CARLOS LAVÍN FIGUEROA
De pequeño asistía con la familia a las misas de los domingos en La Catedral, ahora de vez en vez; y antes como hoy, eran las mismas caras, unos van más por tradición que por convicción, otros para socializar, para encontrarse “casualmente”, unos de buenas costumbres, otros de no tan buenas que acuden para tranquilizar sus conciencias y hacerse ver como buenos creyentes. Aquellos, eran tiempos apacibles, tiempos en que los oriundos nos saludábamos en las iglesias, hoy -si es que se encuentran- lo hacen de prisa en los centros comerciales, y si son viejas amistades hasta intercambian algunos comentarios, los templos y los tiempos, van cambiando.
En esa época la iglesia era todavía relevante, la vida giraba en torno a la fe, las festividades religiosas eran parte del ajetreo local. Hoy, poco o nada de eso está presente, la iglesia enfrenta una profunda crisis, la forma de trasmitir la religión ya no funciona para la generación milenial, apegada a la tecnología digital que todo le resuelve. La última generación de creyentes se está esfumando, y las iglesias se van abandonando.
Recién estuve en Cusco, y me llamó la atención que, en plena Plaza de Armas, la gran Iglesia de la Compañía de Jesús, hoy funciona como museo de esa congregación, y la contigua Iglesia de Loreto en tienda de artesanías, como otras más, cuando en los inicios de la era cristiana -sin echar culpas- corrían a los comerciantes a latigazos. Aquí en Cuernavaca, bien pudo habilitarse la poco usada Iglesia de Guadalupe como Museo de Arte Sacro, en lugar del edificio que con un gasto millonario se construyó escondido entre los antiguos muros de La Catedral.
Una buena parte de las iglesias alrededor del mundo, sobre todo católicas, se van reconvirtiendo en centros comerciales, restaurantes, bares, gimnasios, hoteles, viviendas, salas de espectáculos, pero también en galerías, bibliotecas y aulas universitarias, incluso en mezquitas, y hasta antros en la misma Roma.
La religión católica requiere de ya, de una renovación, como aquella del “Concilio Vaticano II” que, para darle un nuevo impulso, promovió el entonces obispo de Cuernavaca Don Sergio Méndez Arceo en los años cincuenta del pasado siglo, que abrió las opciones de dar la misa de frente a los feligreses y no de espaldas; en el idioma del pueblo y no en latín que nadie entendía; con música típica de cada lugar; en Cuernavaca se empezó a dar en español y con música de mariachi-mariachi -no dos guitarras destempladas y una corneta desairada- que hasta era un atractivo turístico lo mismo que el respetado obispo; sin separar, como entonces, a mujeres del lado derecho de la iglesia con sus hijos menores y los hombres del lado izquierdo; sin la obligación de las mujeres de cubrirse la cabeza y los hombres de quitarse el sombrero; y con la opción de retirar los altares y santos que se fueron colocando a través de siglos; fue todo un escándalo, pero temporal. Aunque en algunas regiones del planeta se siguen conservando los viejos usos, las iglesias se van abandonando.
Los todavía fieles, entienden, que, con ir a misa, los domingos, o solo en navidades; repartir limosnas, rezos, salmos, cánticos, alabanzas, brincos y golpes de pecho serán perdonados, más tardan en salir del templo, que en ser otra vez infieles. Un buen porcentaje va solo en busca del perdón, de la misma manera que los enfermos asisten a un hospital para sanarse. De nada “vale” ir a misa, cuando no se respetan ni los mandamientos. La asistencia a las iglesias, es cada vez menor, y ese sector, tampoco tiene relación con lo actuado, pensado y hablado el resto de la semana.
La cosmovisión es la forma en la que vemos e interpretamos el mundo que nos rodea, estemos o no conscientes de ello, y así, vivimos influenciados por una cultura que ignora la religión, como también parece normal cometer delitos sin que cause asombro.
-Una, es la cosmovisión judeo-católica-cristiana, que considera que el universo creado está bajo el dominio de un Dios que está en todo lugar, por tanto, nada escapa a su mirada y a su juicio moral. En tal sentido, toda actividad humana, en cualquier terreno, está relacionada con Dios, es un acto apegado a la fe… en teoría.
-En cambio, la cosmovisión grecorromana, separa lo sagrado de lo profano, los dioses están únicamente a los templos, y fuera de ellos, la gente actúa bajo sus propias reglas, sin rendirle cuentas a ni su religión ni a su conciencia, le estorban para conseguir sus fines mundanos, adoran y ofrendan hasta con sacrificios esperando recibir algo a cambio, de manera semejante fueron las culturas prehispánicas.
-Entre ambas, se ha producido un sincretismo, resultando que el creyente monoteísta, acepta ya, como el politeísta, que solo el templo es el lugar de Dios, y fuera de él, está en un terreno profano. De manera tal, que son ateos de lunes a sábado y creyentes solo una hora del domingo; si acaso.
Un estudio, hecho a 70 mil personas durante 16 años, indica que asistir a misa; sana, física y mentalmente, previene el estrés, la ansiedad, y por ello enfermedades como el cáncer, y del corazón entre otras. Pero los templos se van abandonando.
P.D. Hasta la próxima
Historiador y Cornista de Cuernavaca