SERGIO UZÁRRAGA ACOSTA
Siendo Altata un pueblo chico y con humedad permanente en sus alrededores, en distintos periodos de su historia enfrentó grandes dificultades debido a las fuertes lluvias, al azote de los ventarrones y a los furores del mar. Avanzado el siglo XIX cobró importancia porque algunos habitantes de la ciudad de Culiacán vivían de la pesca y el comercio y parte de sus riquezas la obtenían del mar. El puerto de Altata se aprovechaba para realizar comercio con otros puntos del litoral, y había constantemente traslado de mercancías desde ahí a otros puertos. Se vio la necesidad de legalizar esa actividad, y por una ley del Congreso de la Unión del 3 de marzo de 1834 Altata fue declarado como un puerto habilitado para el comercio de cabotaje, y ya listo, se abrió como tal el 3 de mayo de este mismo año. Así, en los años siguientes fue muy útil al recién creado estado de Sinaloa. Pronto comenzaron a arribar buques procedentes de distintas partes para desembarcar sus cargamentos ahí, y el movimiento comercial, a partir de entonces, fue una de las actividades muy importantes en el puerto.
En 1842 una de las embarcaciones que hacía escala en Altata era la goleta nacional Dorado, y como en este tiempo se incrementó el tráfico por el Océano Pacífico, aunque oficialmente seguía siendo puerto de cabotaje arribaron también barcos con mercancías extranjeras que se nacionalizaban en Mazatlán. El 5 de julio de este mismo año, por ejemplo, salió de este puerto sinaloense con rumbo al de Altata, la goleta nacional San Fernando. Iba a cargo del contramaestre Borich, sin pasajeros, y con una carga de efectos extranjeros nacionalizados. Llegaban barcos como éste, ejerciendo el comercio lícitamente, y aunque a partir del 29 de noviembre de 1843 se nombró al coronel Juan Caballero de Carranza para que, con un grupo de hombres armados, guarneciera el puerto de Altata y había supuestamente cierta vigilancia, aún así se empezó a dar muy fuertemente el comercio extranjero de contrabando. En mayo de 1845 el gobernador Rafael de la Vega descargó en Altata el vapor Pryde, de su propiedad, que conducía productos extranjeros de manera ilícita. Una lancha cañonera lo hizo presa, y el gobernador, en su bergantín Pryde se llevó a la tripulación de la lancha que lo apresó y la echó en el Cabo San Lucas.
Como el puerto de Altata seguía abierto oficialmente sólo al comercio de cabotaje y los habitantes de la capital sinaloense y sus alrededores tenían necesidad de consumir productos extranjeros, en este tiempo se ejerció con mucha frecuencia el contrabando. Altata no se abría oficialmente como puerto de altura, y el comercio extranjero se realizaba de manera ilícita. La mercancía llegada de otros países después de ser desembarcada en Altata se conducía a lomo de mula hacia la ciudad de Culiacán, y pasaba por la aduana terrestre de esta ciudad. Como no pagaba impuestos esa actividad era clandestina y provocaba que se ejerciera la arriería nocturna. Esta práctica era criticada en este tiempo porque, por realizarse bajo la oscuridad, era seguro que se trataba de mercancías que no cumplían con la obligación de pagar los derechos de importación, y era fama que por el puerto de Altata se ejercía el comercio de contrabando.
Como México tenía conflictos con los Estados Unidos del Norte, al agudizarse éstos los puertos de la república tuvieron dificultades para llevar a cabo su actividad comercial, y esta fue una oportunidad para que se pensara que Altata se abriera oficialmente al comercio extranjero. Fue así que el 4 de septiembre de 1847, en plena intervención norteamericana, “con el fin de evitar en lo posible al comercio las estorsiones y perjuicios consiguientes al bloqueo que sufrían los puertos de la república, por las fuerzas navales de los Estados-Unidos del Norte, y con el objeto también de proporcionar al erario algunos ingresos en aquellas aflictivas circunstancias,” el supremo gobierno declaró formalmente a Altata abierto al comercio extranjero. Los sucesos de los días siguientes, los del 13 de septiembre de 1847, impidieron que el gobierno organizara en el puerto la respectiva aduana que conforme al arancel y leyes entonces vigentes correspondía al despacho de los cargamentos, y como no había aduaneros la revisión de mercancía no se llevaba a cabo.
Durante un corto periodo de residencia del supremo gobierno en Querétaro se nombraron para la aduana de Altata algunos empleados, pero no llegaron a tomar posesión en el puesto de su destino y, mientras tanto, la oficina de la aduana permaneció a cargo de un individuo nombrado por el gobierno del estado de Sinaloa y su manejo no caucionó como debía. El gobierno general no tuvo noticia de las importaciones que se hicieron ni de quiénes aprovecharon los productos que llegaron por esa aduana porque no había claridad en el manejo de esa oficina, y esta situación preocupaba al gobierno general. Por eso en 1848, año en que se gestionó para que los puertos fueran protegidos de otra posible invasión extranjera, Altata llamó la atención y fue incluido entre los cuales debían ser mejorados. Fue así como en el Congreso General, en la sesión del 7 de octubre de 1848, una comisión hizo la propuesta de que se reformara el arancel y que el puerto de Altata se abriera ahora sí al comercio extranjero y se instalara la aduana correspondiente con sus respectivos empleados. Este planteamiento fue motivo de controversias en el congreso, las discusiones no se agotaron y este tema quedó en espera de que se emitiera el decreto oficial. La mercancía extranjera, por lo tanto, para llegar nacionalizada a Culiacán y sus alrededores tenía que seguir pasando por Mazatlán.
El 11 de noviembre de 1848 salió de Mazatlán, con rumbo a Altata, la goleta nacional Adelaida. Su capitán era Pedro Dofengues. Llevaba efectos extranjeros nacionalizados y 7 pasajeros mexicanos. En este año el arribo de embarcaciones que realizaban el comercio legalmente en Altata fue frecuente. Cuando sucedía así todo estaba bien, pero como de parte de los mazatlecos había desconfianza y acusaciones sobre la introducción de mercancías de contrabando por Altata, se despertaban conflictos entre los habitantes de ambos puertos. Debido a eso el gobernador Pomposo Verdugo escribió, el 4 de diciembre de 1848, al ministro de hacienda diciéndole que se trataba de “una calumnia atroz” y que constaba a su gobierno y “consta á los mismos calumniadores que por el puerto de Altata no se han practicado defraudaciones […].”Se dieron muchas discusiones al respecto, y en estas circunstancias se seguía llevando a cabo la actividad marítima.
En enero de 1849 el gobierno creía conveniente y necesario que la habilitación del puerto de Altata al comercio de altura que se había hecho anteriormente y que había quedado trunca ahora sí se llevara a efecto. Se decía públicamente que de todas maneras la mayoría de los comerciantes de Culiacán hacían la introducción de mercancías clandestinamente y si Altata se abría como puerto de altura iban a tener la posibilidad de legalizarlas ahí. Así se pensaba evitar el contrabando y se esperaba que hubiera ingresos al erario federal.
BIBLIOGRAFÍA
Berrelleza Fonseca, Marco Antonio: Culiacán. Crónica de una ciudad: 1878-1912, tomo II, Culiacán, Sinaloa, México, Ayuntamiento de Culiacán-Instituto La Crónica de Culiacán, 2010.
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Eustaquio Buelna: Compendio histórico, geográfico y estadístico, Culiacán, Sinaloa, México, Editorial Culiacán, S. A., 1978.
HEMEROGRAFÍA
Correo de Occidente, El Registro oficial del gobierno de los Estados Unidos Mexicanos Siglo Diez y Nueve, El
* Maestro de Historia en el Arte UNAM