CARLOS KARAM QUIÑONES
Las fiestas de antes
Por lo general, las grandes fiestas tradicionales son una característica de pueblos con raigambre y ciertos niveles de organización y liderazgos; sintetizan la alegría y el gusto popular; representan una distinción y motivo de identidad y orgullo. Ocupan un lugar prominente en la realidad cotidiana y en las expectativas sociales. Las hay en todo el mundo, de acuerdo a sus perfiles culturales. En algunos lugares le llaman carnaval, en otros feria, fiesta, exposición, etc.
Las fiestas tradicionales de San Benito, durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, fueron la fiesta del día de la virgen de Guadalupe, misma que durante algunos años, a partir de la llegada al pueblo del juego del volantín, empezaba el 12 de diciembre y continuaba hasta el 06 de enero del año siguiente (ahora le llaman Lupe-Reyes), pero en los primeros años del siglo XX empezó a desaparecer, quizá porque en Mocorito se realizaba ya una festividad similar.
Posteriormente, dio inicio otra fiesta anual de mucho arraigo durante gran parte del siglo pasado, fue la del 24 de junio, el ‘mero día de San Juan’, que al igual que la del doce de diciembre reflejan los sentimientos y la idiosincrasia de los sanbenitenses. Este día se hacían carreras de caballos y una suerte vaquera denominada ‘coleadas’, que consisten en que los jinetes piden que les suelten un novillo el cual sale de un corral y el “coleador” acompañado del arreador esperan, lo siguen y a una determinada distancia, y desde el caballo coleador, se alcanza al animal en cuestión, lo toman de la cola y lo tumban. Si esto se hace antes de la raya límite, se le otorga un premio, de lo contrario el jinete paga una cuota a los organizadores del evento. Otro pasatiempo que se practicaba en esta fiesta, y que ya pertenece al pasado, es el “gallo enterrado” con la misma mecánica anterior, aquí el objetivo es que un jinete en plena carrera de su caballo y desde su montura busque desenterrar al gallo, que saca la pura cabeza de la superficie de la tierra.
Durante algunos años el 3 de mayo se celebró el día de la Santa Cruz que consistía en bajar la cruz desde la lomita del calvario. Esta fiesta pasó a celebrarse en pueblos aledaños, primero en ‘Los Guamúchiles altos’ y luego en ‘La Huerta’, pertenecientes a la sindicatura de San Benito. A decir de algunos lugareños, las profundas tradiciones religiosas que caracterizaron a este pueblo, fundado por sacerdotes, mineros y soldados españoles, sufrieron un fuerte deterioro durante la segunda mitad del siglo XX, y sus tradiciones de corte eclesiástico, que en un tiempo preservaron mujeres como Rury López, Casimira López Burgos, Natalia Labrada, Melina López, Carmela López, Oralia Quiñónez, Inés Labrada, entre otras que administraron la iglesia en diversas etapas, se fueron perdiendo poco a poco, de manera casi imperceptible.
La Fiestona (Fiestas de mayo en San Benito)
Pero es ´La Fiestona´ la fiesta de fiestas de este histórico poblado de la subsierra sinaloense. Ciertamente lo es, porque su capacidad de convocatoria supera con mucho la extensión y las dimensiones de la infraestructura de ese pequeño poblado conocido originalmente (siglo XVIII) como San Benito de los Sabinos. La Fiestona es una verdadera feria donde convergen cientos, quizá miles, de visitantes del país y del extranjero; fonderas con exquisitos platillos regionales, jugadores profesionales de cartas, carreristas de toda laya, caballos bailadores, bandas de música, vendedores de bisutería, muchachas hermosas impecablemente ataviadas que ven en esta tertulia la oportunidad inigualable de agarrar un ´buen partido´, juegos infantiles que se instalan con semanas de antelación para algarabía de la niñez nativa, y con ello prolongan el ambiente festivo. Lugar especial ocupa el paseo de la virgen y el Santo San Benito, símbolos que encabezan la manifestación religiosa, acompañados de la gente que camina con velas encendidas en las manos -antes se acostumbraba bajar la cruz de la ‘Lomita del Calvario’, misma que se encuentra dentro del pueblo en una lomita a unos 60 metros de altura, y caminaban con arcos de vela, se tiraban cuetes y las niñas se vestían de Marías-, y la banda de música regional sigue la procesión tocando La Guadalupana, La Virgencita, Amor Eterno, Cruz de Olvido, Viva México, etc. Es el momento cúspide de este encuentro regional. Inmediatamente después del acto de fe inician las clásicas carreras de caballos.
En honor a la verdad, lo que ahora se conoce como La Fiestona surgió en 1946, hace 74 años, casi ¾ de siglo que han cambiado al mundo y, desde luego, esta fiesta tradicional es otra. Ese año, un lugareño, Cipriano Quiñonez López, organizó un baile con venta de bebidas embriagantes y carreras de caballos que a la postre se convirtió en La Fiestona. Platica su hija, Elena Quiñonez, que su papá fue a lomo de su caballo a La Puerta de los Parra por la banda de música conocida como Los Porteños, dirigida por Miguel Velázquez, con quienes hizo trato de inmediato. Los Porteños llegaron a caballo el día 31 de mayo. La simiente de lo que a la postre sería La Fiestona duro tres días. La cerveza se helaba en cazos de cobre, también se vendía vino Club 45. Se alumbraban con cachimbas. Al correr de los años se le rentó una planta de luz a don Paulino López, mecánico y cantinero mocoritense encargado de surtir luz eléctrica durante las primeras horas de la noche a la plazuela y las casas del centro de Mocorito.
Los Porteños eran la ¨banda de casa¨, sus integrantes eran amigos de los lugareños, muchos de ellos aprovecharon –legítimamente- el cariño y la admiración de la población para conquistar a las más bellas sanbenitenses. Luego llegaron Los Huejoteños, vecinos de El Huejote, pueblo ubicado en las colindancias entre Badiraguato y Mocorito. Posteriormente tocaron estas dos bandas en La Fiestona: Los Porteños y Los Huejoteños. De 30 años para acá son incontables las bandas de música, grupos norteños, guitarreros (chirrines) y otros que tocan simultáneamente, creando un ambiente de jolgorio y éxtasis colectivo.
En sus inicios la fiesta era de tres bailes, los dos últimos iniciaban con una tardeada gratuita a las 14:00 horas, luego, a las 20:00 horas empezaba el baile de paga, para la cual se le prendía un distintivo a la camisa del varón, con el que podía bailar toda la noche y con las muchachas que aceptaran su invitación. En estos trotes el espíritu de Rosita Alvirez siempre estuvo presente.
En La Fiestona -antes y ahora- la gente echa la casa por la ventana, ocasión para estrenar ropa; la muchachada viste sus mejores galas. En aquellos años, viajar a Guamúchil por un camino real no era sencillo, el pavimento no existía ni en sueños. Pero las mujeres pudientes acudían a la tienda de telas La Jalisciense y se mandaban hacer, en un taller de alta costura de Guamúchil, vestidos de lentejuela, canutillo, pedrería, y el infaltable cinturón bordado.
La Fiestona nació con las carreras de caballos, eran el señuelo extra. Era común que famosos carreristas de la época se hicieran presentes con sus caballos, uno de ellos fue Indalecio Martínez, famoso carrerista de Mexicali, protagonista del corrido ´El tío Juan´ y compadre de Jesús Galindo, talabartero del Reparo de los Galindo.
En la actualidad La Fiestona es la festividad tradicional por excelencia, además de carreras de caballos tiene exhibiciones informales de caballos bailadores de todas las tallas y razas y el tradicional paseo de la virgen, entre muchos otros atractivos. Desde 1971 ha sido organizada por el comité de obras del lugar con propósitos de beneficio social. Es la fiesta popular más grande, alegre y concurrida, no sólo del municipio de Mocorito, sino de toda la región.
Los últimos 11 años La Fiestona ha sido aderezada por sendas cabalgatas escoltadas por una banda regional, a las que han asistido cientos de cabalgadores de todo Sinaloa, principalmente de Guamúchil, Mocorito, Culiacán, Guasave y los poblados aledaños, lo que le ha dado más relevancia y notoriedad, impulsando el turismo equino y contribuyendo con ello al rescate de las tradiciones rancheras. Después de la cabalgata empiezan los caballos bailadores, luego las carreras en el taste y el baile popular y la algarabía y el gusto en su máxima expresión.
La Fiestona 2020, otra vez será
El flamante taste luce vacío. Nadie pregunta nada ¿Para qué? La respuesta es obvia: este año, cuando menos, no llegarán los caballos tacuacheros, ni los carreristas, ni los caballos bailadores, tampoco los cabalgadores, apasionados de los cuacos, que este año celebrarían la 12va cabalgata de San Benito. Tampoco sonarán las trompetas y los clarinetes entonando Los caballos que corrieron, Como me gusta este rancho, Viva viva San Benito o 30 cartas.
En las escasas callecitas del pueblo hacen falta los juegos infantiles y las fonderas. Los visitantes que cancelaron su viaje a la Sierrita de los Parra. Qué curioso, la violencia nunca pudo contra La Fiestona, tampoco la temperatura inclemente que parece escatimar el oxígeno. Nada de eso pudo interrumpir 73 años de la fiesta tradicional. Solo pudo ser suspendida, mejor dicho saboteada por un bicho invisible, inmarcesible, desconocido, odiado y temido: el coronavirus Covid19. Este maligno monstruo –asexual- no sabe de fiestas ni de caballos; no le llaman la atención las hermosas mujeres que se dan cita anualmente en La Fiestona. Tampoco la cerveza helada o los caballos bailadores. Solo sabe hacer daño, asustar, enfermar, sufrir, matar. Ese minúsculo animal no tiene patria. No tiene madre. Ha matado a miles de inocentes. En San Benito no lo queremos, es incompatible con nosotros. Porque la verdad, lo nuestro lo nuestro es disfrutar la vida…en La Fiestona.
Cronista