ANDRES GARRIDO DEL TORAL
Recientemente un periodista me preguntó: “¿Cuándo empezó Querétaro…?”. Un tanto perplejo consulté mi respuesta con un amigo historiador argentino, que contestó con un chiste famoso: “Los queretanos desciendieron de los otomíes y chichimecas; los argentinos descendimos de los barcos”, La verdadera diferencia es que la Argentina tiene un comienzo; pero Querétaro tiene un origen, se puede decir con cierta facilidad cuando comenzó algo. Es mucho más difícil entender cuándo se origina algo.
Con esto quiero decir que Querétaro no nació ahorita y que su grandeza radica en que el pasado está siempre vivo, no como una carga, no como una losa, salvo para el más crudo y estúpido ánimo modernizador, el mismo que nos quiere anexar a los Estados Unidos de amnesia. La memoria salva, escoge, filtra pero no mata. La memoria y el deseo saben que no hay presente vivo con pasado muerto ni habrá futuro sin ambos. Querétaro existe en el presente porque no olvida la riqueza de un pasado vivo, una memoria insepulta.
Una nueva cultura democrática nació en 1917 y creció bajo las cúpulas del barroco queretano y en ella ganaron su voz los silenciosos y adquirieron un nombre los anónimos: Colonos Campesinos y Obreros.
Testigos y protagonistas eternos de la creación y desarrollo de Querétaro, los priístas sabemos que la elección de 1997 fue un hecho catastrófico, pero no fue un hecho estéril. Una gran pensadora Andaluza, solía decir que una catástrofe sólo es verdaderamente catastrófica si de ella no se desprende algo que la rescata, algo que la sobrepasa. Para ello se necesitaba tiempo, el tiempo necesario para transformar la experiencia en conocimiento y el conocimiento en destino y ese tiempo ha llegado para el PRI, que no permaneció en el desastre y que hoy llega abierto, democratizado y reposicionado ante la sociedad.
Sientan Ustedes en lo que digo, una aproximación urgida, un deseo de aprovechar lecciones, pero sobre todo un esfuerzo de relación vital entre partido y sociedad, hoy que ambos, compartimos la enorme crisis de nuestra vida urbana y nos debatimos entre la mezquindad de excluir o la generosidad de incluir.
Ahora, el movimiento revolucionario de todos los mexicanos, progresistas, a lo largo y ancho del país funda un nuevo siglo del reconocimiento mutuo, la aceptación de todo lo que hemos sido, el valor otorgado a todas y cada una de las aportaciones que hacen de México una nación multicultural. No nos engañemos: La Revolución Mexicana no fue una ilusión ideológica, es un cambio real que revolucionó al estado, desplaza violentamente a la antigua oligarquía dominante, promueve el ascenso de nuevos actores políticos e instaura un nuevo tiempo, el tiempo de la verdadera evolución de México, que conlleva al proceso de autoconocimiento nacional, el descubrimiento de una continuidad cultural que ha sobrevivido a todos los avatares de la historia y que aún tiene como reto el reflejarse plenamente en todos los hogares de Querétaro. Por ello propongo un contrato nacional cuyas cláusulas principales sean: Desarrollo político, crecimiento económico y justicia social.
Lo importante en política no es solamente anunciar las metas; sino el cómo lograrlas.
Varias generaciones de mexicanos fueron educadas en los ideales de justicia, libertad, progreso y democracia. Ahora, los hijos de la revolución piden los frutos finales de la misma: Desarrollo económico con democracia política y con justicia social. No estamos solos, para ello tenemos memoria y sólo así nuestra gran cultura ininterrumpida alimentará, y le dará vigor y estabilidad, a nuestros sistemas políticos y a las instituciones que aún tienen una debilidad. La reforma económica no basta, es necesaria la reforma política, la reforma cultural y la reforma social porque de lo contrario, los frutos de la economía jamás llegarán a las manos y a la boca de la mayoría.
Lo que hemos ganado es porque hemos trabajado no es una concesión graciosa. Lo que falta por obtener también será fruto de la demanda social y cultural. Tenemos una urgente agenda que requiere el concurso activo y actualizado de los partidos y la sociedad civil.
La movilidad del mundo nos habla bien alto a todos aprendamos a vivir con los que no son como nosotros, tolerar será el desafío más serio de los años venideros.
Necesitamos al otro. Nadie puede ver una realidad completa por sí solo. Necesitamos al otro para complementarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros sólo es único porque hay otro, distinto de nosotros ocupando otro tiempo y otro espacio en el mundo. El mundo no está terminado, el mundo se está haciendo, pero portando nuestro pasado, la cultura que nosotros mismo hemos hecho. Sólo seremos efectivos en la aldea global si somos responsables en la aldea local.
El primer mundo tiene su tercer mundo de injusticia y miseria pero el tercer mundo tiene un primer mundo privilegiado como el caso mexicano.
No nos atemos nunca a un dogma ni a una meta excluyente abracemos el sueño del otro.
Cronista de Querétaro y Doctor en Derecho