GILBERTO J. LÓPEZ ALANÍS
Cincuenta y dos años después del movimiento estudiantil-popular de 1968, la fecha del 2 de octubre ha quedado inserta en el calendario cívico y político de la nación. Como ejemplo, en el Congreso del Estado de Sinaloa se inscribió en el Muro de Honor, en letras doradas, un texto alusivo al 68, que ya quedó para siempre.
Como activista e integrante del Comité de Lucha de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN), el cual se organizó a partir del 26 de julio de 1968, asistí al mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga (CNH), en la tarde del 2 de octubre de ese año, en medio de la Plaza de las Tres Culturas del conjunto habitacional de Tlatelolco.
Los mítines el CNH, tenían un orden, habría un fogoso orador que lograba concentrar la atención, ese fue Sócrates Amado Campos Lemus, después se nos informaba de la situación y la coyuntura del movimiento a nivel nacional, aparte de las tareas que se vislumbraban. Para esa ocasión estábamos a escasos 10 días de la celebración de las olimpiadas, muy publicitadas como MÉXICO 68.
La algarabía de los asistentes se confundía con las propuestas, a ras de tierra, que los brigadistas intercambiaban para llevarlas al seno de los Comités de Lucha de las escuelas de la UNAM, IPN, Normales, Sindicatos, Ejidos aledaños al DF y otros centros educativos para organizar la propaganda y difusión de las demandas estudiantiles y populares.
Otra faceta del movimiento, fueron las discusiones llenas de argumentos teóricos, políticos y prácticos que llamaban la atención, celebradas en los auditorios o abiertas en los pasillos. Ahí se ilustraba y además se citaba a las figuras más socorridas de aquellos años, Ricardo Flores Magón y Emiliano Zapata, por supuesto no podían faltar las referencias al Che Guevara Mao Tse Tung, Ho Chi Ming, o Fidel Castro. Los más sofisticados nos traían las propuestas de Alexander Dubcek, Jean Pau Sartré, Dany Con Bendit (Daniel el Rojo), José Revueltas, Ely de Gortary, Herberto Castillo, Fausto Trejo, Heberth Marcuse, Ernest Mandel y los líderes del poder negro como Malcon X, los cuales retumbaban en las asambleas que se celebraban en cada escuela.
Por otra parte, es necesario recalcar que en la narrativa actual del 68, no existe la memoria de los brigadistas; esos que redactaban y subían a las matrices de los mimeógrafos, los volantes que por miles circularon en esos meses. Los que solos, con su valiosa humanidad, se enfrentaron a los granaderos y agentes policiacos, al realizar mítines relámpagos en mercados y centros de trabajo: también a los que pintaban mantas y bardas con leyendas alusivas al pliego petitorio de siete puntos. También los que mantenían en actividad las escuelas, limpiándolas de porros y vividores que quisieron aprovecharse de aquella situación para infiltrase. No podemos olvidar a las comisiones de vigilancia que a la par que cuidaban los centros educativos por las noches, alentaban de la limpieza necesaria. Los que mediante colectas monetarias en botes, suministraban el papel, tinta y la reparación de los mimeógrafos. Aparte de los que llevaban el archivo de cada Comité de Lucha y de los que difundían las iniciativas del CNH a la base.
Incluso los que tuvieron la capacidad de relacionarse con sindicatos, uniones de colonos y ejidos para darles cabida en las manifestaciones de manera organizada.
Así que habían pasado un poco más de 70 días de febril actividad, que parecieron eternos, por la intensidad de las movilizaciones que habían sacudido las conciencias de la población de la ciudad de México y de importantes ciudades. Aparte de los eventos cívicos como el del grito de Independencia celebrado en las instalaciones del Politécnico o en las de la UNAM. Por cierto en la fiesta del Grito en el IPN, se celebró un concurso de trajes y bailes típicos en la Escuela Superior de Medicina Rural, y entre los jueces se encontraron mis abuelos de San Benito, Mocorito, Valentín López Valenzuela y Natalia Labrada Castro.
Muchísimos y variados fueron los acercamientos a la población capitalina, solamente así se explican las manifestaciones de 100,000, otras de 200,000 personas que abarrotaron sucesivamente el Zócalo capitalino. Por eso estábamos concentrados en esa plaza, nos habíamos ganado ese derecho y la alegría de juntarnos habría nuevas expectativas de organización.
La explanada se fue ocupando y como a las seis de la tarde, colocado frente del micrófono, Sócrates Amado Campos Lemus, representante del Comité de Lucha de la Escuela Superior de Economía del IPN, arengaba la multitud, cuando oímos el golpeteo de las botas de los soldados entrando a la plaza, precisamente frente al balcón de los miembros del CNH. La inquietud nos invadió; no esperábamos esa presencia; una bengala surcó los cielos por el flanco de la torre de Relaciones Exteriores y se oyeron los primeros disparos.
Ante gritos y desesperos buscando escapar, oigo todavía “¡¡No corran; esto es una provocación!!” en voz angustiada de Sócrates Amado. De repente se hizo el silencio en el tercer piso del edificio Chihuahua y los dirigentes desaparecieron de nuestra vista; habían sido capturados por el batallón Olimpia.
Abajo el maremágnum. Las balas salían también de los altos del edificio Chihuahua, y el ejército respondió disparando hacia arriba; el general Toledo cayó herido y se generalizó el intercambio de proyectiles desde el edificio ya mencionado y los soldados.
En medio de esta confrontación quedamos atrapados cientos de manifestantes que buscábamos por donde salir de aquel encierro. Sólo se vislumbró una salida por un costado de la Vocacional Siete del IPN, al norte de la plaza.
Hacia allá me dirigí acompañado de una estudiante de enfermería; nos refugiamos en las escaleras de esa vocacional y fue tanta la gente, que concluí que ahí quedaríamos confinados, así que brincando por encima de los que subían, en medio de gritos y llantos, bajamos para buscar la salida; la encontramos, y cuando estábamos a punto de escapar del cerco militar, de repente abrazados y ella llorando, nos vimos enfrente de un soldado que nos hizo una pregunta ¿Qué hacen aquí? ¡Somos vecinos de la unidad, Chihuahua, déjenos salir!, le respondí. Por acá me dijo, señalando el callejón que custodiaba, así en pocos minutos, corríamos por unas vías de ferrocarril entre vagones y contenedores. Atrás se oían la balacera y explosiones; no recuerdo o no quiero recordar, donde dormí esa noche, pero al otro día, volví a la plaza.
La vi desolada, fría, llena de tanquetas militares y sobre las lozas manchas de sangre. Tirados a los lados muchos zapatos de varios colores, bolsas de mano, libros, volantes, posters, y algunas prendas de vestir.
Me retiré, crucé la calle que se llamaba San Juan de Letrán hoy Eje Central y en uno de los conjuntos habitacionales, grupos de vecinos se arremolinaban queriendo saber qué había pasado. Tomé la palabra informé lo que había vivido la noche antes y me dirigí a la Escuela Superior de Economía del IPN, ubicada en el casco de Santo Tomás, donde no encontré a nadie.
Compré los periódicos y en Excélsior el caricaturista Abel Quezada, publicó un cartón que consistió en un cuadro negro y al calce la leyenda, “Porqué?”.
Los días transcurrieron, el montaje mediático comenzó a operar; los dirigente del CNH, aparecieron ante los medios de comunicación como presos en el Campo Militar N°1. Después supimos que fueron torturados y sometidos a simulacros de fusilamiento, hasta obligarlos a firmar inverosímiles declaraciones. Además fueron presentados ante los reporteros, como instigadores contra la Nación, otros acusados de servir a intereses extraños, tildados de comunistas, troskistas, guerrilleros y terroristas.
A partir de ahí, la persecución se hizo sistemática; de los que logaron escapar, uno a uno los fueron capturando por agentes de la Dirección Federal de Seguridad, y ante esta persistente cacería de estudiantes y dirigentes del CNH, me retiré de la ciudad de México, el 7 de octubre.
Hoy que hago este relato, veo y siento que nuestro país es otro. A principios de 1970 a los jóvenes se les concedió la ciudadanía a los 18 años; los partidos de oposición de izquierda ya no son clandestinos. Si existen presos políticos, poco sabemos de ellos. Es manifiesta la alternancia política en los tres niveles de gobierno, se lucha insistentemente por la paridad de género; el voto vale. Existen Comisiones de Derechos Humanos, aunque no tenemos el régimen político al que aspiramos los inquietos jóvenes de aquellos años.
Culiacán, Sinaloa, a 2 de Octubre de 2020
Director del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa