JOSÉ CARLOS IBARRA
—“uno de los hechos más grades, si no El más grande, en la historia del pensamiento humano”. Sir JOSEPH THOMSON Presidente de la Royal Society de Gran Bretaña, (al referirse a la “Teoría de la Relatividad”).
Como es sabido, Einstein alcanzó celebridad mundial, por sus revolucionarias aportaciones en el campo de la física, ante todo “La Teoría de la Relatividad”, que marcó un antes y un después en la concepción del Universo, pero también la grandeza de aquel genio de costumbres sencillas, que inspiraba afecto, admiración y respeto.
En 1921 recibió el Premio Nobel de Física, y el importe de 40,000 dólares, se lo envió a su primera esposa Mileva Maritsch, para la educación de sus hijos Albert y Edward. Ese mismo año, visitó por primera vez Estados Unidos, fue aclamado en su recorrido por las calles, recibido por el presidente Warren Harding, en La Casa Blanca, impartió conferencias en círculos científicos y a estudiantes, abrumado y agradecido por tantas atenciones.
En 1933 se instaló en forma definitiva en el país del norte, fue nombrado Director del Instituto de Estudios Superiores, de Princeton, Nueva Jersey, lugar donde residió durante 22 años, y como la institución educativa quedaba cerca de su casa, iba y venía a pie solo, por lo que su figura era familiar a los vecinos y estudiantes, que lo saludaban amablemente y con reverencia.
Ante la tensa situación que se vivía en Europa, por el arribo de Hitler al poder y la amenaza que representaba, el 2 de agosto de 1939, dirigió una carta al presidente Franklin D. Roosevelt, en la que le decía, que tenía información de que en laboratorios de Alemania, se estaba trabajando utilizando elemento uranio, y agregaba: “elelemento uranio puede convertirse en una nueva e importante fuente de energía enel futuro inmediato e iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, y la construcción de bombas extremadamente poderosas, por lo que urgía un plan de acción”. El texto completo de la carta comprendía dos cuartillas, de manera que me he concretado a los argumentos de peso, desde el punto de vista científico. Roosevelt, asesorado por un equipo de físicos y altos mandos militares, ordenó poner en marcha el “Proyecto Manhattan”, y en diciembre de 1942, Estados Unidos ya contaba con la bombaatómica. Einstein no participó directamente en el Proyecto, pero fue consultado en el proceso de los trabajos con el resultado mencionado.
El 17 de noviembre de 1952, Einstein recibió un comunicado de David Ben Gurion, proponiéndole la Presidencia de Israel, pues aunque había nacido en Ulm, Alemania, era hijo de padres judíos, y él siempre se sintió identificado con el pueblo israelita, pero no aceptó tan alta responsabilidad, lo cual expresó de manera cortés siguiente:“Me siento profundamente conmovido por la oferta de nuestro Estado de Israel y al mismo tiempo triste y avergonzado por no poder aceptarlo. Toda mi vida he tratado con asuntos objetivos. Por tanto, carezco tanto de aptitud natural como de experiencia para tratar propiamente con personas y desempeñar funciones oficiales. Me siento todavía más apesadumbrado en estas circunstancias porque, desde que fui completamente consciente de nuestra precaria situación entre las naciones del mundo, mi relación con el pueblo judío se ha convertido en mi lazo humano más fuerte”.
En 1948 debido a fuertes dolores fue hospitalizado, el diagnóstico: “hemorragia interna por la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal”, la cual fue reforzada mediante cirugía, gracias a lo cual pudo continuar su vida normal, así como sus trabajos de investigación que nunca abandonó. A los siete años o sea el 16 de abril de 1955, se manifestó el mismo serio problema de salud, hospitalizado de nuevo, el médico especialista tratante le comunicó, que la única opción era la cirugía, Einstein no aceptó y le dijo:
“QUIERO IRME CUANDO QUIERA. ES DE MAL GUSTO PROLONGAR ARTIFICIALMENTE LA VIDA. HE HECHO MI PARTE, ES HORA DE IRSE. YO LO HARE CON ELEGANCIA”.
Únicamente le suministraron calmantes para mitigar el dolor, el 18 de abril a primera hora murió, tenía 76 años. Había dispuesto que las cenizas fueran esparcidas en el río Delahuare, para que el lugar de sus restos no se convirtiera en morbosa veneración. Al practicarle la autopsia, el patólogo del hospital Thomas Sfolts Harvey, sustrajo el cerebro para estudiarlo, sin autorización familiar, lo mantuvo durante décadas y lo devolvió al Hospital de Princeton, cuando tenía más de 80 años, tal vez por remordimiento.
* Autor sinaloense