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PRUDENCIO MOSCOSO PASTRANA PRIMER CRONISTA OFICIAL DE SAN CRISTÓBAL, CHIAPAS

By lunes 30 de noviembre de 2020 No Comments

SOFÍA MIRELES GAVITO

Prudencio Moscoso Pastrana nació el 6 de marzo de 1913 en la Cd. de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Se inició en su tierra natal como educador. Más tarde se convertiría en el Primer Cronista oficial de San Cristóbal en 1969, gracias a su intensa labor dentro de la investigación histórica.

Después de servir a la educación por un lapso de 36 años, como maestro en la Escuela Preparatoria de su ciudad natal, en 1976 fue distinguido con el nombramiento de Maestro emérito de la misma preparatoria. Murió en la Cd. de México el 8 de julio de 1991.

 Ocupó los cargos de miembro fundador de la extinta Sociedad Científica, literaria y artística de San Cristóbal en 1942; miembro fundador del Círculo de Estudios Sociales de la Escuela Preparatoria y de Derecho de San Cristóbal en 1957; miembro correspondiente del Seminario de Cultura Mexicana y Presidente del mismo en 1963; miembro fundador del Patronato Fray Bartolomé de las Casas en 1963; Miembro correspondiente de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala en 1978; Jurado del Premio Chiapas de 1982-1984; y miembro fundador de la Asociación de Escritores y poetas chiapanecos, A.C.

Es autor de una rica bibliografía sobre Chiapas. Sus libros suman más de 20, entre ellos: El Pinedismo en Chiapas, 1960; Jacinto Pérez Pajarito, 1972; México y Chiapas, 1974; El hermano Pedro, 1976; La medicina tradicional de los Altos de Chiapas, 1981; La imprenta en Chiapas, 1986; La Tierra lacandona, sus hombres y sus problemas, 1966; La Arriería en Chiapas, 1988; Las Cabezas Rodantes del Mal (brujería y nahualismo) (ICHC, 1990).

Recibió un sinnúmero de reconocimientos y distinciones a lo largo de su vida, entre ellos, el Premio Chiapas en 1976.

En el año de 1966 la Comisión de Energía Nuclear encargó al Profr. Prudencio Moscoso, que investigara el desarrollo de la vida de los Lacandones, su evolución como grupo humano en extinción, sus causas, su análisis en cuanto a la reducción numérica de sus miembros a través del tiempo, así como su organización económica y social, subrayando la historia de las monterías, el chicle y el caucho en la selva lacandona. Publicaré un fragmento del libro “La Tierra Lacandona”, del capítulo titulado Explotaciones de chicle en la selva lacandona.

Nos dice el Profr. Prudencio: “El látex que se conoce con el nombre de chicle y que se extrae del árbol llamado chicozapote, de cuya variedad existe en grandes cantidades en la selva, ya nos hablan de él las tradiciones mayas; así es que este producto era muy conocido de antaño. Desde mucho antes de la última Guerra Mundial, estaba en explotación el chicle y había muchas industrias en los Estados Unidos y en nuestro país que explotaban esa savia, fabricando pastillas cuyo uso llegó a generalizarse, sobre todo en Estados Unidos, México y Centro América.

Durante la última gran guerra la demanda de este producto exigía grandes cantidades de esta goma, por tal motivo La Selva Lacandona fue invadida por gran número de contratistas, empresarios de la explotación del chicle, que se dispersaron y establecieron campamentos en diferentes lugares e hicieron campos de aterrizaje, intensificando la extracción del chicle. Ejemplo: en la zona Álvaro Obregón, Municipio de Ocosingo, había no menos de 2,500 a 3,000 chicleros repartidos en veinte centrales.

Los chicleros, como antes los monteros o trabajadores de madera, eran encontrados en los pueblos de Tenosique, Balancán, Zapata y otros lugares del Estado de Tabasco, así como del municipio de Ocosingo, Chiapas. (…) Las principales compañías chicleras americanas, y que ya estaban establecidas en Mérida desde antes de la guerra eran la Wrygle Chicle Compañía y la Mexicana Explotation Company, estas fueron las financiadoras de la explotación de chicle que tomó tanto incremento durante la última guerra. Estas compañías no tenían oficinas en la Selva sino que sus centrales se encontraban en Mérida, Yucatán; y con agencias en Ciudad del Carmen, Campeche, y Tenosique, Tabasco.

Los trabajadores que se internaban en la selva para explotar el chicle recibían anticipos de mil, mil quinientos y dos mil pesos, cada año, de acuerdo con los antecedentes que se tenían de él. Dichos anticipos los dilapidaban en pocos días en los cabarets, cantinas y casas de mala nota. Era tan lucrativo el trabajo para estos chicleros que en ocho meses de temporada de chicle desquitaban el anticipo y regresaban a sus pueblos con alcances en iguales o mayores cantidades que las que habían recibido. (…)

La castrada del árbol de chicle es igual que la del árbol de hule, el chiclero tiene sus espolones, cable y machete y procede a hacer los cortes en el árbol para que corra el látex, cada chiclero tiene un juego de bolsas de diferentes tamaños, siendo la más grande la que llaman “depósito” en la cual vacía la resina recogida en las bolsas pequeñas que sujeta a donde terminan los cortes o castrada, en la parte de abajo del árbol”. (Moscoso Pastrana, P. La Tierra Lacandona, 1966: 137-139)

Cronista De Tonalá, Chiapas

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