, alabando de esta manera a la Purísima Concepción.
El día 8 es destinado a la celebración solemne: por la tarde a temprana hora se baja de su altar a la hermosa imagen y se le coloca en un carro especial lleno de flores para iniciar con el recorrido por las principales calles del pueblo; la compañía de los fieles que la siguen vitoreándola y alternando con cantos religiosos y música de banda, es un espectáculo maravilloso que por sí solo habla de la importancia de esta celebración para los mocoritenses.
El cierre de los festejos eucarísticos se da con la celebración solemne de la Santa Misa, en la que a través del Sr. Obispo, los presentes reciben la bendición plenaria con gran fervor y se encomiendan a la protección de la Santísima Virgen; al terminar la homilía, todos los asistentes a la misma, se suman a los cientos de visitantes y lugareños que concentrados en la plaza, viven con alegría la tan esperada celebración.
Así como la festividad religiosa inicia con días de anticipación, de la misma manera los festejos del pueblo también dan comienzo con la tradicional verbena que se coloca alrededor de la plaza, y con la pintoresca y emblemática “enramada”, en la parte opuesta del templo, la cual es decorada con múltiples banderitas de papel china y una gran cantidad de mesas y sillas a su alrededor; dentro de ésta última se prepara el ambiente para recibir a las personas que vienen a divertirse y bailar en el espacio central destinado para ello. El programa incluye hasta 5 días de bailes con diferentes grupos musicales de la región principalmente, cerrando el día 8 como es costumbre desde hace años, con la participación casi segura, de la banda Hermanos Rubio.
Hace años, en el 2008 se había suspendido su instalación por motivo de la remodelación del adoquín de la plaza, y no se reactivó hasta el 2014, durante el gobierno del Alcalde José Eleno Quiñonez, quien encontró una forma ingeniosa de seguir realizándolo sin afectar el adoquín: colocaron tambos con cemento que sostenían los pilares de la enramada.
La celebración a la Inmaculada Purísima Concepción… una fiesta realmente vistosa y esperada con ansia por lugareños y extraños, este año, debido a la pandemia, no pudo ser celebrada de la misma manera; de hecho, las 12 romerías se convirtieron en 8, dando inicio este día 29 de noviembre, precisamente para no poner en riesgo a las personas que acuden a las mismas. El paseo de la virgen por las calles se realizó sin peregrinos, los fieles le acompañaron en sus automóviles y la ceremonia principal que encabezó el obispo se desarrolló fuera de la iglesia, disponiendo el atrio como altar. De igual manera, el tan esperado baile y la feria, tampoco fueron llevados a cabo, situación que a pesar de ser triste y necesaria, no mermó en nada el espíritu de entrega y el sentimiento fervoroso que siempre ha estado presente en todas las personas que con infinita devoción se entregan estos días a la celebración de su reina, su patrona: la Santísima Virgen de la Inmaculada Concepción.
*Licenciada en Ciencias de la Educación