GILBERTO J. LÓPEZ ALANÍS
I mpresionado, después de haber visto el cuerpo inerte de la diva, quizás apesadumbrado al expedir el acta del fallecimiento de Ángela Peralta Castera, el Alcalde Primero Constitucional de Mazatlán, en pocas palabras Presidente Municipal, don Cecilio Ocon, en funciones de Juez del Estado Civil, le agregó al documento, el texto que encabeza este artículo. Sabía este funcionario, que estaba ante un hecho trascendente, así que nos dejó pasar la oportunidad de mostrar a la posteridad a quien estaba registrando. Pudo escribir otro texto como por ejemplo “Máxima interprete de opera mexicana” o como se le conocía popularmente “El ruiseñor mexicano”, pero no, quiso mantener el aire cosmopolita del puerto y su nombre en los anales de la opera.
El agregado fue justo, aunque inusual; Ángela Peralta llegó a Mazatlán con esa aureola, sus triunfos en Europa aún se comentaban en los círculos del espectáculo operístico y su presentación se esperaba con expectación. También en aquellos escenarios del viejo mundo se le conoció como “Angelica di voce e di nome”; los soberanos del segundo imperio Carlota y Maximiliano, la oficializaron como “Cantarina de cámara del imperio”.
El caso es que la Peralta falleció de fiebre amarilla en el cuarto N° 10 del Hotel Iturbide de Mazatlán a las 10:15 hrs de la mañana, del 30 de agosto de 1883 y sus datos quedaron registrados en el libro 75, acta N| 666 de 1883.
Se asentó además que la occisa fue originaria de la Capital de la República, con 38 años de edad, casada en segundas nupcias en artículo mortis, hija de Manuel Peralta y Josefa Castera, el primero residente en Madrid España y la segunda ya fallecida; la inhumación se efectuó en el panteón N° 2, del puerto, según autorización mencionada en el documento de defunción. Como testigos firmaron músicos de la orquesta que acompañaron a la diva.
*Director del Archivo Historico del Estado de Sinaloa