FÉLIX BRITO RODRÍGUEZ
El rescate de la memoria histórica, vinculada a la asistencia social dispensada a lo largo de los siglos en la ciudad de Culiacán, comporta el recorrido en el devenir de una institución hospitalaria que desde su inicio proporcionó y continua brindando respuesta a los requerimientos asistenciales de esta ciudad, logrando siempre el reconocimiento de la sociedad de Culiacán.
A mediaos del siglo XIX existían en la ciudad algunas casas de asilamiento y enfermerías particulares, más no un hospital. La edificación del hospital del Carmen, situado extramuros de la ciudad, cercano al panteón San Juan Nepomuceno, dio inicio entre los años de 1879 y 1880.
Eventos como epidemias y guerras que padecieron los habitantes de Culiacán durante la primera mitad del siglo XIX, incidieron necesariamente en la definitiva configuración de un hospital; trastocándose así al hospital del Carmen en la primera institución hospitalaria de Culiacán. Desde sus inicios el hospital se fundamentó en su quehacer asistencial y ejercicio de la caridad, acogiendo al necesitado y brindando terapia al enfermo. De tal forma que, desde su instalación y durante varios años (por lo menos hasta la década de 1930 en que se estableció el hospital civil), el hospital del Carmen protagonizó en solitario la asistencia social de las familias culichis.
El incremento poblacional y las crecientes enfermedades aunadas a la presencia de brotes epidemiológicos, tornó imposible que Culiacán permaneciera en la lógica de continuar con improvisadas, inapropiadas además de insuficientes casas de acogida; usadas como reemplazo debido a la inexistencia de hospitales. La ayuda a las enfermedades que padecían individuos sin solvencia económica y los rápidos avances de las epidemias reclamaron un compartimiento más adecuado a las necesidades de salud que precisaba la población de Culiacán.
Fue así como la construcción de un hospital fue impulsado en el seno de la Iglesia, por el mismo señor Obispo de Sinaloa, José de Jesús María Uriarte Pérez; quien mediante el aporte de su propia fortuna y nutridas subvenciones de pudientes individuos y piadosas cofradías o hermandades se formuló edificar un hospital, como instrumento para mantener la fe y beneficencia católica al dispensar la caridad sobre los necesitados; brindándoles asistencia y cuidados médicos; al dar de comer al hambriento y asistir al enfermo indigente; unió así el obispo Uriarte en su esfuerzo por brindar protección y acogimiento para los desvalidos, al noble y al plebeyo.
Además de las aportaciones propias y brindadas por la feligresía, la construcción del hospital recibió el apoyo de las autoridades municipales y del estado, quienes representados por la legislatura del estado exoneraron en 1881, del pago de derechos de bultos a toda clase de hierro que fuera utilizado en la edificación. En ese mismo año el ayuntamiento vendió un solar situado al costado sur del obispado en la cantidad de 480 pesos, mismos que fueron entregados al obispo José de Jesús María Uriarte para ser destinado a la construcción del hospital.
Las donaciones que se realizaron fueron de toda índole e iban desde los donativos en metálico y/o en especie; como los 6 catres y sus respectivas almohadas que Manuela Fernández de Domínguez realizara al hospital en 1884.
Fueron varios años los que conllevó la construcción del hospital, lo anterior debido a la cantidad de recursos económicos que implicaba tan monumental edificio. Sin embargo y a pesar de ello, se sabe que el Obispo Uriarte llegó a rechazar una aportación para el hospital por la considerable suma de 600 pesos; debido a que dicho dinero correspondía a lo recabado en las mesas de juegos de azar que se recolectaron en una feria en Culiacán en 1885.
¿Quién fue José de Jesús María Uriarte Pérez? Nació en el distrito de Badiraguato en 1824. Hijo de Domingo Uriarte y Margarita Pérez, cursó durante 9 años consecutivos el seminario conciliar de Sonora y el 22 de septiembre de 1850, recibió la consagración del sacerdocio de manos del obispo Lázaro de la Garza; desempeñándose posteriormente como catedrático de gramática en el mismo seminario donde cursó sus estudios, además de desempeñarse como administrador del fondo de pobres.
El obispo Loza le confirió el cargo de rector del seminario, un 3 de noviembre de 1853, fue mayordomo y catedrático de teología moral; gobernador de la mitra en diferentes épocas. Fue nombrado vicario capitular de la Diócesis por el mismo Sr. Loza. Debido a que este último fue designado por el papa a la silla arzobispal de Guadalajara el 21 de noviembre de 1868 y estando la sede del obispado de Sonora y Sinaloa vacante, Uriarte fue propuesto en 1869 para suceder al mismo sr. Loza. Fue así que a los 44 años de edad, Uriarte fue preconizado obispo en el consistorio un 25 de junio de 1868 y consagrado finalmente en Durango por el Ilmo. Sr. Salinas en 1870.
Ejerció durante 19 años la dirección del obispado y un 26 de mayo de 1887, falleció a causa de una apoplejía en la ciudad de Culiacán; el comercio local en señal de duelo cerró sus establecimientos y en la ciudad se realizaron demostraciones de afligidos sentimientos por su fallecimiento. Su cadáver fue embalsamado por los médicos Ignacio Praslow y Ruperto L. Paliza y expuesto por 5 días en suntuoso funeral, hasta el 31 de mayo en que se le sepultó.
Al fallecer dejó sin concluir dos obras que al día de hoy evocan su memoria: la catedral de nuestra señora del Rosario y el hospital del Carmen.
Bajo la administración de Ignacio Praslow, un médico cirujano de origen alemán, el hospital abrió sus puertas el 16 de julio de 1887. Una sobria edificación de una sola planta de estilo neoclásico, con amplios ventanales y un patio interior central, ambos, ventanales y patio central, funcionaban como fuentes de iluminación y de una adecuada ventilación que posibilitaba la renovación del aire puro hacia el interior de dos pabellones laterales, donde se localizaban los enfermos según su dolencia y sexo en el interior de habitaciones dispuestas en batería. En el centro del patio y de forma panóptica se edificó una pequeña capilla en donde las personas podían elevar sus plegarias solicitando la recuperación de la salud de su familiar y donde reposaron inicialmente los restos del obispo Uriarte.
La institución de salud adquirió un carácter filantrópico seglar, la mayor parte de sus pacientes eran personas pobres, por lo que la mesa directiva de la administración del hospital costeaba su sostenimiento mediante fondos particulares para poder brindar sus servicios al público en general. Fue así como el hospital se sostuvo por mucho tiempo mediante acciones filantrópicas en las que con relativa frecuencia, individuos organizados ofrecían funciones benéficas en el teatro, domicilios particulares y plazas de la ciudad para auxiliarse de fondos destinados al sostenimiento del hospital. Sin embargo y aunque de forma irregular (no constante), algunas autoridades municipales y estatales proporcionaban ciertas partidas para subvencionar a la institución.
De forma extraordinaria el hospital recibía donaciones, como la que en 1894 realizó en Sevilla el comerciante José Carrascosa, quien antes de fallecer testó a favor del hospital la cantidad de 10 mil pesos plata cuño mexicano. Carrascosa fue un súbdito español que vivió bastante tiempo en Culiacán y logró amasar una cuantiosa fortuna, retirándose a vivir los últimos años de su vida a Sevilla.
El servicio de enfermería fue atendido por féminas pertenecientes a las principales familias de la localidad y por distintas órdenes de religiosas como fueron la de las hermanas Josefinas, posteriormente las adoratrices perpetuas y las siervas de la santísima Trinidad y de los pobres, quienes arribaron en 1936 para atender a los pacientes y asilados del hospital y perduraron en esa labor por 76 años, cuando finalmente se retiran del hospital en el año de 2012.
El hospital del Carmen adquirió en algún momento de su existencia el carácter de hospital psiquiátrico o en su caso asilo de pacientes con esquizofrenia. A él eran envidos de todo el estado pacientes con trastornos mentales. En 1970 la prensa registró el ingreso de un pescador originario de Aguaverde, Rosario, quien días atrás había realizado el rescate de tres cuerpos que yacían inertes en las marismas de Aguaverde y que correspondían a tres pequeños hermanos que perecieron ahogados cuando se bañaban en dichas marismas. El pescador sacó uno a uno los cuerpos sin vida y los cargó sobre sus espaldas hasta el domicilio de los dolientes padres; tal parece que esta brutal impresión ocasionó en él una crisis nerviosa, que se evidenció con gritos, risas y llanto, llamando por sus nombres a los niños que perecieron. La sociedad cooperativa de producción pesquera del Aguaverde, de la que era integrante, ofreció internarlo pagando todos los gastos que la atención originara en el hospital del Carmen.
Guadalupe Leyva, mejor conocida como “la novia de Culiacán”, originaria del poblado de Higueras de Zaragoza, Ahome, fue otra de las pacientes con trastornos que vivieron por un tiempo en el Hospital del Carmen.
El hospital llegó a alojar de igual forma alguno que otro paciente de renombre o fama, como fue el caso de fray José de Guadalupe, quien fue mundialmente famoso como José Mojica, cantante de ópera y actor de cine y quien en febrero de 1971 se encontraba en la ciudad de Culiacán realizando veladas artísticas con el objeto de reunir fondos para la construcción de una iglesia y escuela en Perú, país donde ejercía como sacerdote desde que se alejó de los escenarios. Fue intervenido quirúrgicamente de su pierna derecha por complicaciones a consecuencia de diabetes en el hospital, logrando recuperarse y continuar con su trabajo.
* Profesor de la Facultad de Historia UAS