SERGIO UZÁRRAGA ACOSTA
El 23 de septiembre de 1852 Pedro Valdés se auto nombró gobernador provisional de Sinaloa, instaló los poderes en Mazatlán y tomó la ciudad de Culiacán el 17 de octubre. Debido a este suceso el puerto de Altata se cerró al día siguiente de la toma de Culiacán, es decir, el 18 de octubre de 1852, y este cierre se efectuó oficialmente el 23 de noviembre de este año, cuando el presidente de México Mariano Arista emitió el decreto correspondiente, en el cual dijo que “con el objeto de darle la protección debida al comercio de buena fe,” ordenaba cerrar la aduana marítima de Altata. Hubo inconformidades en los habitantes del puerto, y Francisco de la Vega, viendo que el levantamiento de Mazatlán promovido por comerciantes extranjeros estaba causando problemas políticos y económicos a Sinaloa, dijo en la ciudad de Culiacán el primero de febrero de 1853: “Extranjeros son muchos de los oficiales y soldados que vienen por tierra, y lo son también los que arman los buques que, cruzando frente á los puertos de Altata y Navachiste, impiden á la mitad del Estado los beneficios del comercio.” Por la situación política no entraban buques nacionales ni extranjeros al puerto, y era necesario que Altata se volviera a abrir para recuperar el movimiento marítimo y con esto propiciar que se beneficiara económicamente Culiacán y sus alrededores.
Como el puerto no se abría, hubo discusiones públicas acerca de si era conveniente que continuara cerrado o no. Los habitantes de la ciudad de Culiacán luchaban porque se abriera, pero el 22 de febrero de 1853 el general depositario del supremo poder ejecutivo, que lo era Manuel María Lombardini, emitió un decreto, en cuyo artículo primero estableció que se derogara el decreto anterior que había abierto para el comercio de altura, escala y cabotaje los puerto de Huatulco y Altata. Agregaba que el de Altata quedaba abierto sólo para el comercio de cabotaje, y esta disposición, que de acuerdo al decreto iba a tener su debido efecto hasta junio, dejaba claro que Manuel María Lombardini no consideraba necesario que estuviera abierto para el comercio exterior el puerto de Altata porque estaba habilitado como tal el de Mazatlán. Creía que eso era suficiente y que, al igual que otros puertos de la república, no era útil que Altata estuviera abierto porque, según opinaban algunos, no arribaban barcos de procedencia extranjera. Manuel María Lombardini era de la idea de que la aduana marítima de Altata originaba un gravamen muy alto en la hacienda pública con el pago del sueldo de los empleados, y consideraba que esto ya no debía continuar debido a las escaseces del erario en este tiempo en que había necesidad de procurar economías.
Fue así como, a partir del 22 de febrero de 1853 Altata quedó abierto sólo como puerto de cabotaje, y había, de parte de sus pobladores, muchas inconformidades. Los habitantes de Altata y de la ciudad de Culiacán luchaban porque el puerto lograra una vez más ser abierto al comercio de altura porque estaban acostumbrados a consumir productos extranjeros procedentes de Europa y de Estados Unidos, pero había mazatlecos que se oponían a sus peticiones que hacían en escritos que aparecían publicados en la prensa. En estos escritos se daba noticia de esta problemática y de la situación política que se vivía.
Aunque Altata estaba en calma, la guerra civil en Mazatlán y Culiacán no cesaba. Los enfrentamientos entre los seguidores de Pedro Valdés y los que comandaba Francisco de la Vega eran frecuentes, y había conflictos serios entre ellos. Aunque Altata no estaba siendo lugar de acontecimientos bélicos, los pobladores tenían temores. Debido a eso era difícil que Altata se abriera, y los rumores de que era peligroso arribar a este puerto se difundían por todas partes. Se provocaba, de esta manera, que no llegaran embarcaciones.
Los habitantes de la ciudad de Culiacán se surtían por Altata de todo tipo de productos, y cuando no estaba abierto al comercio nacional y extranjero se veían perjudicados. Por eso en uno de los escritos se dijo que si el puerto de Altata no se abría al comercio extranjero, “graves males se preparan á Sinaloa, y el primero será la destrucción de la capital del Estado […]”.Después se afirmó: “La apertura del mencionado puerto se considera por los enemigos de Culiacán como gravosa para las rentas generales, como favorecedora de especulaciones privadas, y como inútil para el comercio de Sinaloa.” De todo esto se hizo una defensa muy bien argumentada, y se publicó en el periódico El Siglo Diez y Nueve.
Se dijo que era gravosa para las rentas porque obligaba al gobierno de la Unión a sostener en Altata una aduana marítima con la dotación competente de costosos empleados, pero que si bien estos gastos eran ciertos e indispensables, eran cubiertos por los productos del mismo puerto. Se preguntaba públicamente: “¿por qué, pues, ha de ser gravosa una negociación que cubre ampliamente todas sus exigencias, y deja un sobrante?”
Respecto a la acusación que se hizo referente a que la apertura de Altata favorecía las especulaciones de algunos particulares se dijo que nadie lo negaba y que principalmente en eso consistía su utilidad. Se agregó que si no favoreciera ningunos intereses, serían nulos sus productos, y que siempre sucede que no se aprovechan directamente del puerto todos los ciudadanos. Eso no era ninguna novedad. En todos los puertos de la república, se dijo, son unas cuantas casas de comercio las que mantienen el movimiento mercantil y son sólo estas las que se benefician. Así es que esto no puede ser causa que justifique el cierre del puerto porque: “Si diéramos oído á esta envidia pueril y ridícula que clama por la clausura de Altata, deberíamos cerrar todas nuestras costas.”
Como se aseguraba que era inútil para el comercio la apertura de Altata porque faltaban buques extranjeros que lo visitaran, se afirmó que en cuatro años habían descargado en su playa efectos extranjeros El Rayo y El Arequipa, procedentes de Valparaíso, La Reina, de Inglaterra dos veces, El Peruano y otros varios. Así es que, de acuerdo a este escrito, no había ninguna razón para que el puerto de Altata permaneciera cerrado al comercio de altura.
Para persuadir a quienes se oponían a que el puerto de Altata se abriera se argumentó que el de Mazatlán no era suficiente para las necesidades mercantiles de Sinaloa, porque Culiacán y otras poblaciones importantes tenían que exportar e importar por aquel puerto y estaba mucho más distante que Altata. Se decía que si permanecía cerrado al comercio extranjero: “será no solo falta de economía sino sobra de barbarie obligar á los comerciantes de Mocorito, Sinaloa y el Fuerte, y aún á los mismos de Culiacán, á caminar centenares de leguas por la costa para embarcar sus platas y brasiles en Mazatlán, y para ocurrir á este puerto en busca de los efectos europeos.”
Como Culiacán era el centro a donde concurrían pobladores de rancherías circunvecinas a surtirse de mercancías extranjeras y nacionales llegadas por Altata, si el puerto permanecía cerrado o bloqueado por la situación política, eso ya no iba a ser posible. Por eso dijo la prensa: “En vano las velas extranjeras sonreirán á sus dueños á la entrada del puerto de Altata abrigando tesoros mercantiles destinados á la parte noroeste del Estado […]”, y la ciudad de Culiacán y sus alrededores ya estaba siendo muy dañada por no tener al alcance productos que necesitaba. Ahora no podían entrar mercancías de Chile, Perú y algunos que, vía San Francisco, California, procedían de Europa, y no tenerlos les estaba causando malestar.
BIBLIOGRAFÍA
Eustaquio Buelna: Compendio histórico, geográfico y
estadístico, Culiacán, Sinaloa, México, Editorial Culiacán,
S. A., 1978.
HEMEROGRAFÍA
Siglo Diez y Nueve, El
Maestro en Historia del Arte en la UNAM