FRANCISCO PADILLA BELTRÁN
Sin lugar a dudas este ha sido uno de los aniversarios más significativos del general Emiliano Zapata; se conmemora la centuria transcurrida desde su
asesinato en Chinameca el 10 de abril de 1919, y éste 8 de agosto 140 años de su nacimiento.
El oficialismo, de todos los colores, al que tanto le fascina el uso político de su biografía se ha volcado en homenajes, la infinidad de organizaciones de masas siguen reivindicando las demandas del agrarismo, la justicia social y la ideología que sustentó el líder campesino que dirigió el Ejercito Libertador del Sur.
Para las artes, este gran mito también es una veta explotable en estas conmemoraciones. No es un azar, decía Octavio Paz, que Zapata, figura que posee la hermosa y plástica poesía de las imágenes populares, haya servido
de modelo una y otra vez a los pintores, a los novelistas y cineastas.
Para los amantes de Clío, (nacionales y extranjeros) a diferencia de otros héroes legendarios, la figura de Zapata es de las más fascinantes, realismo y mito se alían y se vuelven un reto para nuevas investigaciones. Tal vez aquí esté una de las claves de estas conmemoraciones; la búsqueda por la nueva historiografía de una nueva narrativa, una que la aleje del mito, de la retórica oficial, del maniqueo de su figura (La historia de bronce hecha por el Estado que lo asesinó), el uso político actual y una serie de prejuicios que no le hacen nada bien a esa vertiente revolucionaria.
Tal vez una manera de buscar la esencia del zapatismo histórico sea también desde la periferia, desde la provincia. En Sinaloa, no obstante la distancia con el epicentro zapatista, surgió un movimiento de masas en su nombre y de alguna manera influyó en la escena sociopolítica nacional. En este espacio, en el periodo de la revolución se expresaron las tres corrientes protagonistas del proceso: maderistas, zapatistas y constitucionalistas. El zapatismo, no obstante ser el movimiento más coherente ideológicamente, su presencia, en relación a los otros fue efímero.
De todos es sabido que siendo ya Presidente de México Francisco I. Madero comenzaron las desavenencias políticas con él. Emiliano Zapata fue el primero. Enrique Krauze cuenta en la biografía de éste, como en la reunión con el presidente se encontró con una gran cantidad de aduladores, muchos de ellos ex porfiristas, y salió de ahí “con un mal sabor de Boca”, más tarde cuando Madero visita Morelos, su amistad con los hacendados enemigos de Zapata fue agrietando la relación.
Pero lo que realmente fragmentó irreconciliablemente la relación fue la negativa de Madero a aceptar las demandas enarboladas por Zapata: La restitución de las tierras expropiadas, el establecimiento de una administración gubernamental en Morelos, y la retirada de las tropas federales.
En el estado de Sinaloa, ¿cuáles fueron las causas por los que algunos grupos revolucionarios rompieron con el maderismo y se asumieron como zapatistas?
Por cuestión de espacio trataremos de resumir este proceso. Algunos estudiosos del fenómeno zapatista creen que éste surgió como un acto de lealtad de grupos maderistas hacia el general Juan M. Banderas. A este se le acusaba de rebelión e intriga contra el gobernador electo José Rentería y por el fusilamiento del coronel federal Luis G. Morelos durante la toma de Culiacán en 1911.
Realmente era una acusación hecha en el marco de un nuevo escenario; la lucha por el poder entre maderistas y la élite porfirista que aún tenía sus cotos de poder. El inculpado fue a la ciudad de México a entrevistarse con Madero para convencerlo de su inocencia y ahí fue apresado. Se inició un juicio que duró tres años, en Sinaloa su grupo se sintió traicionado por el maderismo.
Juan M Banderas, estando en la cárcel se relacionó con algunos zapatistas presos y a través de ellos con Zapata, desde ahí le escribe a Zapata y le declara la adhesión a su causa y al Plan de Ayala. El fantasma del zapatismo comenzó a recorrer el estado, la mayoría de las veces eran tomas momentáneas de pueblos y ciudades para imponer préstamos forzosos, y se retiraban por estar en desventaja ante las fuerzas militares compuestas por los rurales del viejo régimen y maderistas.
La ciudad de Culiacán fue la que mayormente resintió su presencia, 13 días duraron en ella. Sin embargo no lograron consolidar su poder, terminaron dividiéndose, el saqueo y el pillaje también los dividió; Pilar Quintero, uno de los principales dirigentes fue fusilado, luego vinieron otras rencillas que no han sido aclaradas, cuando salen de la ciudad van divididos y hacia su derrota; algunos fueron fusilados, otros se acogieron al indulto y los más se acogieron a la amnistía del régimen.
Sirva pues esta sucinta narración para honrar la memoria del que fue símbolo del agrarismo; de la lucha por la tierra, la justicia y la libertad, asignaturas pendientes, por eso la consigna desafiante que cada vez resuena con mayor fuerza: “Zapata vive, vive, la lucha sigue, sigue”.
*Presidente de la Crónica de Sinaloa y cronista oficial
de la ciudad de Culiacán, Sinaloa