JAIME IRIZAR LOPEZ
En la literatura mundial podemos encontrar grandiosas historias de amor, romance, y pasión que sin duda alguna a todos los que las leímos nos transportaban a un idílico mundo donde sólo existe el más noble y sublime sentimiento, con el cual nos identificamos del todo.
Cito nada más para referir algunos de ellos, a los amantes de Verona de Shakespeare encarnados en los personajes de Romeo y Julieta, de igual forma aparecen en mi mente la historia de Margarita y Fausto de Goethe, el pasional y controvertido amorío descrito en el Amante de Lady Chatterly de D.H. Lawrence, Dante y Beatriz en la divina comedia de Alighieri, sin olvidar a la famosa Helena de Troya cuya belleza trastornó a Paris quien a sabiendas de su compromiso civil, se enamoró perdidamente de ella, desencadenando así una de las batallas más épicas jamás descritas
Como las antes dichas, hay muchas, pero muchas más referencias amorosas en la historia y la literatura, que han dado pie a las más inspiradas canciones, poemas, sacrificios y censuras, que bien vale la pena revisar para terminar de entender el alcance y poderío que tiene el más noble sentimiento humano que es el amor.
Son historias que versan magníficamente de las relaciones entre joven y joven, viejos y joven, nobleza y plebeyos, hombres y mujeres provenientes de familias y pueblos de rivalidad extrema, en fin, existe todo un abanico de posibilidades que han sido para la pluma excelsa de los literatos famosos, un gran manantial de inspiración y un gran deleite para la mente romántica de nosotros los lectores. Es una gran verdad, que a lo largo de la historia, en cada pueblo del mundo, se han gestado también leyendas en torno a los amores intensos, ejemplares, imposibles, condenados por la censura, exitosos, mismos que de boca en boca se van transmitiendo hasta llegar a convertirse en leyendas y tópicos obligado de charlas, e incluso, en un verdadero atractivo turístico de alguna comunidades que obligadamente tenemos que comunicar a los paseantes, como es el caso de la leyenda del callejón del beso en Guanajuato capital..
En los clásicos de la literatura, hay tal maestría en su descripción, que es raro quien se pueda sustraer a ser imaginariamente el protagónico de la novela, de eso no hay ninguna duda, pero en las historias de pueblo, me emociona y llama mucho la atención, como participan los paisanos para enriquecer dichos relatos o historias románticas, con su carga emocional, cultural y religiosa que le imprimen a ellas cuando asumen el papel de narradores. Haciendo en consecuencia, versiones varias del mismo tema y propósito. Sin el ánimo de hacer ningún juicio y sin pretensión alguna, yo quiero contarles que en mi pueblo, como en todos, también hay historias de amor dignas de ser contadas. Tal es el caso de dos amigos, Martha y Daniel, quienes empezaron a escribir ésta curiosa historia, habiendo tenido tan un solo encuentro en su juventud; la primera al cumplir sus quince años y el segundo al tener el honor de ser su Chambelán. En ese entonces, se dio en automático el chispazo que produce la candidez y la lozanía, aunado a la intensidad idílica de la primera vez, que generó en ambos que las tormentas hormonales que se desencadenan en las etapas de la pubertad y adolescencia, fueran los catalizadores de un gran sentimiento potencial.
Vale decir que posterior al festejo, aparte de bailar como es tradición, nada de interés ocurrió. Ya no se volvieron a ver ni a tener ningún otro tipo de contacto. Ambos se fueron con rumbo firme a encontrar su destino en ciudades diferentes. Solo un grato y perenne recuerdo aparecía en sus mentes de vez en cuando, mismo que hacía que apareciera una sonrisa velada en los labios de Daniel y cierto rubor inocente en las mejillas de Martha.
Pasado el tiempo, ambos contrajeron matrimonio con personas diferentes y vivieron en ciudades distintas, procrearon hijos, tres Daniel, cinco Martha y dejaron que la mano de Dios los llevara por el camino que Él tuviera a bien decidir para ellos.
Coincidentemente, ambos tuvieron que sufrir la gran pena de perder hijos. Este evento ensombreció sus vidas, pero su gran fe en el todopoderoso, les dio la fuerza para seguir en la lucha por la vida, no sin mostrar ciertos cambios, como es natural, en sus estados de ánimo y conductas.
Por razones varias, Daniel, con el paso inexorable del tiempo, terminó separándose de su esposa y empezó a aprender a vivir en soledad, únicamente interrumpida cuando se reunía con amigos para tomar café o desayunar, acción cotidiana que se convirtió en su salvavidas emocional. A Martha, también la visitó la odiosa soledad al quedar en la viudez, con la diferencia de contar siempre con el amor y apoyo de sus cinco hijos, mismos que a la sazón ya eran todos adultos, de vida independiente, pero siempre cariñosos y comprensivos con ella. Pasa mucho tiempo sin que nada pudiera tomarse como una señal inequívoca de que algo bueno fuera a ocurrir para acabar con la monotonía de ambas vidas.
Pero en cierta ocasión, en que Daniel tuvo que acudir a Banorte para efectuar un trámite bancario en la ciudad de Culiacán, la persona que lo atendió le comentó sólo por mera cortesía y amabilidad, a sabiendas de que él era oriundo de Guamúchil, que ella el fin de semana iría de paseo a su tierra a convivir con unas viejas amigas. Presto y curioso, Daniel le preguntó de manera cortés y respetuosa, como era su estilo, que quienes eran, porque podría darse el caso de que él pudiera conocer a alguna de ellas. Al darle concisa respuesta la funcionaria bancaria para hacerle la relatoría de los nombres del grupo de amigas con quienes tenía cita el siguiente sábado en su tierra natal, Daniel notó de volada que dentro del listado, aparecía el nombre y apellido de aquella quinceañera que el acompañó en calidad de chambelán en su baile conmemorativo, hacía ya más de 55 años. Posterior a este ejercicio nemotécnico tan grato, él le pidió de favor a su interlocutora, que si en su próximo viaje podría corroborar y precisar la información y que de ser verdad, que ella le preguntara si aún lo recordaba, para que en caso de ser afirmativa la respuesta, pedirle su autorización para poder llamarla por teléfono. No cabe duda que el amor siempre echa manos de cupidos, y se vale de cualesquier pretexto para enlazar destinos.
Prendido de una ilusión, pasó Daniel un fin de semana entre gustoso, anhelante y ansioso, razón por lo cual, sin pretexto alguno, el lunes siguiente a la entrevista con su cupido amiga, Daniel acudió a temprana hora a recibir razón de la encomienda encargada a ella, quien con la respuesta afirmativa que de parte de Martha le entregó, encendió de nuevo una chispa en sus ojos y aceleró el ritmo de su corazón. Además de la información que de viva voz le dio, le entregó también una hoja de papel con el número de celular escrito en ella, misma que Daniel dobló y colocó en la bolsa izquierda de su camisa, ahí, muy cerquita del corazón, tal vez presintiendo que ése era su lugar correcto. Salió Daniel de la institución bancaria sumamente emocionado, pues tenía la certeza de que ese pedazo de papel construiría un puente de oro con su pasado y grata juventud, y que bien le podría servir para darle una nueva razón y sentido a su vida.
Atesoraba ese pedazo de papel con el número de celular que traía en la camisa, cual si fuera el cachito con el que se sacó el premio gordo de la lotería nacional.
Cabe mencionar, que tanto Martha como Daniel estaban a la sazón hermanados, sin saberlo entre ellos, por la gran tragedia de haber perdido hijos y por una soledad que por mucho tiempo les infligía mucho dolor, además, ambos tenían un recuerdo romántico vago que les servía de apoyo y salvavidas, para transitar por su actual camino lleno de penas, tristezas y soledades. Bien dicen que los amores platónicos, y los no realizados, tienen una fuerza que ayuda en silencio a tolerar y sortear situaciones difíciles.
De inmediato comenzó Daniel a establecer comunicación telefónica. Al principio con prudencia y moderación, pero conforme se ahondaba la confianza, se avivaban los recuerdos y se intercambiaban información personal que los identificaba anímicamente, Daniel hizo acopio de valor y le pidió que le permitiera tener una entrevista personal con ella. Martha, haciendo una evaluación consciente de lo que eso significaba en el pensar de los familiares y amigos pertenecientes a una sociedad pre juiciosa, concluyó que bien merecía darse otra oportunidad para ser feliz, muy consciente de que la soledad a todos por igual les duele, pero que a las personas de mayor edad, seguramente que las mata.
En un conocido restaurante de mi pueblo se dio el reencuentro, en el cual como sucede con los grandes amigos y amores, iniciaron la charla y el intercambio de recuerdos como si no hubiera pasado el tiempo, casi podría decirse que iniciaron con un “en que nos quedamos ayer”.
Con esa confianza entre ambos, y con tanto en común, empezaron a externar tímidamente lo que los motivó a encontrarse, para después confesarse que nunca habían olvidado del todo aquel viejo amor platónico y que ambos tenían que evaluar sus situaciones actuales para enfrentar los juicios que implican la censura de los familiares y amigos comunes. Tal vez esto pueda parecer para muchos algo prematuro, pero en realidad así fue como sucedió. Bien dice el dicho de Jacinto Benavente, que el amor es ciego y con alas; ciego para no ver ningún obstáculo, pero con alas para salvarlos todos. Analizaron ambos los días siguientes al reencuentro, todas sus situaciones personales, los retos, los problemas familiares inherentes a esa nueva relación y concluyeron que el amor maduro es todavía más fuerte que cualesquier otro tipo de sentimiento o razón.
Nada rejuvenece tanto como el hecho de estar siempre enamorado. Nada, ni cremas, ejercicio, cirugías, spa, de veras que a nada, se le puede comparar al amor como el más efectivo tratamiento rejuvenecedor. Hoy por hoy, vemos por las calles a esta pareja en mención, con caras radiantes, rejuvenecidas, tomados de la mano recorriendo calles y lugares públicos haciendo alarde de su cariño y presumiendo su valentía por haberse decidido a enfrentar y superarlo todo, como dos adolescentes en cuerpos de adultos mayores, corrigiendo situaciones legales y enfrentando con gusto al mundo, conscientes de que amar a plenitud, requiere audacia y perder todos los temores. Viviendo intensamente cada día, conscientes de que el tiempo apremia. Cierto es que el amor aligera la mochila de los problemas, carencias, prejuicios, dolores y achaques que por muchos años cargamos en la espalda. Y cierto es también que entre dos que se quieren, entienden y comparten, todas las cargas son más leves.
Termino esta colaboración con unas frases alusivas a los diferentes tipos de amor y pasión, en aras de exhortar a los lectores a no hacer ningún tipo de juicio o alguna crítica severa sobre esta historia, no sin antes decirles que al margen de todas las cosas, ideas y creencias, siempre hay que enaltecer, reconocer y aplaudir al amor en cualquiera de sus manifestaciones.
Recordemos siempre que el amor es uno de los elementos esenciales para transitar seguros por la ruta de la felicidad.
Además, que no debemos olvidar que el amor, es el mejor estado de ánimo que hombres y mujeres pueden experimentar.
Más importante aún es saber, que sin duda alguna, la presencia del amor es fuente intensa de placer y felicidad, su ausencia en cambio, frustra vidas y produce un dolor permanente que amarga todas nuestras acciones.
Vivir para servir y amar, esa es, la clave de la felicidad.
* Médico, Escritor