SANTOS LÓPEZ LEYVA
Joseph Alois Schumpeter nacido en 1883, economista austriaco emigrado a Estados Unidos donde a principios de la década de los 30s se convirtió en profesor de la Universidad de Harvard, sus aportaciones más importantes al pensamiento económico son los estudios de economía de la innovación. “Capitalismo, socialismo y democracia” es uno de sus libros más famosos, donde en el capítulo VII introduce el concepto de “destrucción creativa”, con el cual sustenta que una innovación favorece a la sociedad, pero siempre perjudica a una parte de la población. Una innovación crea nuevos productos y servicios, pero elimina otros, el automóvil eliminó a las diligencias, el motor sustituyó al caballo para tirar el carro, la luz eléctrica destituyó la lámpara de petróleo, etcétera. Con la tecnología surgen nuevas actividades económicas, pero desaparecen ocupaciones y oficios que habían prevalecido durante mucho tiempo.
En Mocorito existió la industria de la cal, en la Cofradía de Soto y en la Otra Banda de los Ibarra había quienes se dedicaban a producir cal, me tocó conocer los hornos caleros,ya desaparecidos. Para levantar una construcción se tenía que ir a comprar cal a una de estas partes, donde la vendían en forma de piedra, las cuales ya habían sido quemadas en el horno y guardaban grandes cantidades de calor. Estas piedras se bañaban con agua y les salía el calor que traían encerrado, hervían a altas temperaturas, se deshacían, se floreaban y la cal aparecía por arte de magia. Era una cal muy fuerte que podía dañar las manos si no se manejaba con cuidado o bien si no se usaba protección adecuada. Cuando llega la cal en polvo empacada en costales desaparece esta actividad tanto en la Otra Banda como en Cofradía y varias personas se quedaron sin trabajo.
Otro oficio destruido en Mocorito es el de “huarachero”, o sea el oficio de hacer huaraches. En el pueblo conocí dos “huaracheros”, los dos se llamaban José, uno era José Lau, quien se ubicaba por la calle Morelos, a un costado de la Presidencia Municipal; el otro era José Ramírez (el Loco Che), este era mi vecino, ubicado también por la calle Morelos, pero en la parte oriental, o como decíamos pa´arriba. El Loco Che era quien nos hacía los huaraches, porque en ese tiempo, los zapatos y los tenis no se usaban, o no teníamos para comprar, sólo disponíamos de un par de zapatos para cuando había fiestas escolares y los tenis “Súper Faro”, para educación física. El Loco Che elaboraba el producto y lo entregaba a don Joaquín Amarillas, quien era un comerciante establecido en el mercado municipal, pero allí se vendían los huaraches más caros, por eso lo mejor era mandarlos hacer en el taller, el cliente llegaba y le decía: Loco quiero unos huaraches, el Loco primero soltaba una broma o una mentira, su mentira favorita era decir que se había muerto alguien del pueblo; después de eso lo hacía poner el pie en una baqueta y dibujaba el pie y decía: ven mañana por tus guaraches. Los estilos del producto eran muy diferentes, José Lau hacía huaraches de correas amplias, de tiras y el Loco Che los hacía de tapadera, de una sola pieza. Cuando se empieza a producir zapatos y tenis en masa, el oficio de huarachero se ve limitado y se transforma, hoy los huaraches se usan por moda, por lujo y no por pobreza.
Otra actividad que desapareció en mi pueblo fue la moler el nixtamal. Cuando se pasó de moler el nixtamal con la mano del metate al molino manual que había en casa y que se le daba vuelta fue un gran adelanto tecnológico, pues este molino, aunque rudimentario, era más rápido y más liviano que moler el nixtamal en el metate. Pero lo más avanzado era llevar el nixtamal al molino movido por un motor, generalmente se hacía esto cuando el nixtamal era mucho. En mi casa, casi siempre molíamos el nixtamal en el molino casero, mi madre lavaba el nixtamal y lo echaba en la taza del molino y yo le daba vueltas a la cola del molino, casi siempre eran dos tazas de nixtamal. Cuando era mucho, me mandaba al molino de la Alejandra, ella era Alejandra Cuevas, esposa de Rigo Leal, músico que tocaba el clarinete. Había otros molinos como el de Copio, estaba por la calle Obregón, fue como en 1961, que Copio vendió su casa. Después surgió un molino enseguida de ese domicilio, el molino de don Beto Leyva. Otro molino era el de María Luz Valdez, ella era esposa de Cruz Rubio, músico que tocaba trombón. El avance siguiente fue el de las tortillerías donde se venden las tortillas y no se lleva el nixtamal a moler.
Estas fueron tres actividades que desaparecieron mediante el proceso de “destrucción creativa” o principio de Schumpeter, es decir, actividades con mayor avance tecnológico las desaparecieron. Así es el desarrollo de la sociedad y de la economía, un proceso de destrucción y creación constante. Mocorito no escapa a ello.