TEODOSO NAVIDAD SALAZAR
Cuando necesitamos escribir una carta, resumir un texto o elaborar un informe, es muy común darnos cuenta que a veces no sabemos por dónde empezar; qué decir o cómo decirlo. Si la escritura es una copia de la lengua oral, un individuo con habilidad para leer no deberá tener ninguna dificultad para expresarse claramente al escribir un texto. Una persona habituada a leer y escribir, jamás tendrá problemas en encontrar la palabra adecuada cuando ha entablado una charla con otro individuo o grupo de personas; además siempre tendrá a flor de labios un tema para abrir cualquier charla o comentario. La lectura y la escritura han sido elementos fundamentales en la formación de la personalidad. Quien posee estas habilidades tiene una visión amplia de su entorno social, político, económico y cultural;se distinguirá por ser una persona segura de sí. De lo que expresa al momento de hablar en un cualquier foro o al leer y escribir.
Esta práctica constante permitirá el contacto social y facilitará su relación con otros individuos de igual o diferente grado de cultura. Al leer la persona podrá allegarse información, desarrollar su imaginación, fortalecer su creatividad y descubrir la existencia de una fuente inagotable de sabiduría que enriquecerá su cultura y ampliar sus conocimientos independientemente de edad, sexo y situación económica. Pero viajemos a través del tiempo y situémonos en la etapa donde por naturaleza se quedan retratadas gran parte de la imágenes y vivencias que difícilmente habremos de olvidar; la época de la educación primaria y secundaria.
¿Quién no escribió versos o leyó poemas? Creo que todos. Pero ¿qué pasó? ¿Por qué nos olvidamos de seguir con esa práctica? ¿Será que después empezamos leer menos? Ya no escribimos versos ni leemos poemas. ¿Sentimos pena? ¿Sera acaso el qué dirán? ¿Temor a la crítica? ¿O nos faltó motivación de parte de nuestros maestros y/o padres para fomentar y acrecentar esos hermosos hábitos? De una cosa debemos estar ciertos, no todos los que escriben lo hacen bien, ni todos los que leen, leen bien. Tal vez porque les falte práctica.
Este es un proceso de largo plazo. Muchos de los que ahora están leyendo o escribiendo están en esa etapa de formación de hábitos.
Quienes de alguna manera han incursionado en el fantástico mundo de las letras destacando en sus diferentes géneros, tal vez no pensaron en las dimensiones de lo que hoy ven y hacen de manera natural. Tal vez su primer encuentro con la lectura y escritura les haya dejado una impresión desagradable. Sin embargo, ese fue el inicio de un proceso que avanzó de manera lenta para algunos y más de prisa para otros, pero que al final de cuentas tanto éstos, como aquéllos, plasmaron magníficos textos en cuentos, poemas, relatos, novelas, artículos de variado contenido, reportajes diversos para quienes gustan de la lectura y la escritura. Los escritores no nacen; los escritores se van forjando a través de un proceso externo e interno que termina al final de nuestra vida, y los escritores sobre todo los buenos, requieren más que de imaginación, de disciplina.
No debemos temer a escribir lo que se nos venga a la mente.
Hagámoslo seguros, convencidos de lo que somos y de que tendremos mayores elementos a medida que leamos y escribamos más. Sólo así empezaremos a involucrarnos en ese proceso de formación de hábitos exigiéndonos a nosotros mismos; actualizándonos con nuevos textos, libros, cuentos, novelas o relatos para estar al día en el acontecer diario del maravilloso mundo de la lectura y la escritura. Es necesario empezar por escribir lo que pensamos o sentimos; lo que queremos o lo que se nos ocurra. Al habituarnos a leer, nos daremos cuenta de que cada vez escribiremos con menos dificultad.
* La Promesa, Eldorado, Sinaloa, octubre de 2019. Comentarios o sugerencias ateodosonavidad@hotmail.com