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DE ECOLOGÍA PARTE 1: VENATUS

By lunes 31 de agosto de 2020 No Comments

ROGER LAFARGA

“La caza vuelve feroz la mente del hombre,
las cosas difíciles de obtener lo vuelven cruel…”
Fragmento del Tao Té Ching, Lao Tsé,

Quizá Homo sapiens sea la única especie capaz de ocasionar actos de lesa ecología; todo acto de lesa ecología es un acto de lesa humanidad.

ECOLOGÍA, del griego oikos = casa y logos = estudio o tratado, es la parte de la Biología que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio donde habitan.

Del latín venari = cazar, proviene la palabra venatus, que significa pieza de caza o pieza cazada y que se traduce al español como venado.

Del latín venari = cazar, más el sufijo bulum = instrumento, proviene la palabra venablo, que describe a una lanza arrojadiza y corta, diseñada para cazar.

Así que un venado es por definición lingüística y por disposición de sentido práctico un animal cuyo “destino manifiesto” es el de servir como blanco de cacería, independiente de la opinión del propio afectado, lo que a nadie importaría, como suele ocurrir donde el utilitarismo impera.

El hombre ha inventado la historia como una forma de registro para explicar sus orígenes y justificar sus procedimientos, es decir, su naturaleza, aunque de otra parte, la naturaleza en sí no necesite de historias ni razones ni justificaciones para existir.

Se nos ha dicho que el hombre es un transformador de la naturaleza y que para lograrlo puede y debe elaborar instrumentos, herramientas a partir de la naturaleza. Y si, excepcionalmente creativo, el individuo humano ha desarrollado innúmeras formas de aplicar sus inventivas y, mediante los procedimientos de enseñanza – aprendizaje que le caracterizan, ha logrado allegarse una cantidad enorme de información y conocimientos, como nunca antes. Ha descubierto, clasificado, definido e identificado mucho de cuanto le resulta satisfactorio para beneficio humano, más específicamente para beneficio de exclusivos grupos minoritarios de poder; confort, seguridad y prestigio pueden dormir el sueño de los justos.

Una raquítica presencia se tales beneficios llega en mendrugos y con altísimo costo, a las inmensas mayorías, la masa consumidora.

Pero regresando a venatus, expresión lingüística y facto que subyace en la cultura misma como una constante que matiza toda forma de modelo productivo de control para explotación, diré que hemos practicado la caza por la pieza necesaria para alimento, vestido, vivienda, instrumentos, ritual, invasión de territorio y domesticación. También hemos practicado la guerra para hacernos de un botín con que acumular riqueza y poder, como precursores de control contra quienes quedan obligados a padecerlo: los vencidos.

Más aún, a través de la historia el hombre ha diseñado deidades protectoras para cada actividad conveniente: diosa de la cacería, dios del vino… y ha inventado otras, destructivas (dios de la guerra), contra supuestos enemigos que, de no existir, también se les inventa.

Se trata del mismo hombre que ha establecido leyes sustentadas dentro de los parámetros de caza –guerra – especulación, sentando reales sobre pueblos sometidos y avasallados bajo tronos de sangre cubiertos con mantos de miedo.

Toda vez el hombre satisfizo sus necesidades de alimentación a través de la caza y otros procedimientos (pesca, recolección…) y ya con “venablos” más sofisticados, dio en cazar como negocio, para divertirse, como manifestación de poder y hasta como deporte.

Hasta aquí los ejemplos de prácticas que, con las modificaciones del caso, son aún vigentes en todo campo y nivel y que, aunque ignoradas, subyacen en muchos renglones del comportamiento humano.

“Cazamos “ microbios, gérmenes patógenos, fauna nociva y también seres humanos considerados a contentillo un riesgo para la sociedad. Hacemos “la guerra” a la pobreza, al hambre, a las enfermedades y establecemos marcadas diferencias socioeconómicas y colocamos membretes de primer, segundo y tercer mundo a los diferentes países y damos por sentado que la naturaleza y su inmensa diversidad es asunto que puede tratarse como recurso al servicio del capricho humano.

Se halla clasificado por categorías de valor utilitario todo espécimen y todo fenómeno, según las ganancias que reditúe o las pérdidas que ocasione a los intereses del mercado.

Como caso un bosque, que es un universo de diversidad natural y proporciona beneficios invaluables al ambiente y por ende al humano, sería considerado en el mejor de los casos, un recurso maderable y por tanto, talado hasta su extinción, otra opción seria destruirlo de inmediato, incendiarlo a urgencia de empresas demandantes de terrenos para cultivar ahí pastizales forrajeros, soya transgénica o para fincar complejos inmobiliarios o plantas industriales.

Lo mismo ha ocurrido con kilómetros de manglares, cortados para obtener carbón utilizado en asaderos de carne, nacionales o extranjeros o para utilizar sus delgados y resistentes brazos como varas donde trepan las plantas de tomate de los agronegocios; manglares y humedales han sucumbido al golpe de la industria turística, hotelera, del deporte y el entretenimiento y padecen el acoso de la industria petroquímica, sin un mínimo margen, ni de adecuada disposición de desechos contaminantes ni de compensación de las condiciones ambientales impactadas, porque… ¿Dónde o cuándo? Si toda vez asegurada la presa, lo que sigue es “cocinarla”.

Ante esta situación de abuso antropogénico, la ecología, como uno de los beneficios culminantes de la cultura, la civilidad y la ciencia, aceptada y promovida internacionalmente para efecto de una sana relación de las sociedades humanas entre sí y con el entorno, que pudiera prevenir, proteger y conservar la naturaleza, esta disciplina que acaso cumple cincuenta años de existencia, encuentra menguados los efectos de su aplicación ahí donde las formas de producción para satisfacer las demandas de consumo y de acumulación de riqueza, rebasan y con mucho, el respeto que debemos a la naturaleza donde y de la cual vivimos.

Así las cosas, los ecosistemas seguirán desequilibrándose y la ECOLOGÍA seguirá en incertidumbre.

Homeópata y escritor sinaloense

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