VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO
“Si hay un punto en el análisis en el que se sostiene tranquilamente lo que les señale, que no hay relación sexual, es en que no se sabe qué es la Mujer. Tiene domicilio desconocido, salvo…por las representaciones. Desde siempre solo se le conoce así” (Jacques Lacan, De un otro al otro)
S abemos que siempre estamos acicateados y mortificados por significantes de diferentes calibres, ser mortificado por estos significantes hace que un sujeto algunas veces se refugie en el diván, y lo que comúnmente se observa en ese espacio es la presentificación de la falta que organiza deseos, este deseo que no debe confundirse con ganas, apetencia, ni ningún tipo de requerimiento, se ha formalizado mediante el objeto a. Miller en su texto sobre Extimidad, menciona que “este objeto es tan éxtimo al sujeto como al Otro”, (2010, p. 22), eso íntimo y extraño a la vez es la característica del deseo, familiar y extraño o amenazante para ser más precisos es su distintivo.
El deseo aún cumple una función de enigma, de hecho en algún momento se pensó que la histeria se sostenía sobre un fondo de ausencia que empujaba el deseo, al decirse que lo histérico se configuraba sobre el deseo insatisfecho, de tal modo que el deseo de un deseo insatisfecho era su configuración, de igual modo el semblante histérico era sostenido por ese enigma de insuficiencia ¿qué soy yo para el deseo del Otro?, eso si supusiéramos que ella sabe que es un yo, porque éste yo siempre es una zona de desconocimiento.
El deseo siempre circula por los significantes aunque este sea desconocido, diríamos no sabemos por donde saltará la liebre, lo sabroso del deseo es que aparece por donde no se le espera, incluso se especuló en un momento que la realización del deseo fundaba por siempre lo imposible, y de hecho la función de lo imposible es necesaria para que uno nunca deje de buscar, ese sería un beneficio del deseo.
En los Escritos, Lacan específicamente en la observación sobre el informe de Daniel Lagache, menciona que “la experiencia del deseo es la falta en ser”, sobra decir donde coloca Lacan el deseo, de hecho, sin esta falta el deseo inexiste, habría sido necesario enunciar el objeto a cómo causa de deseo, o más específicamente al deseo como causa, pero es importante ubicar el lugar ya que éste determina la organización teórica inclusive práctica de esta categoría.
Sin deseo el sujeto se encuentra desanimado, el ánimo lo abandona y en ese abandonar, la vida puede fugarse, ya que el deseo es la flama que sostiene la vida con vida, un deseo también pudiera referirse a eso que JacquesAlain Miller llamó piezas sueltas, ya que sin eso las cosas no funcionan, en esta tesitura, la trama de la vida es un enredo de deseos, el deseo subvenciona el eros como potencializador, aunque el deseo esté caído porque aún en la falla el deseo triunfa.
El deseo puede apuntar a la inconsistencia del sujeto, de hecho el prejuicio de la psicología es que se puede cerrar tu gestalt, o bien curar, o simplemente adaptar, el deseo lo más que arroja es la inconsistencia del sujeto, que en ese embrollo, el sujeto no puede balbucear acerca del deseo que lo habita. Paradójicamente algunas veces el propio analista puede ser la causa del deseo que mueve el análisis o bien la supervisión, esto se observa en el movimiento vivo de la orientación lacaniana.
El significante de la falta en el Otro nos lleva a una crisis vital, no hay un otro que venga a salvarnos, por ello es que le apostamos al deseo sin conocerlo, para todos los otros habría garantía, la ciencia como señuelo se los ofrece, la iglesia en el matrimonio, la ciencia con su evidencia, en fin en todos lados se maneja la garantía, solo el psicoanálisis le apuesta por el sostenimiento del deseo y el otro por venir siempre es inseguro.
* Doctora en educación