VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO
El arte bello muestra precisamente su excelencia en que describe como bellas cosas que en la naturaleza serían feas o desagradables. Las furias, las enfermedades, devastaciones de la guerra, pueden ser descritas como males muy bellamente, y hasta representadas en cuadros; sólo una clase de fealdad no puede ser representada conforme a la naturaleza sin echar por tierra toda satisfacción estética, por lo tanto, toda belleza artística, y es, a saber, la que despierta asco, pues como en esa extraña sensación, que descansa en una pura figuración fantástica, el objeto es representado como si, por decirlo así, nos apremiara para gustarlo, oponiéndonos nosotros a ello con violencia, la representación del objeto por el arte no se distingue ya, en nuestra sensación de la naturaleza, de ese objeto mismo, y entonces no puede ya ser tenida por bella. Eugenio Trías. Lo bello y lo siniestro.
Para Heidegger lo siniestro es designado como “to dainon”, lo maléfico, lo terrible, Freud en 1919 lo ubica como Das Umheimlich. Freud Investiga lo siniestro desde diferentes vertientes, lo siniestro ha sido interrogado desde la antigüedad por el sujeto, no es un tema exclusivo del psicoanálisis, la religión ha hecho lo suyo, forzando lo bello hasta lo demoníaco como una banda de moebius. Freud en el paisaje de la primera guerra mundial sabía que no había nada más siniestro que el hombre, ya enunció con otras palabras, es un ser de mil maldades lo humano, y como lo más familiar aparece con ropajes siniestros, así como el diablo era un ángel bello según el discurso de los religiosos, Luzbell, (luz bella), hasta que se transformó en lo demoníaco.
Lo siniestro, sin lugar a dudas aunque se pretenda negar, es propio de la condición humana, de hecho lo inquietante como categoría va a la par de este concepto siniestro, van por el mismo riel aun con connotaciones distintas, Freud puede incluso anticipar que detrás de lo sublime se encuentra un rostro siniestro, en Lacan lo real descarnado sería contextualizado dentro del efecto extrañeza, estupor que cimbra al sujeto, lo ningunea, lo trastoca, una inquietante extrañeza que sorprende al sujeto de la razón, lo cimbra, pero también lo convierte en un sujeto no confiable por la maldad que oculta y puede descarriar lo civilizado convirtiéndose en una bestia.
Parece que lo siniestro produce la infamia, la maldad en el sujeto, esto también desencadena angustia en el prójimo cuando lo siniestro le muestra sus colmillos, o la capacidad de dañar al otro, causa espanto saber que se puede ser víctima de lo siniestro que amenaza, descompone cualquier certidumbre y equilibrio psíquico si este existiera. Muchas veces lo que mas amas se convierte en eso amenazante, aún más porque esperabas de ese otro siempre la reciprocidad de el ideal, pero esto solo pasa en las novelas color de rosa, la pareja puede devenir extraña, siniestra o terrorífica.
Las películas de Hollywood explotan esa parte oscura y malévola del sujeto, son las películas de horror las más taquilleras porque tocan algo de lo siniestro que nos habita. El miedo que siempre nos acompaña es alimentado por esas películas y el festín de miedo nos engulle, en esa ficción lo inanimado cobra vida, muñecos con ojos desorbitados diabólicamente nos miran, y eso desencadena la angustia que nos sostiene, lo siniestro nos hace enemigos a nosotros mismos, esa parte familiar y terrorífica. Freud ha hecho un viaje por lo ominoso, diversos fantasmas que nos despiertan el terror aparecen, desde el abuelo sin dientes en la mortaja hasta la imagen demoníaca que nos toca nuestra humanidad.
El celoso siempre lucha con su mal interior, los celos son una señal para el sujeto de lo ilimitado que puede ser en su crueldad, lo siniestro capturado en lo real desencadena esta señalización que distingue al ser humano con respecto a los otros animales, en su capacidad y pasión destructiva con el otro que aparece como estorbo. Los celos son la posibilidad de marcar un rasgo que lo diferencie del semejante y es ese rasgo el que posibilita que yo y otro, no se confundan en la identificación especular y narcisista, en esa fusión mortífera con el Otro.
La condición del celoso es una perturbación, es el desencanto en el supuesto encuentro que el ser debería de tener, forzando un poco la lógica lacaniana, se podría afirmar que los celos están agazapados en la angustia de la cual se desprende con ese tono amenazante, los celos quieren demostrar que hay relación sexual, los celos ponen a funcionar otra escena, para poder amar solo lo puedo hacer como mujer, he ahí el filón lacaniano de la explicación, el goce sería eso siniestro que empuja a ser celoso, goce opaco que lava con sangre la afrenta, y el sujeto suspendido siempre ausente de sí mismo.
Doctora en Educación