TEODOSO NAVIDAD SALAZAR
El maestro debe enterarse de los problemas de los alumnos, platicando con sus padres.
“No hay mucho que decir pero, creo que algo debió pasar en estos cuarenta años”.- Y la risa espontánea aflora rompiendo con la formalidad con la que fui recibido en su oficina de la Sección 53 del SNTE, en la ciudad de Culiacán. Nuestro personaje es un hombre amable, de magnífico carácter. Su complexión es vigorosa. Su voz, vibrante. Apoya su charla moviendo continuamente sus manos; como si estuviera frente a los muchachos. Mira directo a los ojos de su interlocutor.
Por instantes dirige su mirada al ventanal; guarda silencio. Tal vez hurga en páginas escritas en su amplia trayectoria de servicio para responder a las preguntas. Siempre sonríe como si con ello, volviera a vivir momentos pasados; los de infancia lejana, con sus juegos despreocupados en los patios de la vetusta escuela Rigoberto Aguilar Pico de La Cruz, Elota, Sinaloa, lugar donde nació un 24 de diciembre de 1944. Esa antigua estación del ferrocarril, por donde pasó el tren verde olivo, con los restos del General Álvaro Obregón, asesinado en la ciudad de México, en 1928.
Víctor Manuel también recuerda con nostalgia las tardes en que para ayudar al sostén familiar salía a vender tamales, muéganos, pan y jamoncillos que su señora madre preparaba. Al recordar a la madre ausente, a la cual califica de “muy trabajadora”, el maestro Víctor Manuel, tiene un momento emotivo, que respetamos guardando silencio.
Sus padres fueron el profesor Domingo González Parra, originario del municipio de Mocorito y la señora Lidia Lara Lizárraga, nativa de la comunidad de Oso, sindicatura de Quilá, ambos ya desaparecidos. Sus hermanos son René (finado), Oscar, Jorge (finado), Rebeca, Guadalupe Alicia y Fabiola.
Al cumplir los 11 años mis padres me enviaron al internado de la Escuela Normal de Sinaloa (1956), donde me consiguieron una beca para realizar los estudios de secundaria y normal.
Nuestro entrevistado comenta…“en el Internado aprendí primero a defender mi integridad física y mis pocas pertenencias. Era muy difícil por que como en todas partes los más grandes abusaban de los más débiles. Aparte de los conocimientos en el aula, aprendí a lavar y planchar mi
ropa, a hacer comida. Aprendí a valorar la vida, creo que maduré más rápido. La disciplina fue determinante. Tuve magníficos maestros entre los que te puedo mencionar a Velina León de Medina, Alfredo Ibarra Jumilla, Agustina Achoy, Emilia Obeso López, Reinaldo González, Rodolfo Acedo, Rodolfo Clan Rea, Catalina y Luz López Meza, Paquita Núñez, entre otros; todos ellos con un trato casi paternal. Recuerdo que hacíamos buenos equipos de trabajo con mis compañeros de grupo Diego Molina, Benigno Zúñiga Jorge Domínguez, Eutilberto Rojas, Miguel Díaz, Luis Amado García, María Eugenia Achoy”.
Recordó el maestro, que su padre estaba al tanto de sus calificaciones, por medio de sus maestros, Cesar Franco y Velina León.
“Si tenía buena disciplina y calificaciones me daba un apoyo de cinco pesos cada sábado, mismos que yo recogía con el chofer del camión de La Cruz. Si bajaba en aprovechamiento mi padre no me enviaba dicho apoyo. Cuando eso sucedía, el chofer me decía -ahora no te mandaron nada-, y yo me regresaba de la terminal de los camiones muy triste. Ah!, pero eso sí, con la convicción de que tenía que ganarme esos cinco pesos a fuerza de ser buen estudiante”.
En 1963 después de perder un año debido a una enfermedad, González Lara egresó de la Escuela Normal de Sinaloa, recibiendo nombramiento de maestro de primaria de manos del director de Educación, Enrique Pérez Nance, con la indicación de fundar la escuela Velina León de Medina, misma que empezó a funcionar en las aulas del jardín de niños Anastasia Velásquez, viuda de Leyva.
“Para mí fue muy importante ese año. Salí con muchas ganas de trabajar, dispuesto a no defraudar la confianza depositada en mí. Abracé con tanta emoción mi papel que iba hasta la casa de los muchachos para ver por qué habían faltado a clases o por qué bajaban sus calificaciones, o simplemente para conocer a sus padres y enterarme sobre las condiciones en las que vivían mis alumnos. Yo deseaba poner en práctica los conocimientos aprendidos en el aula, sabía que lo más difícil se daría al estar frente al grupo. Por ello me empeñé en hacer un buen papel. La directora del plantel Concepción Villalobos de Montaño me dio la oportunidad de aprender. Yo conocía de estadísticas, documentos que la Secretaría solicitaba y me ofrecía con la maestra para hacerlos. Ahí laboré casi doce años, hasta que en 1974, siendo director de educación el profesor Antonio Zazueta Armenta, me llamó para ver si aceptaba impartir un curso de regularización en el nivel de secundaria a internos del Instituto Readaptación Social (la cárcel de Aguaruto), en las vacaciones de julio y agosto. Acepté, pero quedé como responsable de esa secundaria en el penal por diez años, hasta que, por políticas de la Secretaría de Gobernación el INEA se encargó de la educación de los internos”.
Al concluir esa responsabilidad la autoridad educativa lo comisionó para llevar a cabo tareas de investigación socioeconómica en las escuelas secundarias por cooperación, entre ellas la secundaria “STASE”, la “Obrero Campesina!, y al término de ese trabajo el profesor Cipriano Obezo Camargo a la sazón director de secundarias, lo nombró director de la escuela “Obrero Campesina” donde nuestro entrevistado realizó una labor de convencimiento entre padres y alumnos para que el plantel funcionara mejor. La población escolar se incrementó y se convirtió en una escuela de concentración de rancherías cercanas y colonias aledañas. Hoy esa secundaria es una magnífica institución educativa gracias a sus directores y personal docente.
Por instrucciones de la superioridad se le ubicó en la supervisión escolar del profesor Marcos Ulloa Manjarrez comisionado como auxiliar técnico.
Fue otra experiencia para nuestro personaje. Al lanzarse el concurso escalafonario participó y logró la titularidad de dicha comisión y se le envió al municipio de Rosario. En esa responsabilidad maestro González Lara tramitó su jubilación en el sistema estatal, continuando con sus horas en el sistema federal y desempeñando una comisión en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación Sección 53.
El maestro Víctor ha sido un hombre de servicio. Estudió la licenciatura de matemáticas en la Escuela Normal de Mazatlán. Ha ocupado la cartera de Secretario de Pensionados y Jubilados, Secretario y luego tesorero del Comité Técnico del FIGLOSNTE 53; administrador del salón de usos múltiples de pensionados y jubilados y auxiliar de esta misma cartera.
Ha recibido innumerables reconocimientos por parte de maestros, padres, y alumnos; las medallas al Mérito “Magisterial Rafael Ramírez” e “Ignacio Manuel Altamirano” por sus treinta y cuarenta años de servicio. Junto con otros maestros participó en la fundación de las escuelas SNTE, la CNOP y una secundaria de la UAS. A sus cuarenta años de servicio goza de una magnífica salud. Se observa en él deseos de vivir y de servir.
Casó con la profesora Guillermina Manríquez Jara a quien conoció en su época de estudiante, procreando a Víctor Manuel, Magda Guillermina, Fabián y Joel; todos ellos profesionistas.
Considera que los maestros que han cumplido deben dar paso a las nuevas generaciones de educadores en cuanto a su persona al término de su comisión sindical se retirará.
En cuanto a los problemas de aprovechamiento que enfrentan los muchachos, el maestro Víctor señala que… los padres de familia deben de atender más a los hijos. No deben olvidar que la educación se mama en el hogar. Si esto no lo trae el alumno, difícil es la tarea del maestro para instruirlos. Es en el hogar donde se deben inculcar valores y en la escuela donde se deben acrecentar. Los maestros y padres de familia deben buscar las causas de los problemas que aquejan a los muchachos y juntos encontrar solución. Yo les diría a los maestros que le metan ganas a su labor. Termina diciendo el distinguido maestro.
La Voz del Norte, extiende un reconocimiento a los maestros que como Víctor González Lara, dieron al servicio educativo más de cuatro décadas de su vida, contribuyendo con ello a la forja de muchas generaciones que hoy, son útiles a Sinaloa y a México.
La Promesa, Eldorado, Sinaloa. Sugerencias y comentarios a teodosonavidad@hotmail.com