CARLOS VARELA NÁJERA
No soy hombre mujer, heterosexual, homosexual. Soy un disidente del sistema sexo-género. ¡Lo que soy, qué más da, lo importante es cómo puedo ser libre! Paul Preciado.
Freud sabía que no existe una pretendida armonía entre los sexos, esta pretensión es más del orden del ideal, del mito, de las novelas, esto se llevó a la exageración radical, que no hay relación sexual, no hay escritura sobre tal relación, eso no se escribe en lo inconsciente, la no relación sexual desnaturaliza el apareamiento en hombres y mujeres, y nos coloca en la insatisfacción constante de la no complementariedad de los sexos. La radicalidad más desorganizadora, es cuando Lacan plantea que la mujer no existe, es decir Lacan sale del campo de la fe, y se coloca de lado de la lógica, en lo que él llamó las formulas de la sexuación, donde destituye al hombre-mujer y desafiando el binarismo, coloca sitiales de goce, modos muy específicos de gozar, más allá del principio del placer incluso destituyéndolo.
Si la mujer no existe es para quitarla de la apropiación del feminismo, porque lo femenino no es exclusivo de las mujeres, en todo caso la mujer se escribe en la singularidad es de una a una, y en esta lógica, ninguna es reductible a las otras cada una en su especificidad, ya que Freud mencionó que en lo inconsciente no existe la representación de la mujer y en ese hueco, en ese vacío la mujer debería hacerse cada vez hacia el infinito y más allá, no cesa de no escribirse.
El discurso capitalista masifica a la mujer, las convierte en colectivo de mujeres, mientras que el psicoanálisis las singulariza, no plantea el psicoanálisis someter lo femenino a ninguna figura de masculinidad, a ninguna potencia fálica, no hay dominación fálica, no hay aquí un universal que valga para todos, sino que al menos uno, el respeto por lo singular, el uno por uno, caso por caso, sin dejar de ser rigurosos.
Es nuestra cultura judeo-cristiano es quien sostiene el binarismo hombre mujer, se ha mencionado que el cuerpo en la mujer es el reemplazo del falo, y el narcisismo femenino un modo de suplencia fálica, ahí el falo es tan abarcativo que a la vez se vuelve el continente oscuro freudiano. Freud sabía que tanto la muerte como la vagina no tienen inscripción en lo inconsciente, esto lleva a que hombre y mujer no siempre se complementan, hay una falla sexual no hay modo de inscribir la complementariedad de los sexos, no somos el uno para el otro hay un goce que no-se-para, la mujer retorna de lo real, encarnado en objeto causa de deseo, cuando la mujer se ubica como causa de deseo no les falta nada.
En el texto Causa y consentimiento de Miller, se plantea que cuanto más débil es la potencia sexual del hombre más pronunciada es la histeria de la mujer, no sé en qué sentido lo dice Miller, será un malentendido freudiano suponiendo que a la mujer no le falta nada y se supone que la histeria es en sí una solución una manera de gozar, pero Miller más adelante de ese escrito en ese mismo libro retoma el decir freudiano y analiza las equivalencias, masturbación=neurastenia, para dar un gancho al hígado al afirmar un juicio de verdad del dicho histérico, ya que para ellas todos somos impotentes nadie escapa de la detumescencia.
Si el cuerpo en la mujer es el falo, entramos a un lugar, donde los hombres estamos sin garantía, o lo que esa parece ser la salida feminista hacer del falo su patrimonio para autorizarse en una posición de poder, donde sigue siendo el falo la moneda corriente de asumir un dominio frente al otro, y esto lo dicta el quinto discurso, el discurso capitalista que hace del falo fetichización del mercado donde el brillo agalmático de éste permite en los proletariados un esfuerzo mas por su goce.
Porque finalmente una mujer es algo que cuenta. Hay cierta manera de atraparla de la buena manera, aferrarla de cierto modo, y ella no se equivoca al respecto. Ella es capaz de decirles –No me sostienes como se sostiene a una mujer. (J. Lacan, Seminario 16 De un otro al Otro, p. 188)
Doctor en educación y Lic. en Psicología