SANTOS LÓPEZ LEYVA
A finales de los años 50s, el cine de Mocorito se llamaba Cine Cuauhtémoc, su propietario era don Víctor Valdez McKay, un señor de El Progreso, que afirman tenía ascendencia irlandesa, el encargado de anunciar las películas y pasarlas por el proyector (el cácaro), era Jesús Hernández (el Charro), por cierto el proyector estaba instalado en una pequeña torre ubicada en terrenos de don Panchito Angulo, quien vivía en la parte de atrás del cine, la boletera era mi tía Chuyita (María de Jesús López de Arce).
La entrada costaba $1.20, pero ya que empezaba la película, don Víctor se paraba en la entrada y permitía que pasaran los de a peso, después los de 80 centavos y al final los de 50 centavos, con esa estrategia mercantil entrábamos todos. Don Víctor sabía que si no hacía eso, entonces saltábamos la barda, nos pasábamos por el leprosorio, allí recluían a las personas que padecían la enfermedad de Hansen (lepra), ahora en ese sitio se encuentra el Club de Veteranos. Había dos tipos de público, el de luneta y el de galería, los que entraban a luneta estaban más cerca de la pantalla, después había una separación y estaba galería, los boletos para entrar a luneta tenían precios más altos, pero había la posibilidad de comprar de galería y saltarse a luneta. La sala, es un decir, porque era al aire libre, no tenía techo, contaba con una pantalla de proyección muy pequeña que cuando empiezan a llegar las películas en cinemascope, la proyección se salía de la pantalla y parte de la película se veía en la pared. El cine se ubicaba en la conjunción de los callejones Donato Guerra y 16 de septiembre, la casa era propiedad de don Cristino Romo, en ese tiempo, uno de los hombres más ricos de la región. Al frente del cine se ubicaban las carretas de Pancho Rocha y Neto Sosa, quienes vendían dulces y jícamas.
Don Víctor vendió el cine a una sociedad formada por don Rafael Vidales y don Cándido Bustamante, quien había llegado a Mocorito procedente de Cumpas, Sonora, el Charro siguió anunciando las películas y pasándolas en el proyector, pero la nueva boletera fue la señora Eustolia Aguilar Vidales (Mi Tola, como decía la familia Vidales Espinoza), el cine se llamó Río Mocorito y siguió trabajando en el mismo local.
El nuevo cine
Cuando se inauguró el nuevo cine, el 21 de marzo de 1964, se llamó Teatro Cine Juárez, por la calle Benito Juárez, era propiedad de don Cándido Bustamante y de Odilón López Urías, el Charro siguió anunciando la cartelera y siendo operador del proyector, pero la boletera fue una chica muy guapa llamada Martha Medina, hija de don Chayo Medina, quien tenía un puesto de frutas y verduras en el mercado municipal. Martha, además de ser boletera, en el día trabajaba en Hacienda y en la Junta Municipal de Agua Potable, ya que don Cándido era su jefe en los tres trabajos. Ella vendía los boletos y para pasar a la sala los recogía una señora amable llamada Chelo Camacho. También había una dulcería que era atendida por Angelina López Urías (Angelinita, hija de doña Angelina), esposa de don Cándido y hermana de Odilón, por lo que siempre había receso entre una película y otra, si pasaban solo una película, se daba un intermedio para que el público fuera a consumir a la dulcería.
Yo estaba en segundo de secundaria (1963-1964) y asistir al Teatro Cine Juárez era la moda, no contábamos con otra sala, a reserva de algunos gitanos que se establecían en los mezquitones (donde ahora está la escuela Venustiano Carranza).
Con el tiempo, con los avances de la tecnología, el incremento del uso de la televisión, la aparición de las videocaseteras, la renta de películas, incluido el comportamiento del público en las salas, la falta de seguridad y otros factores influyeron para que este tipo de salas de cine desapareciera.
Los recuerdos y aprendizajes del viejo cine Cuauhtémoc
El viejo cine Cuauhtémoc me hizo descubrir a grandes directores mexicanos y extranjeros como Ismael Rodríguez, Gabriel Figueroa, Luis Alcoriza (español), René Cardona (cubano) y otros, pero quien llamó más mi atención fue Luis Buñuel (español), en este cine tuve la dicha de ver su película “Los Olvidados”, la cual constituye una denuncia a la desigualdad social en México en los años 40s y 50s. Cuando se estrena esta cinta, en 1950, la alta sociedad de la Ciudad de México por poco lincha al distinguido cineasta, pues en esos tiempos, México pasaba por un gran auge industrial, prevalecía un modelo de vida donde todo era abundancia, el Estado Mexicano, de la mano de Miguel Alemán, realizaba grandes inversiones en infraestructura e industria. Buñuel y su película recibieron serias críticas, lo que vino a salvar esta producción fue que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y después nombrada Memoria del Mundo por la Unesco.
Me tocó ser espectador de muchas películas mexicanas en ese espacio, porque México ha tenido grandes cineastas, donde están los ya mencionados. En la actualidad, nuestro país tiene a los tres grandes: Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Quarón, quienes han recibido el mayor galardón que se otorga a este arte a nivel mundial.
Sería deseable que Mocorito tuviera una sala de cine, no sé que tan rentable sería, pero cuando menos pudiera existir una sala para eventos culturales.
(Agradezco a mi amigo Francisco González Gastélum su colaboración para la elaboración de este artículo)
Profesor de la Facultad de Economía
y Relaciones Internacionales de la
Universidad Autónoma de Baja California