ADRIANA SANDOVAL
El pasado 6 de julio se recordó el nacimiento de dos nombres clave del Arte Mexicano: Frida Kahlo (1907-1954) y Juan O´Gorman (1905-1982). Dos personajes que se encuentran entre los más relevantes de la plástica mexicana del siglo XX si se piensa en obras como el Autorretrato múltiple, de Juan O´Gorman y Las dos Fridas, de Frida Kahlo.
La importancia de ambas obras en la historia del arte nacional atiende, entre otras cosas, a una impecable técnica compositiva, en el caso del Autorretrato múltiple, así como a una compleja narrativa en lo que a Las dos Fridas respecta. Varias decenas de estudios alrededor de Kahlo y O´Gorman confirman la importancia de su quehacer en la plástica nacional y su participación en la colección del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México confirman su valor patrimonial.
Sin embargo, más allá de las coincidencias biográficas y dejando momentaneamente de lado sus aportaciones en la historia del arte mexicano, Frida Kahlo y Juan O´Gorman compartieron una historia mucho más profunda, una historia que se construyó a lo largo de los años y que concluyó con la muerte de la pintora un trece de julio de 1954.
Juan O´Gorman el también gran arquitecto mexicano, narró en sus memorias dictadas a Antonio Luna Arroyo haber conocido a Frida Kahlo durante sus años de estudiante de preparatoria. El sitio donde sitúa su encuentro es en el actual Museo de San Ildefonso, antes Escuela Nacional Preparatoria, cuando la joven Frida organizaba un grupo de alumnos que se manifestaban a favor de mejoras para los estudiantes y a los que se les conocía como los “cachuchas”. O´Gorman recuerda a Frida como una estudiente a quien “bastábale leer solamente una vez los textos” así como una chica “vivaz, inteligentísima, llena de alegría”.
Otra figura que marcó cercanía entre O´Gorman y Kahlo, fue el propio Diego Rivera, a quien O´Gorman conoció cuando ejecutaba los murales del Anfiteatro Simón Bolivar, de la Escuela Nacional Preparatoria, de quien se hizo su pupilo y a quien, al contraer matrimonio con Frida Kahlo, construyó su casa-estudio en Altavista, Ciudad de México, en 1931.
Juan O´Gorman considerado por críticos de arte como Justino Fernández como uno de los muralistas más importantes, luego de los tres grandes, no sólo reconoció el talento de Frida Kahlo, muchos años antes de ser considerada una gran artista, sino que reconocíó en ella una opinión crítica de su obra digna de ser escuchada e, incluso, llegó a referir a Kahlo como una influencia directa en su pintura.
Frida, Diego y Juan, fueron amigos por largos años, O´Gorman narra en sus memorias que se reunían como amigos por lo menos una vez a la semana mientras que la historia del arte mexicano cita varias colaboraciones entre Rivera y O´Gorman que derivaron en frutos importantes para la plástica y la arquitectura nacional, tal es el caso del Museo Anahuacalli de Ciudad de México y el estudio para Frida Kahlo en su Casa Azul de Coyoacán.
De manera extra oficial se dice que O´Gorman estuvo enamorado de Frida Kahlo y que su enamoramiento comenzó desde aquellos años en la Escuela Nacional Preparatoria. Fue en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en 1938, que O´Gorman dedicó su primera obra pública importante a Frida Kahlo y a él también correspondieron las adecuaciones de la Casa Azul para pasar de ser casa-habitación a museo abierto al público. El visitante de Casa Azul podrá observar en la entrada al recinto un petro-mural en el que se lee “Museo Frida Kahlo” obra-testimonio de Juan O´Gorman que recuerda una larga y profunda amistad que supera por mucho su sola existencia como artistas relevantes de la plástica mexicana.
*Maestra en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana, gestora y curadora, especialista en la obra de Juan O´Gorman.
