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TEME A TU VECINO COMO A TI MISMO

Por miércoles 15 de julio de 2020 Sin Comentarios

CARLOS VARELA NÁJERA

El miedo es esa mirada que jamás nos abandonó, Zizek da la pauta para pensar este título, mi vecino se vuelve ominos, amenazante y hasta terrorífico pues puede ser el portador de una enfermedad en tiempos del post-covid, se ha instalado la política del miedo como táctica y la estrategia, qué más se usará en nuestros días además de la paranoia del mundo como bien lo afirmara Lacan. La paranoia del mundo está contorneada por la letalidad del virus, donde la zona más segura es “quédate en casa”, la casa se ha vuelto un refugio también un sitial de goce, donde el tiempo pasa, unas veces acostado, otras veces sentado, hasta en cuclillas para evitar las reumas, girando alrededor de una recamara, o bien recorriendo las cuatro esquinas de la habitación.

Ser segregados de la calle es la nueva política de las cosas, de tal suerte que frente a la pandemia la solución será la segregación, porque el afuera no es seguro, habrá entonces que autosecuestrarnos, para que el afuera peligroso no nos toque con su virus, ya que todos estamos bajo sospecha, hay de aquel que no permita que se le tome la temperatura, aunque algunos profanos afirmen que cuando se apunta el termómetro hacia la cabeza se queman las neuronas.

Mi vecino que en tiempo del post-covid ya no es amigable, sino el posible portador del mal, no se puede amar al vecino, mi prójimo como a mí mismo, porque así lo afirma Lacan, si el amor es ciego, el odio (en tiempos del covid) es lúcido, muy lúcido.

Maquiavelo sabía que para gobernar se tenía que instalar la lógica del temor, recordemos al famoso “chupacabras” y el modo en como Salinas el innombrable expresidente de México, instalaba ese temor morboso, para taponar sus fechorías, el chupacabras estaba afuera espiando para atacar, mitad hombre, mitad animal, era ese vecino incómodo con propiedades bestiales, incluso demoníacas que estaba esperando la víctima para ser diezmada.

El vecino esta vestido con ropajes siniestros, como si el mal fuera encarnado por él, mi prójimo, mi próximo, de tal suerte que el miedo al otro instala un discurso segregacionista, Henri Heine lo decía con humor negro, él, dice ser: “el ser más pacífico que sea”, y después de haber hecho la lista de sus deseos tal como una buena cabaña, una buena cama, una buena mesa, bellos árboles delante de su puerta, agrega que si el buen Dios quiere de pronto hacerlo feliz, él le concederá ver seis o siete de sus enemigos colgados de esos árboles. Este discurso que retoma Freud en el Malestar en la cultura, sobre Heine, no deja de ser irónico, pero tiene una dosis de verdad.

No hacía falta que llegara el covid para que los sujetos tengamos miedo, el miedo forma sistemas psíquicos de protección, la paranoia o el odio serían sus garantes, pareciera entonces, que hoy en día, el miedo es nuestra brújula, y se extiende a lo más próximo, con mi vecino, en la calle, en lugares sobrepoblados. Lo anterior, implica deducir que el covid ha generado sujetos amiedados, aunque siempre hemos tenido miedo, pero hoy lo visibiliza el covid, lo amiedado sería el nuevo tipo de “personalidad”, para los que les gusta medir la normalidad, creando categorías diagnósticas, el amiedado, un nuevo sujeto para nuestra nueva normalidad.

Mi vecino, mi prójimo desencadena temores, la puerta cerrada sería una nueva normalidad, pero más allá de la puerta cerrada, es que el sujeto se cierra a todo lo que provenga del exterior, de esta manera podemos decir que el miedo tomó cuerpo, ya no se dirá de manera cómica el miedo no anda en burro, sino que el miedo incorporado en el sujeto hace del prójimo su verdugo, el otro es una amenaza real de la que hay que escapar, confinándome.

Doctor en educación y Lic. en psicología

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