CARLOS LAVÍN FIGUEROA
Fue en Monte Albán Oaxaca donde conocí las figuras talladas en piedra por los zapotecas, conocidas como “Los Danzantes”, representan a personajes sagrados -se dice prisioneros- eran enanos, jorobados, o con otros defectos; bocas y narices anchas, ojos oblicuos, a quienes se les tenía veneración en un edificio principal
Por la investigación que inicié en 1995, caso similar resultaron ser las colosales cabezas olmecas, localizadas en Tabasco y Veracruz,que han sido un misterio, centro de especulaciones y controversias en cuanto a su creación y función: Se ha insistido desde el descubrimiento de la primera en 1853 por José María Melgar Serrano, que tienen rasgos negroides por sus gruesos labios y nariz ancha, sin haberse esclarecido como pudo haber llegado esta influencia a América siglos antes de la era cristiana, y sin dejar descendencia con esos rasgos, tampoco se han encontrado objetos africanos en la zona, ni rastros de ADN africano en los entierros de personajes.Se ha dicho que por su tocado representaban a diferentes gobernantes; otros aseguran que son guerreros destacados y que esos tocados son cascos de guerra.
Apenas, este pasado 12 de febrero de 2020, en “Reporte de Prensa” de la revista Costa Veracruz, se dio a conocer que la investigadora Ann Cyphers y científicos genetistas descartaron -otra vez- su origen africano y reconfirmaron que los pobladores de esa región pertenecen a los fundadores de América. De esos rostros anchos y achatados, dice que todos están así porque se realizaron reciclando piedras de los tronos de los gobernantes que eran grandes prismas (rectangulares) (así). No creo que un escultor opine lo mismo, cuando normalmente sacan sus trabajos de piedras rectangulares y las caras no tienen necesariamente esa volumetría, ni labios gruesos, ni nariz ancha, además de que las esculturas de niños olmecas tienen el mismo tipo de cara.
Cuando examiné varias de esas cabezas olmecas, desde el primer momento me parecieron ser o de enanos, o de adultos jóvenes con mongolismo o Síndrome de Down, de lo que no hay antecedentes de haberse mencionado, llegando a la conclusión de que esas cabezas correspondían a personajes con ese síndrome. Encontré información de que, en la cultura olmeca consideran como “dioses de amor” a los niños con ese síndrome por ser muy afectuosos, eran personajes sagrados ya que la propia naturaleza los escogía y los hacía únicos entre los demás individuos. Los especialistas los describen de; “cara redonda y relajada con nula expresión muscular, cuello corto, mejillas carnosas, narices anchas y chatas, orejas pequeñas y deformes, y ojos oblicuos almendrados ligeramente entrecerrados con mirada perdida” –que en esas esculturas, está representada siempre por la carencia de pupilas.
Encuentro también información de que esa creencia llega hasta nuestros días cuando hace unos años, vino al mundo un niño al que su madre, de edad avanzada, puso por nombre “Precioso Regalo”, nacido en La Venta Tabasco, lo nombró así porque recibió de la naturaleza un niño distinto con los elementos del síndrome. Y que a esos niños también se les honró –aparte de las cabezas colosales- con esculturas de cerámica en cuerpo completo, generalmente de 25 a 35 cm, brillantes, de color blanco o crema, con la cabeza grande. Igual tienen ojos almendrados, las extremidades cortas y gruesas, y todas son diferentes, estos personajes están desnudos y recuerdan a niños sentados o gateando. Los olmecas también los tallaron en piedra, las figuras más pequeñas fueron en jade, algunas –se dice- con fuertes rasgos de jaguares, que pueden representar el mito olmeca acerca de la interacción del jaguar o del espíritu jaguar con mujeres, en este mito, se dice que un jaguar copuló con una hembra humana y así dio nacimiento a los «hombresjaguar», representados como niños y jóvenes masculinos.
Un caso documentado, sin tampoco haberlo relacionarlo con ese síndrome- se da en La Venta en Tabasco, con el legendario ‘Garra de Jaguar” un guerrero, sacerdote y gobernador supremo, que no era el ser más importante, sino un adolescente “cara de niño”, que ya había presenciado diecinueve cambios de estación -años de vidaal que daban todas las comodidades en un área separada de la comunidad habitada también por “Garra de Jaguar”.
La mayoría de esos niños morían en la infancia. A los que llegaban a una edad adulta, se les honraba con una figura colosal de su cabeza en piedra, las más antiguas datan desde principios del 1500 al 1000 a. C. y algunas del 1000 al 400 a.C., las últimas tienen más de dos mil cuatrocientos años de haber sido elaboradas. Pesan alrededor de 6 a 25 toneladas, mientras que la mayor está entre 40 a 50 toneladas, aunque esta fue abandonada sin terminar.
Entre los olmecas, el espíritu de la lluvia aparece en su mitología en un ser masculino, que se representa como un niño, o joven, o enano. Este mito se enfoca en los «niños de la lluvia”, espíritus o duendes o «gente pequeña». En el Estado de Chiapas, entre la comunidad “zoque” perteneciente a los mixes, asentada en el Istmo de Tehuantepec, a la fecha trasciende que los espíritus de la lluvia son muy viejos, pero que lucen como niños.
-Esta semana la “Revista Distrito” de tiraje nacional, me ha invitado a publicar, iniciamos con el tema “El legendario Tamoanchan Paraíso Terrenal”.
Por otra parte, junto con la escritora e historiadora urbana Angélica Petit de Murat, preparamos la serie «Cuernavaca Esplendorosa 1930-1950» para publicarse en el periódico El Universal, con base en los grandes hoteles, casas famosas y de famosos 1930-1960.
* Historiador y Cronista de Cuernavaca