VERÓNICA HERNÁNDEZ
Por su profesión el biólogo cree en la relación sexual, porque puede fundarla científicamente, pero a un nivel que no implica que esta se apoye en lo inconsciente. Y nada de lo que se verifica a nivel del gen dice lo que hay que hacer con el Otro sexo en el nivel donde eso habla. Aun cuando el biólogo verifique el modo en que los sexos se relacionan uno con otro, lo hace en un nivel donde eso no habla. (Jacques Alain Miller, Extimidad, 2010:54).
Lo sexual en lo humano es tocado por el real lacaniano, y entonces las cosas ya no son las mismas, el sexus se desnaturalizó, y sobre el sexo poco o nada se sabe, esto implica que no hay saber sobre el sexo aunque se realicen congresos de sobaterapia sexual, lo sexual sigue siendo una incógnita.
Por supuesto que estas palabras son lo acidito del significante que no queremos escuchar pero así es, congresos, talleres, y otros performance que pareciera ser, si lo analizan, persiguen los bolsillos del semejante que quiere una respuesta acerca de lo que no va bien en el ámbito de la sexualidad. Los sexólogos hacen su agosto como coloquialmente se dice a aquellos que se aprovechan de la necesidad y el desconocimiento sobre el sexo.
El goce no se regula, tampoco se aprende, ya que sabemos que siempre nos encontraremos con un problema irresuelto en lo sexual que los humanos jamás lo resolveremos, es algo que cargaremos todos los sujetos hablantes, el goce sería un tropiezo imposible de agotar, aprenderlo o curarlo. Acerca del hombre y la mujer, no hay un modo de ubicarlos con respecto a su sexo, de hecho el órgano sale sobrando cuando pasamos del sexo a la sexuación, aquí lo que regula los actos son las formas de inscripción de cada uno en su propio goce, independientemente del órgano, en este sentido Lacan sale ganando a los sexólogos.
Lo sexual es un montaje, mientras que la sexuación es una lógica que infinitiza los modos de inscripción de goce que no cesa de no escribirse, por lo tanto, el montaje de la sexuación nada sabe, los que creen saber son los terapeutas que juegan con esa función de desconocimiento que de entrada ellos encarnan, los montajes encarnan mas lo pornográfico donde su verdadera razón es la repetición sobre los órganos, sobre eso no se puede fincar un saber sino un desfallecimiento del sujeto.
Ni el placer ni el goce son iguales para todos esto no hace un universal siempre quedan en más o menos, pero no hay una medida igual para todos, algunos discursos creen que es posible que todos tengamos el mismo placer o el mismo goce, de hecho el capitalismo nos juega ese absurdo, pero no existe una normalidad, lo sexual cada vez más es llevado al sentido común, perdiendo de esta manera su agalma para ser trivializado.
Podemos decir, que siempre lo sexual implica un vacío, cuando se habla de hacer el amor y tener sexo hay entre “la pareja” un muro de diferencia, incluso hay quienes dicen que es un mar lo que los separa. Uno toma el camino del ideal y el otro el camino del goce, estas dos posiciones sexuadas han sido desordenadas por lo real como bien lo dijera Miller. El desorden de lo real que impide que nos la arreglemos con el sexo, aún frente a este desvarío cada uno se las arregla con lo que puede y nunca acaba el sujeto de finiquitar ese muro infranqueable.
Lacan sabía que sobre el sexo hay infinidades de cuentos, pero Lacan también sabía que lo único que cuenta de la sexualidad es que no hay relación sexual, este saber acabaría con el negocito de los sobadores del cuerpo en terapia, sabemos que hay otros lazos más importantes entre los sujetos, no necesariamente o solamente el frotifroti, esto no resuelve los problemas del sujeto sino que algunas veces los agudiza, ya que en el sexus lo que se juega siempre es el deseo, y más aún el deseo inconsciente pero aquí los sobadores del cuerpo poco o nada saben, por que cuando se entra en esta situación se darán cuenta que cada vez el hombre batalla más para su erección, siendo esto el comienzo del suicidio narcisista.
* Doctora en Educación