SANTOS LÓPEZ LEYVA
Ya llegó Jaime
Durante mi estancia en primaria y secundaria en Mocorito, todas las vacaciones de diciembre las pasaba en el Terrero de los Pacheco, un pintoresco poblado ubicado en la Sierra de los Parra, allí vivía mi abuela cuyo nombre era Maximina Pacheco. En el transcurso de una de esas felices vacaciones, dijo mi abuela: -ya llegó Jaime al Terrero-, y le pregunté quién es Jaime, ella dice: esa enfermedad que se les olvida todo, ya le pegó a la Cleta y hasta se le olvidó que Gabino es su marido. ¡Ahh!, es el alzhéimer, pensé. Mi abuela decía que no quería que le diera esa enfermedad por todas las atrocidades que pudieran cometer con su cuerpo por la falta de memoria. Ella, en este aspecto, tuvo suerte, pues falleció a una edad de 94 años conservando una mente muy lúcida.
La enfermedad de Alzheimer
Este es un tipo de demencia que causa severos daños en lo que se llama “memoria corta”, o sea que los pacientes no recuerdan las cosas que hicieron en el pasado inmediato. Los síntomas avanzan lentamente hasta que interfieren en el quehacer de los individuos y los imposibilitan para realizar las tareas cotidianas. Comienza en las células cerebrales que realizan las funciones de aprendizaje.
El nombre de la enfermedad se debe al neurólogo alemán Alois Alzheimer quien dio a conocer sus síntomas en 1906, pero las investigaciones para encontrar medios para la cura se inician hasta finales del siglo XX. En este sentido la Alzheimer´s Association ha presentado avances en cuanto a la detección de los síntomas y en el cuidado de los pacientes, pero no así en la cura de la enfermedad. Esta institución ha difundido lo que denomina las diez señales fundamentales del padecimiento: 1) cambios en la memoria que dificultan la vida cotidiana; 2) dificultades para planificar y resolver problemas; 3) dificultades en el desempeño de tareas habituales en casa; 4) desorientación en el tiempo y lugar; 5) no comprensión de imágenes visuales y las relaciones entre objetos en el ambiente; 6) problemas con el uso de las palabra, tanto hablada como escrita; 7) colocación de objetos fuera de lugar; 8) disminución en el uso del buen juicio; 9) pérdida de iniciativa para tomar parte en el trabajo o reuniones sociales, y 10) cambios en el humor o personalidad.
Algunos de los síntomas son fáciles de detectar, pero otros como es el caso del buen juicio resulta difícil su detección porque algunos de nosotros no lo tenemos nunca; lo mismo pasa con la iniciativa para trabajar o la realización de tareas, pero también, a menudo, se tienen serias dificultades con el humor. Muy seguido presentamos estos síntomas y no tenemos la enfermedad.
La atención que se la ha brindado
Se han desarrollado algunos medicamentos para el control de la enfermedad, los cuales ayudan a menguar la manifestación de los síntomas mencionados, pero aún no existe la cura. Un gran avance que se puede observar es la concientización de la sociedad en torno a la existencia del padecimiento y la atención especializada y cuidadosa a pacientes. En los últimos años se han creado múltiples asociaciones encaminadas al estudio del padecimiento, pero las limitantes son la falta de sujetos voluntarios portadores del padecimiento a participar en las investigaciones, ya que en esta enfermedad no se puede experimentar con ratones u otras especies animales, y la carencia de recursos para la realización de estas investigaciones. Es una enfermedad que resulta muy onerosa para la humanidad por el número de vidas que cobra y los efectos que sobre la familia tienen los pacientes.
¿Qué hacemos en México?
Tradicionalmente, nuestro país ha dedicado muy pocos recursos a la investigación científica, en la actualidad se dedica cerca de 0.5% del Producto Nacional a esta actividad, lo que quiere decir que apenas cinco centavos de cada peso se dedican a la ciencia, lo cual resulta insignificante para atender los múltiples problemas de salud, del medio ambiente, de energías, etcétera, en este sentido, no se observa, en el corto plazo, un incremento de recursos para la ciencia; al contrario, se advierten manifestaciones de que puede haber recortes, ya que la nueva Administración Pública Federal revela desconfianza y desprecio hacia los científicos y hacia la ciencia.
La aportación y participación de México a los problemas de salud, en las condiciones actuales, es reducida, pues apenas 3247 investigadores en salud se contabilizaban en 2017, para una población de casi 130 millones de mexicanos, esta cantidad de investigadores es muy reducida, no llega ni a un investigador por cada 10 000 habitantes.
Pero lo principal es hacer conciencia en la población de las dimensiones sociales y económicas de esta enfermedad, tenemos que fortalecer y alentar las asociaciones que se han creado para la atención a los afectados con este padecimiento. También impulsar medidas para proteger la salud de los encargados de cuidar al enfermo, de tal forma que no sean quienes primero pierdan la partida contra la enfermedad.
Profesor de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California. Campus Tijuana