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AMADO NERVO, UNA FIGURA INDISPENSABLE EN LA POESÍA MEXICANA

Por sábado 31 de agosto de 2019 Sin Comentarios

ADALBERTO GARCÍA LÓPEZ

Amado Nervo

La obra de Amado Nervo es aún de una vigencia importante para la poesía mexicana. Junto a Jaime Sabines, principalmente, se ha convertido en el poeta popular de México, el hacedor de versos más compartido entre las gentes que pasean por las calles y las cantinas, las gentes que se reúnen a la mesa y recitan versos con la familia.

Su legado se ha visto inmerso en debates continuos, hay quienes han puesto distancia con su obra pues lo consideran un poeta excesivamente sentimental y transparente, trasnochado en la hora más oscura del romanticismo. Y existe también un sector que lo ha tratado de reivindicar como un poeta que iba a ser un precursor de lo que Paz denominaba la poesía moderna mexicana.

El mismo Octavio Paz participó en esa disputa, en ambos bandos. Primero con distancia, aunque después, al final de su vida, modificó su visión sobre el poeta nayarita y escribe: «Hoy no podría, por ejemplo, repetir algunas frases desdeñosas acerca de Gutiérrez Najera y Amado Nervo, que son, con Díaz Mirón y Othón, los fundadores de la poesía moderna mexicana.»

Para saber la dimensión de su obra bastaría hacer un breve repaso por los poemas que suenan a Amado Nervo de otros poetas mexicanos. Apunta Juan Domingo Argüelles que el alejandrino «ojos inusitados de sulfato de cobre», de Ramón López Velarde proviene de un verso de Amado Nervo: «unos ojos verdes, color de sulfato de cobre». También Muerte sin fin, de José Gorostiza presenta similitudes con La hermana agua, de Nervo, donde en ambos casos el agua toma la forma del vaso.

Mario Bojórquez en el prólogo de El tigre en la casa (Valparaíso México, 2014), explica cómo en la obra de Eduardo Lizalde resuena el eco de «Delicta Carnis», el poema 3 del apartado «Retrato hablado de la fiera» y «Bellísima», donde se concreta la imagen de la mutilación como un embellecimiento en la mujer amada. En el primer poema dice Lizalde: “El amor era una fiera lentísima: mordía con sus colmillos de azúcar/ y endulzaba el muñón al desprender el brazo”, en el segundo poema dice:

Si fuera usted un poco menos bella, si tuviera un defecto en algún sitio, un dedo mutilado y evidente, (…) Y desespera comprender que aun la mutilación la haría más bella como a ciertas estatuas.

En «Delicta Carnis», Amado Nervo, en lamentada oración pide salvación del amor carnal, pero en sueños la Venus de Milo lo acecha y lo persigue en una febril pesadilla:

Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo,
y en mis noches, pobladas de febriles quimeras,
me persigue la imagen de la Venus de Milo,
con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo
y las combas triunfales de sus amplias caderas.

Así conviven dos conceptos alejados para el sentido común: belleza y mutilación. Pero que en los magníficos versos de Amado Nervo y Eduardo Lizalde se encuentran para ofrecernos decantada poesía.

En la poesía sinaloense tenemos dos casos que me parecen notables. En el Romance del arroyo de los perros, de Eudomóndaro Higuera se hace pasar un afamado poema de Amado Nervo, «Cobardía», por uno del mismo Eudomóndaro Higuera en un hurto que es más bien un homenaje a la enorme influencia que aún ejercía Nervo hacia la poesía mexicana.

El otro caso corresponde a algo que abordé en el número pasado de este diario, comentaba que en la obra de Mario Bojórquez existe una resonancia con el poema «Renunciación», muestra de los orientalismos hacia los cuales se iba acercando Nervo. Sus libros Diván de Mouraria y El deseo postergado se ligan con el verso de Nervo: «El deseo es un vaso de infinita amargura,/ un pulpo de tentáculos insaciables», en Mario Bojórquez suena así: «y el deseo postergado, vivo fuego en las manos/ se escurrió como el agua». El deseo como un Tántalo que estira la mano por fruta o agua y sólo consigue hambre y sed.

Aún ahora, en este año que se celebran el centenario de la muerte del poeta nayarita y que este mes también se conmemora su nacimiento, me emociona el hecho de que le rindieran tributo a su cadáver en Uruguay, Brasil, República Dominicana, Cuba y, por supuesto, México. Soy de los que cree que su obra merece una revisión más profunda; hace justo 50 años, José Emilio Pacheco consideraba que vendría el tiempo donde se aquilataría con mayor justicia la obra de Nervo, cabe decirlo, ese tiempo aún no ha llegado.

En alguna ocasión Octavio Paz pedía que Lope de Vega tuviera su Dámaso Alonso como lo tuvo Luis de Góngora, es decir, alguien que ordenara y que ayudara a pensar su vasta obra. Tal vez Amado Nervo esté en la misma necesidad.

Amado Nervo y su hija

* Poeta sinaloense, traductor, editor

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