TEODOSO NAVIDAD SALAZAR
Mi padre fue un excelente maestro. Recurría a todo tipo de ejemplos para explicarnos, lo que estaba bien o mal. Lo que debía entenderse con facilidad con tan solo usar el sentido común. Cuando por alguna razón teníamos cierto roce con alguno de nuestros maestros, nos decía -sé mejor, estudia y sé el mejor de tu clase, así tu maestro verá que te esfuerzas y no te llamará la atención, al contrario te pondrá como ejemplo ante el grupo.
Si algún compañero en la escuela nos acosaba por ser más grande y hacía valer su fuerza, él nos decía -no le hagas caso, y retírate. No lo enfrentes, eso es lo que él quiere, demostrar que es superior a ti, y hay que dejarlo ser. Cuando éramos pequeños y por ello no podíamos hacer la cama de manera individual, nos decía que doblar las cobijas o sábanas entre dos, era, mejor.
Si íbamos a levantar algún objeto que fuera más allá de nuestras fuerzas, nos decía que la unión de dos o más aligeraban la carga, de tal manera que si el objeto aquel era levantado por dos personas era más fácil moverlo. Si veíamos algo caído en el piso, mi padre nos instruía a que utilizáramos el sentido común, es decir había que acomedirnos a levantar aquél objeto y ponerlo en su lugar. Si veíamos a alguien que necesitara ayuda para cargar algún bulto u objeto pesado, sin que nos lo pidiera, el sentido común aconsejaba socorrer a la persona en apuro. El sentido común debería imperar siempre, en cada una de las acciones y ponerlo en práctica no era difícil, porque decía mi padre que en la medida que lo utilizáramos más sencilla sería la vida.
Comentaba que si ya sabíamos nuestras tareas en casa, no necesitaba que nos mandara o recordara. -Usen el sentido común.- Ya saben que de todas maneras lo tienen que hacer.
No complicarnos ni conflictuarse con otros era el consejo. Si alguien sostenía alguna postura a sabiendas de que estaba equivocado y si no entendía razones (como Gabino Barrera), habría que ignorarlo, retirarse de esa persona pues a nada se llegaría, ya que su cerrazón no daría pauta a la reflexión y entender su equivocación.La prudencia era pues, importante.
Recuerdo en cierta ocasión nos contó una historia de dos hermanos que cuidaban una huerta. El padre los mandaba a diario después de terminadas la tarea escolar. Ambos eran muy cerrados de cabeza –decía mi padre-. Contaba aquella historia tal vez inventada por él, para que entendiéramos el valor de la prudencia y el denominado sentido común.
Narraba mi padre que las gentes conocían lo cerrado que eran aquellos chicos, y llegaban a la huerta con el pretexto de comprar alguna fruta, pero en realidad muchos de ellos solo iban para hacerlos enojar.
Al llegar a la huerta preguntaban-quién manda aquí- Yo, decía uno de los aludidos. No! aquí mando yo,- decía el otro hermano.A ver, aver, decía el que había preguntado. Entonces quién es el que manda. Y las respuestas se repetían una y otra vez por los torpes muchachos. Yo mando, decía uno. No, el que manda soy yo. Hasta que los hacían enojar y los pobres tontos terminaban liados a golpes, y quienes los habían hecho pelear entre ellos, se iban riendo de su torpeza, o su falta de sentido común, sin comprar nada de las frutas, porque su objetivo era solo hacerlos pelear.
A la distancia que marcan los años recuerdo aquellos ejemplos que mi padre nos mostraba para enseñarnos aquellos valores y hacernos la vida más llevadera. Ejemplos que jamás olvidé porque cuando mis hermanos y yo reñíamos por alguna tontería y no lográbamos ponernos de acuerdo, mi padre reía y decía-mira, ahí están como los tontos de la huerta!
* La Promesa, Eldorado, Sinaloa Comentarios o sugerencias a teodosonavidad@hotmail.com