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EL ÁNGEL QUE CAYÓ DEL TECHO 2DA. PARTE

By domingo 30 de junio de 2019 No Comments

SALVADOR ECHEAGARAY PICOS

“El momento cumbre…”

Al punto de nuestra desesperación, la mujer, por fin, empezó a quitarse el vestido floreado con vivos rojos, hasta quedar en refajo de ligerísimo tejido que dejaba transparentar su escultórico cuerpo. Pausadamente, se desprendió del sostén que aprisionaba sus pequeños, pero turgentes pechos de hembra joven. Al quedar recostada sobre los blanquísimos almohadones, flexionó sus largas y torneadas piernas y entonces, se liberó de su ajustada y diminuta prenda interior, de pálido rosa frutal. Aquel espectáculo que disfrutábamos a menos de tres metros de distancia; el ver que la Flerida de nuestros sueños eróticos, se desnudaba ante nuestros ojos y de que aún faltaba «aquellos», que esperábamos nos fuera revelado por completo al rato, nos mantenía emocionados al máximo. Luego hizo su aparición el marido, quien sintiéndose orondo y dueño del escenario, subió al catre en calzones, “mata pasiones”. Se colocó a un lado del monumento que le esperaba y con la ecuanimidad que no iba para nada con el ambiente, menos con el “cuero” de su mujer, empezó a subirle el refajo con la intención de acariciar su oculto y desconocido, para nosotros, “Monte de Venus”.

Con la desesperación de quienes anhelábamos descubrir los secretos que el acto sexual ocultaba, esperábamos que el “suertudo” al fin, le hiciera el amor a la preciosa mujer. A causa de la ansiedad acumulada de los que, en la azotea, espiábamos, dándonos un insólito “banquete” con las desnudeces de la Flerida, nos habíamos olvidado, por completo del “Güerito” que esperaba su turno. El inocente compañerito, no paraba de jalarnos los pantalones y pies, reclamando su derecho de ser también, parte del banquete. Pero quien le iba hacer caso, cuando acechábamos y “teníamos en la mira”, al objeto de nuestros deseos, ahí, sobre la cama, “bichi”, en vivo y a todo color y, menos aún, sí estábamos en espera del evento cumbre de un momento a otro; el apetecido acto carnal, lo que, desde luego, justificaba, que nos mantuviéramos pegados como viles lapas, a nuestros lugares de observación. Sintiéndose marginado y comprendiendo que en ese asunto tendría que rascarse con sus propias uñas, el “Güerito”, como pudo, trepó por un resquicio que encontró en lo más alto del entramado de vigas y tablas del techo, hasta que observó, ¡al fin!, las bellísimas desnudeces de la Flerida, ahí abajo, sobre el lecho, exhibiendo sus espléndidas formas, apenas imaginadas en sus noches sudorosas.., y que estaban ahí, casi al alcance de sus manos, que por cierto, empezó a ocuparlas en lo que hacían los demás.

El “Güerito”, en posición incómoda, debido a unos clavos que lastimaba su pecho y tratando de obtener una mejor ubicación para presenciar, ávidamente, desde diversos ángulos, las curvas y redondeces de aquella visión, que, por cierto, sólo esperaba la iniciativa del “Balta”, para entregarse en la satisfacción del deseo; sometida a las caricias del esposo, mantenía sus imponentes piernas separadas, esperando, esperando… El momento anhelado se presentó cuando el hombre, cambiando de posición, se colocó entre las piernas de su mujer, que, reaccionando daba grititos de placer.

Sin imaginarse la invasión a su sagrada privacidad… en los extremos de la excitación y deseando la penetración que agotaría sus ansias, percibiendo al fin los placeres de la danza sexual que enlazada al esposo ejecutaba, visualizando quizás la atlética figura del marido ausente o la promesa del guapo enamorado que en el barrio la asediaba, sentíase húmeda, transportada… anticipando los placeres que la cópula prometía, cuando rayando en lo insólito, vimos que el infortunado “Guerito”, pegando alaridos de terror, se desprendió de la techumbre y fue a caer en el “lomo” de don “Balta”, que al sentir el absurdo y doloroso impacto, soltó furiosas voces, zafándose bruscamente del cuerpo del niño, que instintivamente, aterrado, se aferró al cuello de la bella, llorando desesperadamente. Imaginemos el estado emocional que afectaba en esos momentos a la mujer de nuestros sueños, debido al desquiciado embrollo que enfrentaba de súbito. Ella solo deseaba entregarse a su marido como lo hacía casi a diario: adicta al sexo, lo gozaba, lo necesitaba., ciertamente no creía tener el carácter para llegar a ofrecerse públicamente, aunque admitía ser de temperamento caliente…!

En esa ocasión a punto de gozar de las mieles del placer que le exigía su condición “cachonda”, ocurrió que el zopenco del “Güerito”, después de rebotar en la espalda del enfurecido marido, quedó fuertemente unido a ella, situado entre sus tibios senos y el esbelto cuello; y quien, desubicada en cuanto al tiempo y la realidad, al contemplar la blanquísima piel y el largo pelo rizado del niño de sonrosada carita, que sollozaba y sostenía delicadamente entre sus brazos, en arrebatado éxtasis delirante gritó: ¡ Dios mio!… Un Ángel ha caído del techo. Un Ángel, ¡Dios mio!! Gracias.

* Autor y Notario

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