VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO
“Lo real, diré, es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del Inconsciente” (JacquesLacan).
El psicoanálisis siempre ha dicho que el cuerpo es un entramado donde lo imaginario tiene una función principal, el cuerpo distinto a organismo biológico, es para nosotros una elucubración semántica, el cuerpo es hablado y por lo tanto hablante, de hecho el cuerpo es hablado por los significantes eso hace del cuerpo un embrollo tal como Jacques-Alain Miller, lo pronunciara.
Lo real no deja de ser una cosa extraña para nosotros, poco sabemos sobre lo real más aun hablar sobre lo real del cuerpo esto es algo traumatizante, esta extrañeza traumatizante se profundiza cuando observamos los nuevos dichos que hablan del inconsciente real donde el parletre tiene su impronta, eso es desvastador para el sujeto que se mueve bajo la lógica del principio de razón suficiente.
Lo real y el cuerpo se tocan a nivel de goce, no solo desde ahí pero se puede hacer una inferencia lógica, lo real marca lo imposible y el cuerpo es una extensión del goce de la vida, solo se goza del cuerpo, se dirá en el discurso de la orientación lacaniana, de hecho Lacan en la conferencia de Ginebra de 1975 sobre el síntoma menciona: “es curioso que gente que piensa no se percata que piensa con palabras…y es en el encuentro entre esas palabras y su cuerpo donde algo se esboza”
Jacques-Alain Miller en la presentación del tema del décimo Congreso de la AMP, en Río de Janeiro 2016 menciona retomando el seminario Aún de Lacan que “Todo es exhibición de cuerpos que evocan el goce”, como poder estar en desacuerdo si nuestra época es la exhibición, mostrar hasta la orillita, lo podemos hasta en el arte, cuerpos exhibidos que en algún momento se presentaba para lo eclesiástico a pudor. Cuerpos que para la moral recalcitrante solo se esboza el decir de ser consumido por las llamas del infierno si se insiste en mostrar el cuerpo.
En esa misma conferencia Miller dice que “es en el cuerpo imaginario donde las palabras de la lengua hacen entrar las representaciones que nos constituyen en un mundo ilusorio a partir del modelo de la unidad del cuerpo”. Este planteamiento de Miller no sería bien aceptado por el discurso cientificista que toma al cuerpo no como corps, (pedazos) sino como la supuesta unidad que no deja de ser engaño imaginario tal como el autor lo muestra, cuerpo como sustancia imaginaria. Decir esto ya de entrada nos compromete teóricamente a sostener esta apuesta. En sutilezas analíticas Miller menciona que: “el significante afecta el cuerpo del parletre porque fragmenta el goce del cuerpo y esos pedazos son los objetos a”.
El cuerpo se presenta como señuelo, también puede ser un engaño a la mirada, o bien dar gato por liebre, ese cuerpo que hipnotiza al mirón incomodo, hace que el cuerpo tenga una función de semblante, desde Freud el cuerpo se fue recortando en el síntoma histérico, cuerpos contorsionados por ataques histerizantes que llevaron a Freud a pensar el síntoma como un acontecimiento del cuerpo, algunos incluso llegan a decir que han nacido en el cuerpo equivocado, como si de entrada existiera el cuerpo sin equivoco.
En la clínica atendemos pacientes que sufren de su cuerpo, anorexias, bulimias y obesidades son síntomas recurrentes que aquejan al cuerpo, otras mas osadas recurren a la cirugía para inventarse el cuerpo del ideal que el otro requiere.En ese sentido, el cuerpo se presenta a lo urgente para ser tratado. Estos cuerpos que sufren vienen recortados por sus fantasmas, ahí es donde se tiene que interrogar su urgencia, que muchas veces desbordada escamotea la cura.
El cuerpo puede llegar a ser esculpido por la erótica y el deseo donde la pulsión empuja lo insatisfecho haciendo que el cuerpo devenga insatisfecho en todos los sentidos, en resumen es el lenguaje el que permite que tengamos un cuerpo, cuerpo recortado pulsionalmente por nuestros fantasmas que muchas veces se vuelve contra nosotros pues queremos conservarlo sin que por este pase el tiempo, cuando este cuerpo pasa por la falta, lo simbólico lo inscribe en el orden de la ficción razonante esa ficción se llama realidad.