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ALTATA, PUERTO DE ALTURA

By martes 31 de diciembre de 2019 No Comments

SERGIO UZÁRRAGA ACOSTA

El 16 de enero de 1849 el señor Manuel Piña y Cuevas se presentó, por petición del presidente de la República, ante la cámara de senadores, porque se iba a discutir sobre aduanas marítimas. Entregó un escrito con el que justificó la necesidad de que el puerto de Altata se abriera al comercio extranjero, en el cual informaba que, como más inmediato que Mazatlán a la capital del estado, en donde existía una casa de moneda, la posición de Altata ofrecía muchas más ventajas al comercio. Decía que, aprovechando la comunicación del río de Culiacán, que desembocaba muy cerca del fondeadereo de Altata, podían conducirse hasta ahí, con más facilidad, los caudales para embarcarse. Agregaba que Altata distaba más de ochenta leguas del de Mazatlán y que esta circunstancia bastaba por sí sola para convencer de la ventaja que ofrecía para desembarcar los cargamentos que llegaran con dirección a Chihuahua, Durango y Zacatecas, y aclaraba que “aunque el camino que conduce de Mazatlán á Durango es más corto que el que se dirige desde Altata por Culiacán, el segundo es más transitable que el primero, por cuya causa cuando se ha procedido de buena fe, después de nacionalizadas en Mazatlán las mercancías extranjeras se han remitido á Altata para dirigirlas desde allí á los Estados referidos.”

Manuel Piña y Cuevas en su escrito fue muy enfático al decir que cuando el puerto de Altata estaba abierto únicamente al comercio de cabotaje se hacía por ahí un crecido contrabando porque arribaban buques extranjeros para desembarcar clandestinamente sus cargamentos. No se les impedía, y cuando se intentaba lograban evadir las penas de la ley presentando guías expedidas por otras aduanas para conducir efectos que se suponía habían pagado en ellas los derechos de arancel y por consiguiente podían conducirse a otros puntos sin que fuera posible averiguar nada al respecto. Advirtió que si posteriormente se averiguaba y se descubrían anomalías ya no era posible imponer a los contrabandistas el correspondiente castigo, y según él estos abusos de los comerciantes no se resolvía manteniendo cerrado el puerto. Dijo en su escrito que mientras permaneciera cerrado Altata al comercio extranjero iba a ser necesario que se pusieran buques guardacostas o valerse de otros medios semejantes para evitar el contrabando y que si se tomaban estas medidas era muy probable que las burlaran los especuladores interesados en el comercio fraudulento. Agregaba que, en concepto del gobierno, la medida eficaz para impedir el contrabando consistía en establecer aduanas en los puntos que el comercio mismo había reconocido como apropiados para hacer sus introducciones con el fin de que se ejecutaran con arreglo a las leyes y que ni el erario perdiera los derechos que le pertenecían ni le causara perjuicio a los comerciantes que realizaban su actividad legalmente. De acuerdo a su parecer, de esta manera el público en general iba a poder sacar las ventajas que resultaran de la disminución de los riesgos y gastos de transporte que influían directamente en la baratura de los productos.

Manuel Piña y Cuevas aseguraba que como el puerto de Altata estaba colocado al lado del de Mazatlán se había suscitado entre ambos cierta rivalidad, pero que era conveniente que se hiciera a los dos participantes de los mismos beneficios para evitar todo motivo de resentimientos y choques. Informaba también que por todas las razones que él daba, el gobierno había dispuesto que se estableciera la aduana marítima de Altata con la planta de Mazatlán, y que se limitara a hacer los nombramientos de empleados estrictamente necesarios con el fin de disminuir los gravámenes del erario.

En la sesión del 17 de enero, es decir, del día siguiente en que se entregó a la cámara de senadores este escrito, el señor Alcorta hizo la propuesta contenida en éste. La retiró en el momento de la discusión, se cerró la sesión a las cuatro de la tarde, y el asunto quedó comenzado. Dada la importancia del puerto hubo quienes consideraron muy valiosa su proposición porque Altata, se decía, estaba llamado a tener mucha actividad marítima. Se hicieron comentarios, y el 31 de enero de este mismo año el periódico El Siglo Diez y Nueve, refiriéndose al puerto de Altata, publicó: “La habilitación para el comercio extranjero de este puerto, que por su situación topográfica, ofrece incalculables ventajas mercantiles al Estado de Sinaloa, por su proximidad á la capital, así como al erario federal con el establecimiento de la aduana marítima que recaude sus pingües productos, es además un punto de derecho internacional que el congreso debe tener presente en la resolución de este asunto.” Fue así como, ahora con mayor seguridad, se propuso, a través de estos escritos, que se decretara la apertura al comercio extranjero el puerto de Altata, pero tuvieron que pasar unos meses más para que terminara el proceso de habilitación. Mientras, Altata estaba recibiendo y despachando embarcaciones.

El 8 de mayo de 1849, procedente del puerto de Altata, desembarcó en Mazatlán la goleta nacional Correo de Mazatlán, de 2 toneladas de capacidad. Su capitán era Bernardo Arguisa, su tripulación estaba formada por 5 personas y, con tres días de navegación, transportaba un cargamento de palo de Brasil y a un pasajero. El palo de Brasil, que se utilizaba como colorante para las telas, se llevaba a Mazatlán y ahí se trasbordaba a otros buques para conducirlo a Europa y otras partes del mundo. Era de los cargamentos de los que se daba cuenta, de los que se rendían informes, pero cuando conducían mercancías venidas del extranjero sin el documento o guía que les autorizaba su entrada al puerto los comerciantes trataban de ocultarlo.

Por fin, por decreto del 15 de mayo de 1849 Altata quedó abierto al comercio de altura, escala y cabotaje. Con esta disposición la navegación, una vez más, aumentó. Ahora además de recibir legalmente mercancías extranjeras, los barcos que salían de Guaymas con rumbo a Mazatlán llegaban a Altata con cargamentos de harinas del estado de Sonora y se distribuían en Culiacán, su valle y la sierra. Aunque con el rango de puerto de altura, la problemática del contrabando continuaba, y en esta situación, que seguía provocando escándalos a nivel nacional, la población de Altata no creció y las condiciones en que recibía a los viajeros no eran apropiadas. Los pobladores, en su afán por mejorarlo, hacían muchos esfuerzos, pero no se lograba gran cosa.

NOTAS:

“Parte Oficial,” El Siglo Diez y Nueve, México D. F., martes 23/01/1849, p. 1, no. 23.

“Congreso General,” Id, Id, viernes 19/01/1849, p. 1, no. 19. “El puerto de Altata,” Id, Id, miércoles 31/01/1849, p. 4, no. 31.

El palo de Brasil lo embarcaban en el puerto de El Robalar, ubicado en la misma bahía. “Parte oficial,” El Siglo Diez y Nueve,” México D. F., martes 10/07/1849,

“Estado de Sonora,” Id, Id, viernes 28/09/1849, p. 2, no. 271. Ibídem.

* Maestro en Historia del Arte en la UNAM

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