SANTOS LÓPEZ LEYVA
Cuando leí el libro Iván Illich: Un mundo sin escuelas, publicado en 1982 por Nueva Imagen, recordé los dos paradigmas, o sea, las dos opiniones diferentes acerca del valor de la escolarización que enfrenté en mis tiempos de primaria y secundaria, en Mocorito, Sinaloa. Por una parte, estaba la opinión decidida y sabia de mi padre quien insistía que asistir a la escuela y aprender era muy valioso para el individuo y la sociedad; pero por otra, escuchada de voz de parientes y vecinos, quienes señalaban que asistir a la escuela no era útil para la vida, que la escuela convertía a los niños en unos flojos y desobligados; ellos le decían a mi padre que mejor nos llevara a las costas de Culiacán a la recolección de hortalizas, que allí podría obtener mayor ganancia que tomando clases en la escuela, opinión a la cual, por supuesto, mi padre siempre puso oídos sordos, ya que su principal propósito, cuando salió del rancho, era que sus hijos estudiaran.
Los paradigmas de la desescolarización
Tiempo después, gracias al estudio, tuve la oportunidad de conocer una teoría educativa que niega la importancia de la escuela en la educación de los niños. Iván Illich sostiene en sus obras que la escuela no es apropiada para brindar educación a los niños ya que, la mayor parte de lo que aprenden lo hacen fuera de esta institución, ellos no necesitan maestros para aprender. Fuera de la escuela se aprende a hablar, pensar, amar, sentir, blasfemar, politiquear y trabajar sin la interferencia de profesores. La escuela limita el desarrollo natural de los individuos, no permite que logren su plenitud, conduce al hombre al suicidio espiritual, eso señala en su libro: La Desescolarización, publicado en 1971.
Pero también pude realizar otras lecturas con opiniones parecidas como la de Paul Goodman, quien insiste que la educación debe ser un proceso incidental dentro de la sociedad y no en la escuela. El entrenamiento universitario debe ser después de trabajar en una profesión y no antes. El propósito elemental de la pedagogía debiera ser brindar protección al niño para que libremente se nutra de los conocimientos. Por este camino está la opinión de Jules Henry, que señala que la escuela hace vulnerable al individuo, lo debilita ante los retos de la vida.
Mocorito sin escuelas
No puedo imaginar a Mocorito sin escuelas en mis tiempos de estudiante, pero tampoco ahora. Hubiera sido imposible que mis padres me enseñaran a leer y escribir, si a duras penas lo hacían ellos; pero también era imposible que la sociedad me hubiera enseñado puesto que el 50% de ella no sabía leer y escribir. Existen elementos que se aprenden en la convivencia diaria con amigos y vecinos, pero hay cosas que se deben aprender en la escuela y el conocimiento avanza gracias a las escuelas y a la calidad de la educación que imparten.
Durante mi escolarización en Mocorito, de 1956 a 1965, los planteles educativos que había eran el kínder José Sabás de la Mora, que tenía como directora a Margarita Riveros Acosta, por cierto, no tuve este tipo de educación, ya que cuando llegamos al pueblo, yo estaba por cumplir diez años; la primaria Agustina Ramírez, con su directora María del Refugio Velázquez, escuela para niñas; escuela primaria Benito Juárez, cuyo director era el profesor Jesús Manuel Ibarra Peiro y la escuela secundaria por cooperación que era director el licenciado Carlos Acosta Hernández. Estaba la academia de mecanografía y taquigrafía de la profesora Juanita. Con el tiempo, la estructura escolar de Mocorito ha crecido con la fundación de la Preparatoria Lázaro Cárdenas, que en un tiempo también fue por cooperación y con la participación voluntaria de profesores, en este proyecto tuvo una participación muy decidida el Dr. Enrique Peña Gutiérrez. Ahora existe la posibilidad de estudiar carreras profesionales en mi pueblo, con una unidad de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
La nueva escuela mexicana
La reforma educativa nacional en su Acuerdo Educativo Nacional ha aprobado impulsar la Nueva Escuela Mexicana, la cual considera a los docentes como agentes de transformación; los principios en los que se sustenta son la integridad, equidad, y la excelencia. De acuerdo con el secretario de educación pública, la escuela mexicana se responsabiliza en brindar una educación profundamente humanitaria, científica y tecnológica. Nuestros deseos es que esto sea una realidad y que se apoye a las escuelas en nuestro país, porque en ningún momento debemos apostarle a un mundo sin escuelas, nuestro futuro no es por ese camino. Tenemos que fortalecer la educación que se imparte en la escuela; pero también la sociedad debe fortalecer la educación a través de su cultura, sus costumbres y su diario quehacer.
Profesor de la Facultad de Economía y Relaciones
Internacionales de la Universidad Autónoma
de Baja California.