TEODOSO NAVIDAD SALAZAR
Miguel Hidalgo, convocó a la insurrección, la noche del 15 de septiembre de 1810. Junto con otros hombres y mujeres deseaban libertad e independencia de la Corona española. En Sonora y Sinaloa las autoridades eclesiásticas, se pronunciaron en contra de esta lucha, tal vez porque no habían nacido en esta tierra o porque sus intereses estaban muy lejanos (España); o tal vez debido a su origen se declararon tempranamente a favor del exterminio de cualquier atentado contra la Corona.
Es importante destacar que la mayoría de los grupos rebeldes carecían de experiencia en el arte de la guerra, no obstante confiaron en lo justo de la causa y se dejaron llevar por el sentimiento de libertad. Antes de viajar a las provincias de Sonora y Sinaloa es necesario contextualizar lo siguiente: don Miguel Gómez Portugal, fue de los primeros simpatizantes de la causa en la región de los Altos de Jalisco. Según carta publicada por el Sr. Manuel Puga y Acal, sobrino de José Pérez de Acal, Jefe de las Provincias, publicada en su libro 90 Documentos para la Historia Patria, la entrada de los primeros insurgentes a Xalostotitlán, lugar de nacimiento de José María González de Hermosillo ocurrió entre los días 4 y 6 de octubre de 1810.
González de Hermosillo, tuvo su primeras pláticas con Miguel Gómez Portugal durante los días señalados y al conocer de viva voz, las causas de la lucha decidió sumarse a otros hacendados, contra la Corona, a la vez que reunía, casi de inmediato sus trabajadores y a un hermano suyo, quien serviría como escribiente. De esa forma dejó, atrás, la comodidad de su casa en la Hacienda El Salitre, cercana a Xalostotitlán. La mañana del 7 de octubre de 1810, José María González de Hermosillo y su pequeño contingente se despidieron de sus familias.
El Principio
El reducido grupo rebelde encaminó rumbo al pueblo de Cuquío; en las pequeñas rancherías que encontraban a su paso comentaban los motivos de la rebelión, ganando la simpatía e incorporación de otros que consideraban justa la causa rebelde en contra de las autoridades españolas.
En poco tiempo González de Hermosillo estaba al frente un nutrido contingente, por lo que recibió el grado de capitán, con el conocimiento y la aceptación de Hidalgo, atendiendo la encomienda de reunir armas y apoyos para la guerra. También fue instruido para establecer un cuartel general de operaciones, en el mencionado lugar, así como de avanzar sobre el pueblo de Mazcuala. Continuó la suma de adeptos y consecución de pertrechos y recursos económicos. En ese lugar lo alcanzó don Miguel Gómez Portugal, y juntos esperaron la oportunidad para la toma de Guadalajara, y con ello concluir la primera fase de la campaña insurgente en la región.
Cabe aclarar que dicha toma fue llevada a cabo por José Torres, originario de San Pedro Piedra Gorga, intendencia de Guanajuato, quien por esos días, y después de la toma de Guanajuato, recibió instrucciones así como el grado de coronel, de manos de Hidalgo. El “Amo Torres” como era conocido por sus trabajadores, bordeó la laguna de Chapala, pasó luego por Tizapán el Alto, Atoyac y Zacoalco, donde asestó severa derrota al realista Tomás Ignacio Villaseñor. El 11 de noviembre su tropa tomaba la plaza de Guadalajara sin resistencia alguna. Teniendo noticias de tal acontecimiento, las huestes de Miguel Gómez y José María González de Hermosillo, avanzaron rumbo a Guadalajara, quedando a la espera de instrucciones de la Secretaría General de Guerra. Informado que fue, Hidalgo, arribó a esta ciudad el 26 de ese mismo mes y ahí giró instrucciones a los jefes ahí reunidos.
José María González de Hermosillo, fue recibido por Hidalgo, el 28 de noviembre. Se le asignó insurreccionar las Provincias Internas (Sonora y Sinaloa), ordenándole, salir de inmediato, lo que hizo el día primero de diciembre, partiendo hacia Tepic, llevando al fraile dominico Francisco de la Parra como consejero, por indicaciones de Hidalgo. Antes de llegar a Tepic, tomó las plazas de Amatitán, Tequila y Magdalena. Al paso de González de Hermosillo por Ixtlán del Río, se sumaron a su ejército, que luego tomó Tepic, los subtenientes don José Antonio López y don Matías de los Ríos, quienes por órdenes de Miguel Gómez Portugal, propagaban el movimiento en esa región.
José Trinidad Padilla Lozano afirma en su libro Historia del Mariscal de Campo José María González de Hermosillo, (p.53 a 55), lo siguiente, cito: el desorden y la falta de comunicación imperaba en los mandos del ejército insurgente. Hasta aquí la cita.
Padilla Lozano señala lo anterior porque para propagar la revolución en la región de la costa del Pacífico el Amo Torres envió al cura José María Mercado; Miguel de Portugal envió a don José Antonio López y a don Matías de los Ríos; Hidalgo hizo lo mismo con José María González de Hermosillo.
El cura Mercado quiso adjudicarse la toma de Tepic, por ser, según él, el primero en promover el movimiento en esa región y no perdonó jamás que González de Hermosillo se adelantara en esa toma, presentándose barruntos de violencia por las desavenencias, por adjudicarse los triunfos.
Según el artículo Noticias de la Guerra de Independencia en Tepic, firmado por el Sr. J. Eucario López, publicado en la Revista Estudios Históricos No. 10, en junio de 1979, señala que para ese momento el ejército comandado por González de Hermosillo, estaba compuesto por 1700 hombres a pie y 200 a caballo; y con esa fuerza salió con rumbo al Real del Rosario, llegando a las riveras del río Baluarte el día 17 de diciembre de 1810.
Días antes, el día 13 de diciembre de ese año, para ser exacto, Hidalgo, despachó el nombramiento de Teniente Coronel para González de Hermosillo, tal y como quedó inscrito en el libro de Gobierno de esa Secretaría General de Guerra; dicho grado fue firmado por el propio Hidalgo e Ignacio López Rayón, según publicación del artículo La Insurgencia de la Nueva Galicia en algunos Documentos, (Ayuntamiento de Guadalajara. Documento No. 76, 1984. Página 87).
Después del combate en el Real del Rosario, Hidalgo, previo informe rendido por el propio González de Hermosillo, confirmó el despacho y el nombramiento del grado de Coronel. Con esto se comprende que fue el único insurrecto habilitado directamente por el cura don Hidalgo para apoyar la causa independentista en esta región de lo que hoy es el noroeste mexicano.
La fuerza de González de Hermosillo atacó el día 18 de ese mismo mes, el antiguo mineral defendido por un millar de hombres al mando del coronel español don Pedro Villaescusa. Ante la fiereza del ataque la población civil, se refugió en sus casas y otros salieron de la ciudad. El Coronel español, fue derrotado. Los rebeldes se apoderaron de pertrechos y aprendiendo al milite junto con sus hombres los llevaron ante González de Hermosillo, quien lo perdonó, previo juramento de no volver a hacer la guerra a ningún cuerpo del Ejército Insurgente.
La gran mayoría de los investigadores coinciden en que ese gesto de nobleza sería tiempo más tarde, el trago más amargo en la vida de González de Hermosillo, ya que como se afirma, fue un acto de ingenuidad, pensar que Villaescusa cumpliría su juramento, siendo un militar de carrera y comprometido, bajo juramento, con la autoridad real.
Entre las sombras de la noche siguiente a la batalla, el coronel español partió rumbo a San Ignacio de Piaxtla, junto con los hombres que quisieron seguirlo, en busca del auxilio del intendente de la Provincia Alejo García Conde. Quizá ni González de Hermosillo ni el padre de la Parra, percibieron la magnitud de aquel indulto.
Cabe destacar que Hidalgo recibió informes del cura José María Mercado, con quien González de Hermosillo, se había enemistado en Tepic, muy contradictorios sobre el combate de las fuerza insurgentes en el Real del Rosario, y no fue, como ha quedado descrito, hasta que el mismo González de Hermosillo, rindió el respectivo parte de guerra, cuando supo, a ciencia cierta, el desarrollo de los acontecimientos. A este parte de guerra, Hidalgo contestó el 30 de diciembre de 1810, refrendándole el nombramiento de coronel, a la vez que le reprochó el perdón al militar español Pedro Villaescusa, expresándole textualmente “deponga usted todo cuidado acerca de los indultos y libertad de europeos”.
En esa misma misiva lo instruyó para que se condujera con cautela en la toma de Cosalá y la insurrección de toda la Provincia de Sonora y Sinaloa, señalándole que, cito: “donde me han informado hay gruesas cantidades de reales y mucha plata en pasta útil y muy necesaria para la manutención de nuestras tropas y crecidos gastos del ejército”. Termina la cita. Lo anterior vuelve a confirmar la confianza en González de Hermosillo así como el interés de Hidalgo por la actividad insurgente en esta región y la urgencia de recursos para sostener el movimiento libertador.
Después del asalto al Real del Rosario, se detuvo en Cacalotán haciendo inventario de sus haberes. Emprendió el camino con cuatro mil hombres a pie, seiscientos a caballo así como seis piezas de artillería obtenidas en el combate del Real del Rosario.
Llegó al presidio de Mazatlán donde se unieron los “pardos” que habían desertado del ejército de Pedro Villaescusa, en Rosario; luego la tropa avanzó a San Sebastián (hoy Concordia). De allí, escribió a Hidalgo el 20 de enero de 1811, informándole sobre el desarrollo de los acontecimientos y sus preocupaciones por la integridad de su familia, ya que tenía noticias de que por aquella región (los altos de Jalisco), se desarrollaban fuertes enfrentamiento entre insurgentes y fuerzas realistas. Para entonces ya había pasado por esta villa de San Sebastián, el coronel español Pedro Villaescusa, reclutando gente de los ranchos que encontraba en su huida a San Ignacio.
En la región de San Sebastián, González de Hermosillo conminó a los españoles residentes de los minerales cercanos a contribuir con la causa. En Pánuco, cercano al real de Copala, contó con la ayuda, de los hermanos José de Jesús y Nicolás Hidalgo y Costilla, dos personajes parientes muy cercanos al cura Hidalgo. De manera diligente enviaron plata y enseres a los enviados de José María González de Hermosillo antes de darse el fatídico combate en San Ignacio; ambos eran mineros y explotaban algunos yacimientos en la región de Copala y Panuco. Tiempo después, José de Jesús y Nicolás serían juzgados por la Real Audiencia de Guadalajara.
El Final
Aquella fría mañana del día 7 de febrero de 1811, la tropa insurgente se apostó frente al pueblo de San Ignacio, situado a orillas del río Piaxtla. Reinaba una gran tranquilidad en los alrededores. La avanzada de González de Hermosillo no olfateo el peligro, ya que consideraban que la plaza sería defendida únicamente por Villaescusa. Sin embargo no contó con que aquella misma madrugada llegaron fuerzas del intendente Alejo García Conde, y se estaban estratégicamente posicionadas, esperando entrar en acción. Tenían experiencia en el combate, caso contrario al ejército de González de Hermosillo, compuesto en su mayoría por labriegos. Según se puede apreciar, por los partes rendidos, por el dicho González de Hermosillo, faltó estrategia y el exceso de confianza, fueron los elementos aprovechados por Villaescusa para vengar la afrenta causada en el viejo Real de Minas de El Rosario.
Después de la derrota de González de Hermosillo, una tensa calma se dejó sentir sobre esta parte de la Nueva España, quedando pacificada la región en 1820, por las fuerzas de Alejo García Conde y su ejército compuesto por una gran mayoría de aguerridos Pimas. Lejos quedaron las aspiraciones de González de Hermosillo de tomar Cosalá, y toda la provincia de Sonora, como se lo había indicado el cura don Miguel Hidalgo.
Por todo lo anterior se puede afirmar que esos movimientos llevados a cabo en la provincia de Sonora y Sinaloa, sí contribuyeron, aunque más tarde, a arraigar las ideas de libertad, y mantuvieron la llama del movimiento independentista, para posteriormente lograr el triunfo de dicha causa. Finalmente consideramos que González de Hermosillo, merece ser suficientemente reconocido por su participación, en la lucha insurgente. Como ha quedado anotado, en este trabajo, el hombre conocía de labores del campo, siembra y ganado, pero no tenía dotes militares. En esta aventura, sólo lo acompañó su buena fe y simpatía por la causa insurgente. No se puede negar que era inteligente, de ahí la confianza depositada en él por Hidalgo. Las malas comunicaciones de la época y distancias no fueron obstáculo para que cumpliera, aunque en parte, la encomienda de Hidalgo en la propagación de ideas de libertad en la región y que ya recorrían gran parte del mundo. Su trayectoria en esta lucha por la independencia aunque fugaz, no fue cosa menor.
La Promesa, Eldorado, Sinaloa. Comentarios o sugerencias
a teodosonavidad@hotmail.com