PRIMAVERA ENCINAS
Es una época de descubrimientos. Desde que los Reyes Católicos apoyaron a Cristóbal Colón y se abrieron otras vías marítimas, se ampliaron los panoramas comerciales y políticos. Portugal se ha expandido hacia el oeste. España ha hecho lo mismo, creando un imperio donde no se pone el sol. Inglaterra ha entrado en una fase de exploración sin igual, promoviendo la piratería en el Atlántico.
Las guerras han cambiado sus dimensiones. Ya no se lucha solamente en tierra. Los barcos navegan hasta las Indias al norte. Las batallas se hacen con cañones en el mar o las costas. Lutero inicia con la Reforma Protestante y desde entonces, Europa es un continuo desenfreno ideológico. La Tierra ya no es el centro del universo, sino que gira alrededor del sol. Copérnico cambia la visión del mundo. En La Sorbona ya no se discute solamente de teología o filosofía. Existe un afán por conocer de todo. La gente cuestiona. La imprenta permite que los libros sean accesibles.
El renacimiento francés florece en sus edificios, su arte, su música. El Louvre comienza a remodelarse en 1546 con la intervención de Francisco I, un rey vanguardista, amante del buen vivir. Al fallecer, Enrique II hereda la corona y gobierna junto con Catalina de Médici, quien confía en el famoso astrólogo Nostradamus, con sus enigmáticas predicciones y sus avances en medicina.
Cuando Carlos IX, sube al poder auxiliado por Catalina, su madre, el renacimiento cultural persiste entre conflictos religiosos. Los hugonotes o protestantes franceses consiguen adeptos, preocupando a la corte que deambula por el Louvre entre intrigas. ¿Volverá Francia a la unidad religiosa? ¿Se impondrá Inglaterra con sus nuevas ideas? Catalina, quien es italiana, reza por el dominio católico, mientras Annette, una de sus damas más jóvenes, se enamora de un protestante.
Experimenta angustia por su padre, quien se opondrá al enlace nupcial. En su familia hay acérrimos católicos que no dudarían en tomar las armas si la situación lo requiere. Ella teme por Jacques. Jamás pensó en desobedecer a sus padres, pero la atracción no respeta fronteras, ideologías, y mucho menos el sentido común.
Annette conoció a Jacques en un festejo de primavera. Era una noche iluminada con cientos de antorchas, el olor de las flores inundaba el ambiente. Las mujeres desajustaban su vestido, mostrando los hombros. Otras, coqueteaban abiertamente con cada aristócrata. Annette no suele frecuentar a las damas de la princesa Margot pero esa noche, cuando compartió algunas confidencias con ellas, fue presentada con Jacques. Le pareció apuesto, varonil, firme en sus convicciones. Sus amigas le aconsejaron prudencia.
–No olvides que es protestante.
La joven palideció. Su padre se lo había advertido muchas veces. No debían fraternizar con ninguno de ellos, pero no pudo evitarlo. Conversó con él no sólo esa noche, sino en las siguientes semanas.
Últimamente se reúnen con suma frecuencia. Jacques se apropia de sus labios en los pasillos, en el jardín, en las cocheras. Cualquier oportunidad es buena para mirarse a los ojos, expresando lo que no pueden contener. Los rumores no se hacen esperar. Su relación pende de un hilo. Aunque ambos provienen de familias de alcurnia, Jacques no deja de ensalzar las ideas de Calvino.
Cuando más desesperada se encuentra, la muchacha escucha en los aposentos de la reina madre, sobre los planes de una futura masacre.
–¿De qué hablan? No puede ser en serio –exclama alarmada.
–¿Y a ti qué? Son herejes, deben arder en el infierno.
Piensan matar a Coligny, acabar con los hugonotes de todo el país. Las intrigas no descansan noche y día. Los labios de Annette se contraen. Debe avisarle, huir con él de ser necesario. Se cita como siempre en una sala que da a la salida norte del Louvre.
–Tienes que protegerte –se echa a sus brazos.
Jacques la mira sin comprender.
–Dicen que la Casa de Guisa lo está preparando todo, el propio rey está indeciso.
–El almirante Coligny nos protege.
–No siempre será así, se comenta que después de la boda…
La boda entre la princesa Margot y Enrique de Navarra, implica una alianza política para unir los dos bandos, el católico y el protestante. Jacques confía que con el enlace nupcial, los hugonotes podrán profesar su religión en Francia, pero ella continua preocupada.
–¿Cómo puedo hacerte entender?
Jacques acaricia su rostro con suavidad. Annette representa lo más dulce de su vida. –No puedo esperar para unirnos, cuando nos casemos…
–¿Pero por cuál iglesia?
–¿Acaso importa? Será únicamente ante Dios.
Ella sabe que no es tan fácil. Jamás traicionaría a sus padres. Si no es ante la iglesia católica, su matrimonio no será válido.
–Conviértete a mi fe –lo mira decidida.
Jacques da un paso hacia atrás.
–¿Cómo me pides eso amor mío? Sabes que soy fiel a mis creencias.
–Igual yo.
Ya lo han discutido antes, no encuentran un punto en común.
–Si no es por las normas de Roma, sólo seremos amantes.
–Para mí no lo es –vuelve a rozar su mejilla.
Annette acepta sus labios, pero esta vez la pasión provoca que Jacques empuje su cuerpo contra el muro y se apropie de su pecho, ella no tiene fuerzas para impedirlo. Con la protección de la madrugada, ambos retornan a sus destinos. Él, al palacete de su primo repleto de esperanzas, ella a las habitaciones de Catalina.
Durante los esponsales apenas pueden hablar. El lujo de los festejos los intimida. Annette tiene demasiadas ocupaciones al lado de la reina madre. Jacques sigue al grupo de Coligny. El choque de miradas entre ambos bandos no se hace esperar. La boda se efectúa para buscar alianzas, pero al parecer es imposible. Ninguno de los dos grupos quiere ceder. Los católicos han prometido vengarse.
Jacques y Annette que sólo ansían quererse, ignoran que tienen las horas contadas, cuando después de las celebraciones, se inicie la Matanza de San Bartolomé, donde los católicos asesinarán a Coligny y cada protestante que se encuentre en París, extendiendo el exterminio protestante por toda Francia.
* Licenciada en psicología