PRIMAVERA ENCINAS
La crisis existencial es un proceso psicológico y filosófico muy común. A nivel psicológico se produce a partir de la adolescencia, cuando el ser humano se da cuenta que es un ser aparte de sus padres, sus amigos y todo lo que lo rodea.
Comienzan las preguntas: ¿Quién soy? ¿Por qué y para qué nací? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Cuál es el objetivo de la existencia? ¿Existe realmente Dios? ¿Por qué estamos solos? ¿Por qué nos genera tanto temor la soledad? ¿Qué hay después de la muerte?
En la medida que va formando su propio criterio el joven deja de idealizar a sus padres, se percata que están repletos de errores y no son perfectos. Lo mismo le sucede con las reglas de la iglesia, la escuela y todos los valores que ha introyectado. Lo anterior le produce ansiedad, porque empieza a pensar por sí mismo, y es muy fácil confundirse.
Algunos renuncian a la libertad adquirida y se sumergen en las reglas de “otros”. Aceptan las normas externas, por el temor al vacío. En ocasiones lo suplen “aceptando” o “asimilando” una ideología política, religiosa o las creencias de cualquier agente externo, sin meditar siquiera en la profundidad de sus cimientos.
Existen personas en cambio, que ingresan en una moratoria moral, donde intentan probar diversos caminos, hasta alcanzar el deseado. Este proceso es más arduo, incierto y sobre todo, peligroso. Es muy fácil perderse. Muchos individuos pasan años sin encontrar su identidad. Se ven inmersos en continuos conflictos personales e interpersonales por alcanzar cierto sosiego.
Víctor Frank, antiguo psicoanalista y fundador de la Logoterapia, habla de encontrar un Sentido de Vida, como una forma de resolver el vacío existencial. Al transcurrir un tiempo en un campo de concentración por ser judío durante la Segunda Guerra mundial, comprendió que sólo las personas que tiene un sentido pueden mantenerse no sólo con vida, sino cuerdas. Esto lo llevó a su práctica profesional, recomendando a sus pacientes que vivan el duro proceso de encontrarse a sí mismo.
El psicoanalista Erik Erikson explica el camino para obtener la identidad dentro del desarrollo del adolescente, manifestando que cuando esto no se logra, se detienen las siguientes etapas de la vida, como es la capacidad para lograr verdadera intimidad con otra persona.
Erik Fromm, celebre psicoanalista de corte social habla de los peligros de permanecer eternamente en el vacío. El miedo a la libertad genera que el individuo caiga en adicciones, y una variedad de sin sentidos, tratando de escapar a la ansiedad. Sólo cuando enfrenta el vacío cara a cara, aceptando su responsabilidad social y moral logra salir airoso.
Cuando se encuentra un sentido de vida y se logra la identidad, el ser humano logra vencer sus temores, encuentra su lugar en el mundo y puede ser productivo. En caso de fracasar en el proceso anterior, el individuo cae en el vacío existencial. A nivel filosófico hay autores que tocaron temas existenciales, como Kierkegaard quien hablaba que el ser humano debe encontrar su propio camino independientemente de los criterios universales, lo cual se llama individualismo moral, y de Heidegger que estudia al Ser, y de cómo el individuo experimenta una existencia impuesta desde fuera, lo cual le provoca angustia. Después llegarían Jean Paul Sartre y Albert Camus que combinarían la filosofía y la literatura.
En El lobo estepario de Hermann Hesse, vemos a un hombre perdido en sí mismo, en la angustia de “ser” donde no encuentra su identidad y está perdido. Harry Haller el personaje principal, es un hombre de mediana edad, que desprecia lo “convencional” y la rutina, lo cual se manifiesta en el siguiente fragmento:
“Porque esto es lo yo más odiaba, detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimista del burgués, está bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente”.
Al despreciar lo anterior está en continuo conflicto, pues, ¿qué sigue entonces? ¿Sumergirse en la soledad? Es un ser inconforme y descontento. Nada le satisface, por lo que busca nuevas sensaciones a través de diversas vivencias, que tampoco logran sacarlo de su pesimismo.
Metafóricamente hablando está divido o “disociado” entre ser un hombre y un lobo, lo cual representa lo racional y lo instintivo.
Con El lobo estepario Hesse nos muestra el eterno conflicto entre la parte salvaje y la humana, entre lo que desea el cuerpo y lo que la sociedad permite. A esto Sigmund Freud le llamó un conflicto entre el ello y el superyó, siendo el ello la parte irracional e instintiva y el superyó el conjunto de normas morales. En este caso el protagonista de El lobo estepario desprecia al superyó, pero tampoco logra reconciliarse con su parte instintiva.
Cuando el ser humano es incapaz de equilibrar estas dos fuerzas, suele caer en la misma neurosis. Hoy en día, diríamos que vive estresado y sería propenso a la depresión. En las páginas de El lobo estepario podemos palpar la ansiedad del protagonista, ese vacío y falta de identidad casi dolorosa para el lector.
Conozco a muchas personas que terminan perplejos al terminar la novela. De antemano reconocen su gran valor estético y literario, pero quedan con un sabor amargo en los labios, recordando quizás sus propias dudas existenciales. Es inevitable sentir cierta aflicción al leer la obra de Hesse. No por nada le valió el premio Nobel de literatura, pues al abrir nuestra psique colectiva, nos recuerda nuestra insignificancia y lucha existencial.
En Siddhartha, Hermann Hesse narra sobre la búsqueda del sí mismo. A diferencia de El lobo estepario, tiene un toque espiritual y más optimista, contextualizado en la India. Según algunos críticos ambas obras, tienen mucho de su autor, pues Hesse viajó a la India, pero también vivió sus propias crisis existenciales que le permitieron armar El lobo estepario.
Licenciada en Psicología